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Biografía de Omar al-Murtad

14 de marzo de 1252

Tras la derrota, al-Murtad hizo desterrar a su visir, Ibn Yunús y a sus familiares. Uno de estos familiares, llamado Alí ibn Yiddar, huyó al Sus e intentó fundar allí un principado independiente. El califa trató de impedirlo, pero sus tropas fueron de nuevo derrotadas. Ibn Yiddar aumentó su audacia cuando consiguió la alianza de los árabes Sabanat y Banu Hasan, e intentó la conquista de Tarudant dos veces consecutivas. Lo único que pudo hacer al-Murtad fue mandar ejecutar a Ibn Yunús, después de haber demostrado la connivencia con su pariente.

Por aquellas fechas al-Murtad convocó en su palacio a los árabes Jult y éstos, sin creerse culpables de nada, acudieron a Marruecos. Una vez en el palacio fueron asesinados más de sesenta y encarcelados sus principales jeques. Era la venganza de al-Murtad por la defección de los jultíes en la campaña de Alí I contra Tremecén, en la cual el califa perdió la vida

Al poco tiempo emprendió al-Murtad una nueva campaña para tratar de reconquista Fez, pero su ejército, sin ni siquiera enfrentarse al enemigo, huyó en desbandada ante una falsa alarma de ataque benimerín, dejando en el campo sus armas, tiendas y riquezas, que cayeron en poder de Abú Yahya. Omar al-Murtad regresó humillado a Marruecos y después de este episodio decidió no iniciar nuevas campañas contra los benimerines, con los que firmó la paz, y se dedicó a gozar de la vida cortesana y a embellecer el palacio imperial de Marruecos

En 1257 al-Murtad envió al Sus a Abú Muhammad ibn Asnay para que redujese a Ibn Yiddar, que se había hecho fuerte en Tinwanwín y pudo vencer a las tropas califales. Por otra parte, Tánger se sometió al reyezuelo de Ceuta, ante la incapacidad almohade de proteger la plaza contra los benimerines. Un año después Siyilmassa fue entregada a Abú Yahya, después de que prosperase la revuelta promovida por un ambicioso cortesano llamado al-Qitraní. Pero tras la muerte del emir benimerín agosto de 1258

Califa almohade de Marruecos y Al-Andalus nacido hacia 1210 y fallecido 1266. Su nombre completo fue Abú Hafs Omar al-Murtad ibn Ishaq ibn Yusuf ibn Abd al-Mumin. Bajo su reinado, plagado de intrigas y traiciones, se acentuó el declive del imperio almohade y el retroceso territorial, a favor de sus enemigos benimerines en Marruecos y de los cristianos en Al-Andalus

Durante su juventud recibió una esmerada educación y sólo ocupó cargos poco importantes. En 1248 fue nombrado gobernador de Salé, cuando el califa Abu-l-Hassan Alí inició su campaña contra Tremecén. La muerte inesperada del califa en la citada campaña abrió un interrogante sobe su sucesión, y el gobernador de la capital convocó a los descendientes de Abd al-Mumin en la mezquita de al-Mansur, que eligieron a Omar al-Murtad.

El elegido, que se encontraba en Salé, recibió la noticia de manos de su hermano Abú Zayd, general de las tropas de Marruecos. La proclamación tuvo lugar en el camino entre Salé y Marruecos a finales de junio o principios de julio de 1248. Cuando llegó a la capital mandó encarcelar al caíd Abú-l-Misk y a sus allegados. Después nombró visir a su hermano Abú Zayd

Cuando llegó al poder tuvo que hacer frente a los benimerines, que controlaban el norte de Marruecos y fueron el principal problema durante el reinado de su antecesor. En agosto de 1248 el emir benimerín Abú Yahya fue reconocido en Taza y Fez, aunque la última ciudad se rebeló y volvió a la obediencia a al-Murtad un año después; sin embargo el califa no envió ayuda a la ciudad y Abú Yahya la conquistó de manera definitiva en octubre de 1250.

Después de tres años de inacción al-Murtad organizó un ejército de almohades, árabes y cristianos para romper el asedio benimerín a Salé, en octubre de 1251. Ante la imponencia del ejército coligado, el emir Abú Yahya trató de negociar la paz, pero al-Murtad, influido por sus consejeros, declinó la oferta de paz y comenzó el ataque; los benimerines volvieron a tratar de negociar, pero esta vez pidieron al jeque de los Sufyan que intercediese ante el califa; este jeque, Ibn Yarmún, consideró la paz como firmada y mandó levantar el campo y regresar a la capital, Marruecos, pero en el regreso fueron atacados y vencidos por las tropas benimerines , al-Qitrani volvió a la obediencia a al-Murtad, a cambio de que se le reconociese como gobernador autónomo; el califa pareció acceder, pero envió a la ciudad un destacamento cristiano para que terminase con su vida, lo cual ocurrió dos años después, tras largas intrigas

