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Biografía de Miguel Lastarria y Villanueva

Arequipa, 1759 - Sevilla, 1817

Hacendista, cartógrafo y político peruano. Estudió en la Universidad de San Marcos de Lima (en la que se inició en las ciencias naturales de la mano de Gabriel Moreno) y se doctoró en leyes en la Universidad de San Felipe, en Santiago de Chile. En el Colegio Carolino enseñó teología y ciencias naturales, y en 1783 obtuvo la cátedra de Derecho, pero dimitió al prohibir la Inquisición la enseñanza del derecho natural

En 1784 fue nombrado director de las minas de mercurio de Coquimbo, cargo en el que permaneció más de seis años. Por aquel entonces tuvo que trasladarse a Santiago debido a la enfermedad de su esposa, Rosario López y Villaseñor, que finalmente falleció. A pesar de que su suegro, Francisco de López, estuvo complicado en la conspiración de Tupac Amaru, no por eso cejó Lastarria en sus empeños y el 19 de octubre de 1795 envió una representación en la que proponía los medios más adecuados para el desarrollo de la agricultura y el aumento del erario por medio de la exportación de trigo de Chile a Lima.

En 1798 intervino en la fundación de la sociedad Hermandad de Conmiseración, cuya finalidad era la beneficencia pública y el fomento de la industria. En marzo 1799 se trasladó con Avilés a Buenos Aires, en donde permaneció hasta junio de 1801, ejerciendo funciones de secretario del virrey.

Conoció en esa ciudad a Félix de Azara, de quien se hizo amigo y corresponsal, e interesado como estaba por los temas económicos y geográficos, se dedicó a recoger documentación sobre los aspectos económicos y estratégicos de la disputa por los límites fronterizos entre el Brasil portugués y La Plata. Estas investigaciones contribuyeron a la publicación de una obra en tres volúmenes titulada Geografía y Botánica de América.

En 1803 se trasladó a Madrid, donde permaneció dos años reuniendo información para sus mapas en el Depósito Hidrográfico. Solicitó también una toga de magistrado, cosa que no obtuvo fácilmente por considerársele de ideas peligrosas. Fue nombrado jefe político de Extremadura en 1808 y fiscal de la Audiencia de Chile en 1810.

De esta época parece ser su manuscrito Reorganización y plan de seguridad exterior de las muy interesantes colonias orientales del río Paraguay o de la Plata, que el diputado Fernández de Leyva recomendó a las Cortes el 4 de enero de 1811. Se atribuye también a su puño el folleto La Nación. Restablecimiento de sus principios sociales, que reclaman y defienden los españoles de ultramar contra el reprobado sentir del ex-regente consejero de Estado D. Miguel de Lardizábal y Uribe en el Manifiesto de su conducta la noche memorable de 24 de Setiembre de 1810 (Cádiz, 1811).

Llegó a Montevideo en enero 1811 y, a pesar de su adhesión a la independencia, siguió la suerte de las armas españolas. Fue fiscal de la Audiencia de Buenos Aires, defendió sus ideas en la prensa periódica y fue nombrado jefe político de Málaga el 1 de septiembre de 1812 y de Badajoz el 30 de enero de 1813.

Diputado por Lima a las Cortes de 1820-1822, siguió desde Madrid en correspondencia con Azara, a quien envió copias de sus mapas; sin embargo, Azara publicó los mapas de Sudamérica y Buenos Aires en 1809 sin agradecer la participación de Lastarria ni indicar la procedencia, lo que le supuso un gran disgusto. En octubre de 1820 se casó en segundas nupcias con Magdalena Velasco y Velascoain, y poco después fue nombrado magistrado de la Audiencia de Sevilla.

También es autor de Apuntes geodésico-políticos, relativamente a la nueva división territorial de la península de España (Madrid, 1820), Memoria sobre la línea divisoria de los dominios de S. M. Católica y del Rey de Portugal, en la América Meridional (Montevideo, 1845) y Colonias orientales del Río Paraguay o de la Plata, tomo III de los Documentos para la Historia Argentina (Buenos Aires, 1914)

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(José Victorino Lastarria Santander; Rancagua, 1817- Santiago de Chile, 1888) Escritor chileno. Figura de honda significación en el Movimiento Literario de 1842, fue el iniciador de la narrativa en Chile y su primer novelista. Su nombre aparece ligado a revistas, certámenes, polémicas, publicaciones y a la Sociedad Literaria. Es el caudillo indiscutido de un grupo de escritores de ímpetus revolucionarios que quiso dar a las letras chilenas una orientación definitivamente nacional, en el que figuran también Salvador Sanfuentes, Francisco Bilbao y José Joaquín Vallejo.

