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Biografía de Mariano Luis de Urquijo

Bilbao, 1768 - París, 1817

Político español. Estudió con Meléndez Valdés en Salamanca, y después residió varios años en Inglaterra.

En 1791 publicó una traducción de La muerte de César de Voltaire, a la que acompañaba un Discurso sobre el estado de nuestros teatros y la necesidad de su reforma, que fue a su vez traducido al italiano. Esta obra le causó muchos problemas, hasta el punto de que se le confinó en Pamplona en 1791, aunque fue liberado con la obligación de residir en algún pueblo de Vizcaya. La Inquisición inició contra él un proceso, pero la subida al poder del Conde de Aranda y su protección le libraron de ella.

El mismo conde de Aranda le nombró primer oficial de la Secretaría de Estado, en 1792. Fue secretario de embajada en Londres (el 5 de febrero de 1796) y primer ministro interino (en 1796). Desde dicho cargo nombró a Goya primer pintor de Cámara. Más tarde, fue embajador en la República Bátava (1797) y secretario de estado interino, hasta que llegó a ocupar el cargo de ministro de Estado, desde 1798 hasta 1800. Goya le hizo, hacia 1796, un espléndido retrato, que se halla en la Academia de la Historia.

Urquijo continuó la alianza con el Directorio, aunque en agosto de 1799 inició negociaciones con Inglaterra. Durante el desempeño de su cargo, entre otros logros, apoyó el viaje científico de Humboldt por la América española, y arrancó muchos de los privilegios de la Inquisición. En 1800, tras la petición de recursos hecha a España por Napoleón, éste identificó a Urquijo como causante de la negativa recibida. La llegada al poder del Primer Cónsul vino a complicar las cosas. Bonaparte desconfió de las relaciones de Urquijo con los elementos avanzados, incluso los jacobinos de París, y le molestó que a finales de 1799 se prohibiera a un librero de Madrid publicar sendas traducciones de las campañas de Italia y de Egipto.

Se vio obligado a firmar, en 1800, el tratado de Aranjuez, por el que se cedía a Francia Parma, la isla de Elba y la Luisiana, además de seis navíos, a cambio del reino de Etruria para el Infante Luis de Parma. Cuando el ministro español ordenó el regreso de la escuadra retenida por Napoleón, éste decidió derribarle definitivamente. Al estar también Godoy y el Papado interesados en la destitución de Urquijo, ésta acabó produciéndose el 13 de diciembre de 1800.

Fue destituido por su actitud ante el monarca francés, y por su política anticlerical, en claro enfrentamiento con la Inquisición; a la muerte de Pío VI, en 1799, había buscado la independencia de la Iglesia española en materias de investiduras canónicas y dispensas matrimoniales, por lo que concedió a los obispos españoles la plenitud de sus facultades, al tiempo que se reservaba su confirmación. Se le obligó a residir en Bilbao, para más tarde ser encarcelado en Pamplona. Tras ser puesto en libertad, volvió a Bilbao, aunque de nuevo fue encarcelado, y permaneció preso hasta marzo de 1808.

No volvió a ocupar ningún cargo público hasta que José Bonaparte le llamó para acudir a la asamblea de Bayona, el 23 de mayo de 1808, de la que fue secretario, y cuya Constitución firmó; el nuevo monarca le nombró primer consejero de Estado. Con la llegada de Fernando VII, la actitud afrancesada que demostró durante todo el reinado de José I, y el modo en que acabó dicho reinado, obligaron a Urquijo, como es el caso de otros hombres de relieve afines a Bonaparte, a abandonar Madrid. En 1813 se exilió en París y adquirió la nacionalidad francesa.

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(Concepción, Argentina, 1801 - San José, Argentina, 1870) Militar y político argentino. Justo José de Urquiza nació en el seno de una distinguida familia, y durante su juventud, siendo oficial del ejército federal, colaboró con el dictador Juan Manuel de Rosas, al que apoyó en su toma del poder.

Con cuarenta años, Justo José de Urquiza pasó a ser gobernador de la provincia de Entre Ríos, donde realizó unas aplaudidas reformas económicas y educativas, éxitos que le proporcionaron gran prestigio. En 1851, después de ser ascendido a general, se opuso a Rosas; con la ayuda del Partido Federalista y de los gobiernos brasileño y uruguayo, se convirtió en el caudillo de los federales e inició la lucha contra el centralismo de Buenos Aires. Contribuyó de manera importante al establecimiento de los fundamentos constitucionales de la moderna Argentina. Fue nombrado director provisional de la Confederación Argentina y, tras convocar una Asamblea Constituyente, promulgó la nueva Constitución y pasó a ser el presidente de la nación.

Buenos Aires, temerosa de perder sus privilegios comerciales, se rebeló contra la Confederación, ya que Urquiza había liberalizado la navegación en los ríos y abierto las puertas argentinas al comercio internacional. En 1859 venció a los grupos rebeldes de la provincia de Buenos Aires y, una vez incorporada ésta a la Confederación, dejó su cargo de presidente con sesenta años, aunque continuó como gobernador de Entre Ríos.

En 1862, el general Bartolomé Mitre, tras ganar la batalla de Pavón, se proclamó presidente. Su falta de apoyo al nuevo gobierno durante la guerra con Paraguay hizo perder a Urquiza la confianza popular y lo enemistó con los federalistas radicales. Poco después se retiró. Murió asesinado a la edad de setenta años junto con sus hijos, por un grupo de insurrectos federalistas

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