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Biografía de Margarita Nelken Mausberger

Madrid, 1896 - México, 1968

Escritora, pintora y política española. El origen alemán de su apellido provocó que, en muchas ocasiones, esta mujer extraordinaria fuera tomada por extranjera en su propio país. Era hermana de otra artista e intelectual de la época, la actriz y escritora Carmen Eva Nelken

Su afición a la pintura y la música se manifestó muy precozmente, sobre todo en el caso de la primera actividad citada, que cultivó con brillantez y entusiasmo desde la niñez. Así, a los quince años de edad ya había escrito artículos de arte, y desde los dieciocho hasta los veinte protagonizó importantes exposiciones tanto en España como en el extranjero. Pero ciertas dolencias visuales le impidieron seguir manejando los pinceles. Entretanto, comenzó a desarrollar una incipiente carrera literaria. Con tan solo quince años publicó su primer artículo en la prensa inglesa (en la revista The Studio), y enseguida pasó a colaborar con diversos medios de comunicación españoles. El primero en que publicó sus trabajos fue la revista La Ilustración Española y Americana, por aquel entonces dirigida por el brillante escritor gallego Wenceslao Fernández Flórez.

Mostró interés por asuntos concernientes a los grupos sociales menos favorecidos. Su compromiso con la defensa y promoción de la mujer dio lugar a numerosos artículos sobre el tema, y al ensayo titulado La condición social de la mujer en España (1919), que dio a la imprenta cuando sólo tenía veinticinco años de edad. Al mismo tiempo, su lucha en favor de la infancia la impulsó a fundar un centro de atención para los hijos de las madres trabajadoras, al que llamó "La Casa de los Niños de España", institución que enseguida se vino abajo por el enojo que causó entre las clases más favorecidas

El compromiso socio-político que daba sentido a su vida llevó a Margarita Nelken a formalizar su militancia en el Partido Socialista, en cuyas listas se presentó a las elecciones generales como candidata por la provincia de Badajoz. No sólo salió elegida, sino que pudo alardear de ser la única mujer que ocupó un escaño de diputada en las tres legislaturas de la República. Posteriormente, su propio espíritu combativo e inconformista -aliado con las dramáticas circunstancias provocadas por el fascismo insurrecto- la empujaron hacia posturas más radicales, que, en 1937, acabaron por conducirla a las filas de Partido Comunista.

Desde esta nueva militancia, en el fragor de la contienda fratricida desplegó una incesante actividad en favor del legítimo gobierno republicano, tanto en acciones de naturaleza intelectual (intervino en el Congreso Internacional de Escritores Antifascistas), como en servicios de índole humanitaria (contribuyó, por ejemplo, a enviar al extranjero a muchos niños cuya vida corría un serio peligro)

Acabada la guerra, hubo de partir al exilio. A partir de entonces, su vida se convirtió en una larga peregrinación a través de los diversos países que podían darle acogida: primero se instaló en Francia, luego en Rusia (donde perdió la vida un hijo suyo, alistado como oficial del ejército soviético en la II Guerra Mundial) y, por último, en México, en donde retomó su pasión por la pintura y la literatura y cultivó ambas materias hasta que la muerte vino a sorprenderla en 1968. Su producción en estos campos dejó una larga y fecunda estela de artículos y ensayos, entre los que es obligado destacar Glosario (1917), Carlos Mérida (1961), Ignacio Asúnsolo (1962) y Un mundo eterno. La pintura de Lucinda Urrusti (que vio la luz, póstumo, en 1976)

Entre su obra ensayística de contenido socio-político sobresalen Las escritoras españolas (1930), Maternología y puericultura, Las mujeres ante las Cortes Constituyentes (1931), Por qué hicimos la revolución (1936), Tres tipos de vírgenes (1942), Primer Frente (1944) y Las torres del Kremlin. Su vocación literaria se orientó siempre hacia la vertiente narrativa, en la que germinaron varias novelas breves como La aventura de Roma (1923), que fue publicada en la colección "La Novela de Hoy", dirigida por Artemio Precios; y Mi suicidio (1924), Una historia de adulterio (1924) y El viaje a París (1925), que aparecieron en otra famosa colección de narrativa breve, llamada "La Novela corta". Además, fue autora de una novela larga titulada La trampa del arenal (1923).

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Marino inglés (Norfolk, 1758 - Golfo de Cádiz, 1805). Se enroló en la Armada real desde los doce años, navegando en el barco de un tío suyo; a los veinte era ya capitán de navío. Participó en importantes combates navales, como la toma de Córcega (donde perdió un ojo, 1774) y la Guerra de la Independencia contra las Trece Colonias británicas de Norteamérica (1775-83). Pero fue en las guerras contra la Francia revolucionaria en las que se convirtió en un símbolo de heroísmo para los británicos: en aquellas guerras alcanzó el grado de almirante, fue ennoblecido (barón en 1798 y vizconde en 1801) y encontró a su amante, Lady Hamilton.

Aliada España de Francia en aquel momento, Nelson se distinguió en 1797 en la batalla del cabo San Vicente contra la flota española y en el fallido ataque a Tenerife (en el que perdió un brazo). Ya al mando de una escuadra, no llegó a tiempo de impedir que Napoleón saliera del puerto de Tolón, pero le persiguió por todo el Mediterráneo hasta hundir a la flota francesa en Abukir (1798), dejando aislado en tierra al ejército napoleónico y frustrando así la campaña de Egipto. Nelson dejó a la marina francesa extremadamente debilitada y se convirtió en un héroe nacional para su país.

En lo sucesivo, la Francia napoleónica tuvo que contentarse con la hegemonía continental, limitándose a combatir el dominio británico de los mares empleando aliados que dispusieran de una flota: primero Dinamarca (a la que Nelson derrotó en Copenhague en 1801) y luego España.

En este segundo caso, Nelson hubo de hacer frente a una escuadra hispano-francesa mandada por Villeneuve y por Gravina, que planeaba la invasión de Gran Bretaña. La escuadra se dirigió a América en una maniobra de distracción, pero Nelson la persiguió cruzando dos veces el Atlántico y, tras una primera escaramuza frente al cabo Finisterre, la siguió hasta Cádiz, donde el almirante Villeneuve se había refugiado olvidando el objetivo de invadir las islas Británicas.

En una memorable batalla frente a las costas del cabo de Trafalgar (1805), Nelson se impuso a una fuerza superior gracias a los errores de Villeneuve y al ardor que consiguió imprimir a sus hombres, si bien resultó mortalmente herido cuando la suerte de la batalla ya estaba decidida. Con aquella victoria aseguró la hegemonía marítima de Gran Bretaña, indiscutida hasta más de cien años después

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