Fue también el iniciador en Chile del cuento, la novela corta y el relato histórico. Hombre público, excelente orador, varias veces ministro, embajador, miembro de la Corte Suprema, novelista, cuentista y crítico literario, destaca además como un activo promotor de la vida cultural chilena y uno de los paradigmas de la intelectualidad de la época.

A los 12 años ingresó en el Liceo de Chile, fundado por José Joaquín De Mora. En 1831 continuó sus estudios en el Instituto Nacional, y en 1834 siguió el curso de estudios superiores que dictaba Andrés Bello. En 1837 fue secretario de la Academia de Leyes, y al año siguiente publicó su primer libro, Lecciones de geografía moderna. En 1839 se recibió de abogado.

Fue profesor del Instituto Nacional en la cátedra de legislación y derecho de gentes, y en sus clases expuso sus doctrinas liberales, acometió contra la reacción colonial y abogó por la reforma política. Su nombre está ligado al Movimiento Intelectual de 1842: fomentó la literatura nacional al fundar la Sociedad Literaria de Santiago, de la cual explicitó los fines al inaugurarla el 3 de mayo de ese año.

En su faceta literaria, cabe destacar el hecho de que fue el primer autor de ficción en el país: en efecto, su cuento El mendigo (1843) fue el primero escrito en Chile. En esta narración fantástica entremezcló el sitio de Chillán y la batalla de Rancagua.

En Rosa (1848) utilizó similar técnica, refiriéndose a la batalla de Chacabuco y a la declaración de la Independencia. Catalina de Erauzo, la célebre Monja Alférez, fue protagonista de su novela corta El alférez Díaz de Guzmán (1848). Éstas y otras obras hasta 1852 marcan su época de juventud, en la que se aprecia la influencia de los clásicos españoles y el deseo de trascender la esencia de lo chileno.

La etapa de madurez del autor, en cambio, se basó en los ideales del romanticismo, con una marcada tendencia hacia el realismo y el naturalismo: Don Guillermo (novela, 1860), El diario de una loca (novela, 1875), Una hija (novela social, 1881), Antaño y hogaño: novelas y cuentos de la vida hispanoamericana (recopilación de narraciones cortas, 1885).

En Don Guillermo, la ironía y la sátira amarga contra los "pelucones" o conservadores ocupa muchas páginas. Es una sarcástica crítica a la sociedad chilena de la época, agresiva y limitada culturalmente, lo que sirvió para que el autor exteriorizara, a través del texto, su escepticismo y desencanto frente a la realidad de su patria. Esta obra anticipa el realismo de la generación siguiente.

Escribió asimismo diversas obras sobre política, filosofía y derecho constitucional, en las que desarrolló las doctrinas de los positivistas franceses de la época: Teoría del derecho penal, Elementos del derecho penal, Instituto del derecho civil, Historia constitucional de medio siglo, Bosquejo histórico de la constitución del gobierno de Chile, Juicio histórico sobre Diego Portales y Lecciones de política positiva.

Su libro más recordado es, sin embargo, el de sus memorias, Recuerdos literarios (1878-1885), en los que abarca la situación literaria chilena desde la organización del Instituto Nacional hasta 1877. La primera parte de la obra se centra en el período que va de 1836 a 1849; la segunda parte, subtitulada El Círculo de Amigos de las Letras, abarca el año 1850 hasta 1869; la tercera va de 1869 a 1877

Discípulo de José Joaquín Mora y de Andrés Bello, fue el verdadero propulsor de la literatura nacional chilena: las bases de la renovación que propugnaba, expuestas principalmente en su famoso discurso con que inauguró la Sociedad Literaria (3 de mayo de 1842), no tenían un valor intrínseco trascendente, pero sirvieron sin duda para provocar un despertar literario nacional.

Lastarria aconsejaba que no se imitara todo lo español, pues ello significaba la continuidad de la colonia; ni tampoco lo francés, para no desviarse de lo verdaderamente chileno. La repercusión de su criterio se explica por la importancia de sus cargos y su incesante actividad. De hecho, lo más importante en su legado es el conjunto de sus actividades como propulsor literario y cultural, como organizador y alentador de sociedades y grupos, como protector de valores y animador de voluntades. Por todo ello ha sido llamado "el padre del desarrollo literario en Chile"

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