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Biografía de Joseph von Sternberg

Josef o Joseph von Sternberg; Viena, 1894 - Hollywood, 1969

Director cinematográfico austriaco. Perteneciente a una familia de la clase media judía de Viena, Sternberg tuvo una sólida formación estudiantil en Austria y Estados Unidos antes de entrar a trabajar, como montador, en una compañía de Nueva Jersey. Fue ayudante de varios directores y actor de teatro británico hasta que George Arthur le propuso dirigir The Salvation Hunters, su debut en la gran pantalla y un éxito inmediato. Mary Pickford intentó contratarlo, pero finalmente fue la Metro Goldwyn Mayer quien se lo llevó a sus estudios.

Los comienzos para la compañía no pudieron ser más desesperantes: The Masked Bride y La elegante pecadora debieron ser terminados por directores de mucha menos categoría que el austríaco, y The Sea Gull, encargado por Chaplin para gozo y lucimiento de Edna Purviance, no fue visto más allá de la sala privada del estudio. Pero en 1927 rodó, para la Paramount y basado en una historia de Ben Hecht, La ley del hampa, considerado el primer filme de gangsters de la historia del cine y, desde luego, un modelo a imitar por las obras de este género que llegaron posteriormente. Al año siguiente, Sternberg corroboró su maestría dirigiendo Los muelles de Nueva York, donde un George Bancroft espléndido interpreta a un marino borracho y pendenciero, redimido por el amor de una mujer.

El gran actor alemán Emil Jannings, a quién Sternberg llevó a Estados Unidos para protagonizar la gran obra maestra de su etapa muda (por no decir de toda su carrera), La última orden, donde da vida a un despótico general ruso que tras la revolución se ve forzado a interpretar papeles de extra en el naciente Hollywood, le recomendó que volviera a Europa para dirigir la versión de la obra de Heinrich Mann El ángel azul, la que, al fin y al cabo, sería la primera producción sonora alemana. El filme hizo de Marlène Dietrich una estrella internacional, y todo un sex-symbol, con su ardiente y cruel Lola-Lola, y famoso al propio Sternberg. Juntos volvieron, en olor de multitudes, a los Estados Unidos, iniciando una colaboración que, en el corto espacio de cinco años, hizo historia en el cine

A través de la pantalla, Sternberg se llevó a la Dietrich, sin salir de Hollywood, desde el ardiente desierto marroquí hasta la España más andalusí, desde la exótica Shanghai hasta la barroca Rusia imperial. En la primera de estas producciones, Marruecos (1930), Sternberg simbolizó esa tierra exótica donde todo puede pasar, un mundo donde se cruzan legionarios ( Gary Cooper) y cantantes de cabaret (Dietrich), ricos sin escrúpulos (Adolphe Menjou) y aventureros (Cooper, Dietrich, Menjou). La aparición de Marlène en traje de hombre y la manera en que besó a una espectadora figuran entre los momentos fulgurantes no sólo de la película, sino de la historia de este arte.

En Fatalidad (1931), con Marlène de espía X 27, el director, jugando a describir a todo personaje que le resultaba extraño, pulverizó todas las convenciones de las películas de espías y creó un universo excepcional, en la Viena de 1915. Principalmente, a Sternberg no le interesaban las intrigas de espías y patriotas, sino las pasiones, inherentes a los seres humanos, que unen a los unos con los otros.

En 1931 rodó, sin Marlène Dietrich, Una tragedia humana, basada en la novela de Théodore Dreiser y uno de sus fracasos comerciales y de crítica más sonados. Sólo Sylvia Sidney se salvó en este filme, producto de un remake dos décadas después con el título de Un lugar en el sol (George Stevens, 1951). El reencuentro entre director y estrella no se hizo esperar; un año después llegó su tercera colaboración hollywoodiense y su más grande éxito comercial: El expreso de Shanghai.

De Pekín a Shanghai, a ritmo de las peripecias de un viaje por tren y a través del retrato de cada uno de los personajes que Sternberg nos muestra, se va tejiendo una de las más bellas historias de amor jamás contadas por el cine. En el filme de Sternberg, el hombre es orgulloso, susceptible, demasiado dado a juzgar por la apariencias; la mujer, sin embargo, es impasible y siempre digna, a pesar de los impulsos de pasión que de vez en cuando le atraviesan. Estos impulsos fueron, esta vez, muy controlados en la siguiente producción de Sternberg con su musa germana, La Venus rubia (1932), donde la Dietrich es una abnegada madre y esposa que se sacrifica por su hijo y su marido, aunque está locamente enamorada de un casi imberbe Cary Grant.

