Familia de pintores-escenógrafos italianos. Los hermanos Bernardino y Fabrizio (Andorno Micca, 1709-Treviglio, 1790) trabajaron en los teatros reales de Milán y de Turín y en Saboya.
Giovanni Antonio (Andorno Micca, 1714-Milán, 1783), hermano de los anteriores, fue escenógrafo jefe de la Scala de Milán.
Giovannino (Treviglio, c. 1746- id., 1818), primo de los anteriores, y Gaspare (Treviglio, 1761-Milán, 1823), hermano del anterior, fueron escenógrafos de la Scala de Milán
(Milán, 1882 - La Jolla, 1963) Soprano italiana. Estudió piano en el conservatorio de su ciudad natal hasta que el compositor Pietro Mascagni, que la conocía y admiraba el timbre asombrosamente ligero de su voz, le sugirió que se dedicara al canto. Dada su habilidad natural para desenvolverse dentro del registro vocal más agudo, parece que la cantante solamente necesitó unas pocas lecciones de canto, además del necesario estudio del repertorio operístico, para comenzar su carrera sobre los escenarios.
Su carrera comenzó con la interpretación de los papeles que habitualmente se identifican con el repertorio de soprano ligera, entre los que se encuentran algunos como los de la Rosina de la ópera El barbero de Sevilla, de Gioachino Rossini, el de la Amina de La sonnambula, de Vincenzo Bellini, o el de Lucia di Lammermoor, de Gaetano Donizetti. Ocasionalmente, también abordó el repertorio de soprano lírica, en el que figuran personajes como los de Mimí, la protagonista de la ópera La Bohème, de Giacomo Puccini, o el de Violetta, el personaje principal de la ópera La Traviata, de Giuseppe Verdi.
Lo que había comenzado como una carrera prácticamente casual, se convirtió en una trayectoria internacional cuando, ya en 1916, Galli Curci cantó por primera vez sobre el prestigioso escenario del Teatro de la Ópera de Chicago, admirando tanto al público como a la crítica. Después de su actuación en Chicago, comenzó una gira por los teatros de ópera más importantes del continente americano donde consolidó su éxito.
A partir de entonces, su popularidad en los Estados Unidos no tendría límites. El país entero, desde entonces, se rendiría a sus pies haciendo de ella una auténtica diva. La admiración de crítica y público se debía no solamente a la calidad de su sonido vocal, de un timbre cristalino y, según muchos que la escucharon, parecido al canto de los pájaros, sino también al encanto que desprendía su presencia sobre el escenario.
Sin embargo, con el paso de los años, su voz se vio afectada por una tendencia a cantar por debajo del tono, lo que, en el argot musical, se conoce como "calar". Su carrera concluyó de forma precipitada cuando a la cantante se le declaró una afección de la garganta que los médicos diagnosticaron como bocio. Tras sufrir una operación, volvió a subir al escenario de la Ópera de Chicago para cantar el personaje de Mimí, pero esta sería su última aparición en una ópera.
Hoy en día se conservan algunas grabaciones de la voz de Amelita Galli-Curci que consiguen proporcionar una cierta idea de su extraordinaria facilidad para la entonación de notas agudas y de pasajes de coloratura, pero que, dados los límites que los medios de grabación presentaban en la época, no bastan para apreciar un timbre de voz que, según los testimonios de la época, debió de caracterizarse por una frescura indescriptible.