Las hostilidades con los benimerines se reanudaron cuando el emir de Salé y Rabat, Abú Yusuf Yaqub, atacó la Tamasna y al-Murtad envió contra él un ejército, que una vez más fue derrotado a orillas del Umm Rabí, en el lugar conocido como Umm al-riylain, por causa de la defección de los árabes Banu Yabir (1261). Tampoco pudo el califa derrotar a Ibn Yiddar, a pesar del importante ejército cristiano que al-Murtad envió al Sus al mando del caíd don Lope, según las crónicas, por la indolencia y cobardía del capitán cristiano. En otoño de 1262 Marruecos sufrió el ataque del emir benimerín Abú Yusuf Yaqub. Tras un largo asedio al-Murtad compró la paz a cambio de un tributo anual en mayo de 1263

El levantamiento del cerco de la capital fue una victoria pírrica para el califa, ya que a raíz de ella se originó la situación que lo llevó a la muerte. Abú Dabbús, que había dirigido la defensa de la ciudad, fue acusado de connivencia con los benimerines y huyó de Marruecos en noviembre de 1264, ofreciendo sus servicios a Abú Yusuf Yaqub.

Cuando al-Murtad conoció la noticia comenzó a sospechar de todos e hizo importantes destituciones; los descontentos se pasaron al bando de Abú Dabbús, que además ganó la adhesión de Hazraya y Haskura y de los mercenarios cristianos. Abú Dabbús entró sin dificultades en la desguarnecida Marruecos a finales de octubre de 1266. El califa huyó y fue capturado un mes después cerca de Urtusuf y decapitado en el camino a la capital por orden del Sayyid Abú Zayd. Fue sucedido por Abú Dabbús, que tomó el título de al-Watiq

Omar al-Murtad llegó a ser un hombre muy culto, con una especial inclinación por la música y la literatura, siendo él mismo autor de varias obras en prosa y verso. Sin embargo fue un gobernante incapaz y sus contados éxitos en sus relaciones con los árabes traidores y los benimerines se debieron más a la intriga que a la estrategia militar o a sus aptitudes políticas.

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Último rey de la taifa de Badajoz, nacido hacia 1045 y asesinado en las cercanías de Badajoz hacia 1094. Su reinado conoció prósperas épocas de paz, seguidas del enfrentamiento contra el expansionismo castellano de Alfonso VI. Tras la llegada a la Península de los almorávides, la taifa de Badajoz, como otras, fue anexionada al imperio norteafricano

Hijo de Muhammad al-Muzaffar, fue nombrado gobernador de Evora y aún en vida de su padre gobernó las comarcas occidentales del reino aftásida y las orientales desde Coria a Sierra Morena. A la muerte de su padre en 1068 se declaró independiente, mientras que el reino de Badajoz pasaba a su hermano Yahya, que se titulaba al-Mansur bi-Allah.

En octubre de aquel año el reino de Badajoz se vio atacado por Alfonso VI de Castilla ante la negativa de Yahya de pagar más tributos al rey cristiano, aduciendo que las parias debían ser soportadas también por Omar. Yahya pidió ayuda a los Banu Di n-Nun de Toledo y nombró heredero de su reino a Abul Hassan Yahya ibn Ismail, excluyendo así a Omar de la herencia de al-Muzaffar. Omar buscó el apoyo de Abul Qasim Muhammad ibn Abbad de Sevilla, comenzando así una guerra que según las crónicas dejó Badajoz devastada y a sus habitantes en la miseria

La guerra sólo se detuvo tras la repentina muerte de Yahya hacia 1072, momento en que Omar devino soberano del reino aftásida de Badajoz y adoptó el título de al-Mutawakkil ala-Llah (´el que sólo confía en Dios´) -que ya había usado en las monedas emitidas desde 1068-. Se instaló en Badajoz, donde trasladó la ceca y nombró gobernador de Evora a su hijo al-Abbas. Entre 1072 y 1079 se desarrolló un intenso movimiento cultural en Badajoz bajo el mecenazgo de al-Mutawakkil, que reunió en la ciudad a la élite literaria andalusí.

Nombró visir a Abd al-Rahman ibn Sahir, exiliado de Sevilla y que había participado en las negociaciones entre Omar y Yahya, desarrolladas inmediatamente después de la muerte de al-Muzaffar; también dio el mismo cargo a Ibn al-Hadrami, a quien más tarde destituyó por la ineficacia que alcanzó la administración y las frecuentes quejas de los súbditos referentes a su arrogancia e injusticia.