Dos años después, Sternberg rodó una especie de biografía (totalmente alterada, claro) de Catherine II de Rusia, inspirada en el diario intimo de ésta: Capricho Imperial. En verdad lo que Sternberg nos propone es un auténtico poema visual, barroco y exuberante, sobre la transformación de una joven chiquilla, pura e inocente, privada de su apellido, por el corazón disoluto de, primero, la Emperatriz Elisabeth Romanov y, después, por el gran duque Pedro III. Sin apoyo moral de ninguna clase, sufre una metamorfosis de víctima en dominadora, y toma conciencia de su poder erótico. Incomprendido en el momento de su estreno, hoy día nadie duda, pese a su extravagancia, del genio que desarrolló Sternberg en esta obra

La última de sus colaboraciones fue una auténtica curiosidad, casi histórica: The Devil is a Woman. El diablo en este caso, y siempre, es Marlène Dietrich. Basándose en la novela La mujer y el pelele de Pierre Louÿs, Sternberg repite sus constantes habituales siempre que trabaja con la actriz: perversión femenina, erotismo exacerbado, diálogos crudos y crueles e intromisión en las vidas de unos personajes enajenados por la belleza o por el poder de seducción de la mujer, diablo para la sociedad, destino fatal para los hombres, dispuestos a arruinarse por conseguir sus encarecidos favores.

De las películas posteriores a la era Dietrich de Sternberg, dos fueron muy apreciables, cada una por distintos motivos. La primera fue El embrujo de Shanghai (1941), un maravilloso filme negro de suspense y exotismo que contaba con la impagable presencia de Gene Tierney (mucho más guapa que la Dietrich pero de erotismo menos salvaje). Tan barroca como sus cintas anteriores, la atmósfera de depravación y lujuria que Sternberg creó en esta película ha conseguido que muchas veces no sea considerada dentro del género negro.

La segunda fue The Saga of Anatahan (1953), un poético estudio sobre unos soldados japoneses olvidados en una isla al final de la Segunda Guerra Mundial. El erotismo esta vez no se encuentra tanto en su personaje femenino sino en el hecho de que dicho personaje es único entre un grupo de hombres solos.

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(Clonmel, Gran Bretaña, 1713-Londres, 1768) Escritor inglés. Cursó estudios superiores en el Jesus College de Cambridge, en el que se licenció en 1737, tras lo cual se ordenó sacerdote. En 1738 obtuvo el vicariato de Sutton-in-the-Forest, y en 1741 casó con Elizabeth Lumley, matrimonio que le supuso mejorar su posición social. Predicador de éxito en la catedral de York, y entregado al cuidado de su parroquia de Sutton, vivió una vida apacible.

En 1749 escribió que puede considerarse su primera obra literaria, a excepción de los sermones: A political romance, un sketch humorístico escrito a raíz de una polémica surgida en York, que se publicó póstumamente.

La fama literaria le llegó de forma repentina y unánime a partir de la publicación del primer volumen de Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, una sorprendente novela que rompía con las convenciones narrativas vigentes. Construida a partir de digresiones que se van sucediendo y que relaciona mediante asociaciones libres, a veces de un humor absurdo, la novela consiste en las memorias de Tristram Shandy, el narrador, que prácticamente no consigue avanzar en su relato a causa de su propia confusión discursiva.

La celebridad y el reconocimiento obtenidos por su novela los experimentó con sorpresa Sterne en 1760, cuando, con ocasión de un viaje a Londres, fue objeto de múltiples agasajos e invitaciones por parte de la alta sociedad londinense, en el momento en que los dos primeros volúmenes de su Tristram Shandy ya estaban reeditados y había publicado, en dos tomos, una selección de sus sermones (Sermones de Mr. Yorick, 1760), que tuvieron una buena acogida.

Debido a problemas de salud, viajó a Francia, donde también fue muy bien recibido, y con posterioridad a Italia, a partir de lo cual inició la redacción de su Viaje sentimental por Francia e Italia (1768), del que vio editados dos tomos antes de fallecer. Póstumamente se publicó la correspondencia que dirigiera a Elizabeth Draper, de quien había estado enamorado (Cartas de Yorick a Eliza, 1766-1767)

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