Tras su destitución no volvió a nombrar visir alguno y se hizo cargo personalmente del los asuntos de estado. Las crónicas hablan de una sublevación en Lisboa sin precisar la fecha, que al-Mutawakkil resolvió concediendo su gobierno a Ibn Jira, a quien envió a la ciudad con una retórica carta dirigida a los lisboetas; cuando la situación se calmó, Omar privó a Ibn Jira de su gobierno

En 1079 Alfonso VI conquistó Coria, con lo que el reino aftásida perdió una de sus plazas más estratégicas. Un año después la presión cristiana era insostenible para el reino de Toledo y al-Mutawakkil envió a la ciudad a su ministro Ibn al-Kallas. Los sectores más intransigentes de Toledo instaron al monarca aftásida a que expulsara de la ciudad al débil Yahya ibn Ismail y tomase él mismo el gobierno, como medio de evitar la conquista cristiana; Omar entró en la ciudad en junio de 1080 y permaneció en ella hasta abril del año siguiente, regresando a Badajoz ante la imposibilidad de establecer un gobierno efectivo sobre el extenso reino de Toledo y de enfrentarse a las cada vez más poderosas fuerzas cristianas. En realidad al-Mutawakkil no gastó esfuerzos en reforzar las defensas de la ciudad y, al contrario, dedicó su estancia en Toledo a disfrutar de los placeres, tal como ya vivía en la corte de Badajoz, y a su marcha llevó consigo los tesoros del alcázar toledano que habían pertenecido a Yahya ibn Ismail.

En 1086 Omar al-Mutawakkil fue uno de los principales promotores de la llamada a los almorávides para salvar la situación de Al-Andalus frente al empuje de Alfonso VI, que el año anterior había conquistado Toledo. El rey de Badajoz, en una carta al emir almorávide Yusuf ibn Tashufin, expresó la desesperación de los demás reyes taifas y le urgió para que viniese a combatir a los cristianos. Omar encargó a su caid Abu al-Walid que se reuniese con los distintos qwwad andalusíes para tomar decisiones y que posteriormente cruzase el Estrecho para solicitar del walí de Ceuta la utilización de sus puertos para embarcar tropas expedicionarias. Después al-Mutawakkil envió a Ibn Muqana para la reunión de qwwad convocada por Muhammad ibn Abbad de Sevilla tras la cual pasaron a África para entrevistarse con el emir almorávide.

Los almorávides llegaron a Al-Andalus el 30 de junio de 1086 y se dirigieron hacia Badajoz para enfrentarse a las tropas de Alfonso VI. La batalla de Sagrajas tuvo lugar el 23 de octubre de 1086 en las proximidades de Badajoz y en ella el ejército castellano fue duramente derrotado. EL resultado de la batalla cambió el curso de los acontecimientos en Al-Andalus: tras la victoria, los almorávides comenzaron a anexionarse los distintos reinos de taifas. Entre 1090 y 1092 caían en la órbita almorávide los reinos de Granada, Córdoba, Sevilla y otras pequeñas taifas del Sur y el Levante peninsular

Al-Mutawakkil intentó salvar la soberanía sobre su reino a través de un doble juego en el que, mientras que presentaba sus felicitaciones a Yusuf ibn Tashufin por la toma de Granada y colaboraba con los almorávides en la conquista de Sevilla, pedía ayuda a Alfonso VI a cambio de las plazas de Lisboa, Cintra y Santarem; el rey castellano tomó posesión de estas ciudades en mayo de 1093.

Este hecho hizo perder la popularidad al monarca aftásida y la población de Badajoz solicitó la concurrencia de los almorávides como medio de salvar el reino para el islám. La ciudad no fue tomada, sino que al-Mutawakkil y su familia fueron prendidos y encarcelados. Más tarde fue ejecutado junto con sus hijos al-Fadl y al-Abbas bajo la acusación de haber colaborado con los cristianos. Los cronistas musulmanes discrepan sobre la fecha de estos sucesos

Además de los mencionados al-Fadl y al-Abbas, Omar al-Mutawakkil tuvo al menos otro hijo, al-Mansur, que se pasó al bando cristiano al final de los días del reino de Badajoz. Omar fue un hombre extremadamente culto, que hizo construir en su residencia -tanto en la de Badajoz como en la de Toledo, en el corto tiempo en que permaneció allí- munias o jardines de recreo en los que se cultivaban todas las artes de la literatura y especialmente la poesía. En la corte del rey de Badajoz se encontraron poetas de la talla de Ibn Yaj, Ibn Muqana, los hermanos al-Qabturnu o filósofos como Ibn al-Sid al-Batalyawsi o al-Bayí

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