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Biografía de Richard Adolf Zsigmondy

Viena, 1865 - Gotinga, Alemania, 1929

Químico austriaco. Formado en las universidades de Viena y Munich, y tras obtener su doctorado en 1891, fue ayudante de Kundt en la Universidad de Berlín (1891) y profesor en Graz (1893). Desde 1908 y hasta su jubilación, en 1929, fue director del Instituto de Química Inorgánica de Gotinga.

Zsigmondy es conocido por sus fundamentales investigaciones teóricas y experimentales de la química de los coloides, en el curso de las cuales, entre otros, ideó y realizó, en colaboración con Heinrich Siedentopf, el primer ultramicroscopio. Por tales investigaciones, que con posterioridad se revelaron decisivas en el desarrollo de la bioquímica, obtuvo en 1925 el Premio Nobel.

Además de su fundamental Lehrbuch der Kolloidchemie, publicó el libro Über das kolloide Gold, en colaboración con P. A. Thiessen. Casado con Laura Luise Müller, hija del profesor de anatomía patológica en Jena Wilhelm Müller, tuvo dos hijas, Annemarie y Kathe. El marido de la primera, Erich Huckel, que fue uno de los colaboradores de Zsigmondy, contribuyó en el libro de éste sobre las teorías de la adsorción (Kolloidforschung in Einzeldarstellungen)

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(Madrid, 1887 - 1970) Arquitecto español. Estudió arquitectura en la Escuela de su ciudad natal. Tras terminar la carrera trabajó junto al arquitecto, también madrileño, Antonio Palacios, que le lleva a sustituir una arquitectura entendida desde el ornato por una mayor simplicidad y sinceridad en el proyecto; colabora en diversas obras, como: la casa del propio Palacios o el Banco de la Plata, convertido hoy en el Banco Central de Madrid, de principios de siglo. Más adelante, y motivado por problemas de tipo laboral, abandona dicha colaboración

Como arquitecto independiente destacan, entre su amplia producción, el desaparecido frontón de Recoletos -que realizó junto al ingeniero Torrojas- o el conjunto de los Nuevos Ministerios, ambos en Madrid. Son meritorios también sus proyectos urbanísticos: el Plan de Extensión de Madrid, ganador del concurso de 1929, que realiza junto al alemán Jansen; el Plan de Accesos y Extrarradios de Madrid, en el que participa junto a Indalecio Prieto, lo que le lleva tras la Guerra Civil a ser inhabilitado para el desempeño de cualquier cargo y exiliarse a Canarias; o el Plan Comarcal de 1934

De toda su actividad arquitectónica la más aplaudida quizá sea la casa de las Flores, en Madrid (1930-32), que junto a la realizada por el catalán Francesc Folguera, la casa de San Jorge (1929-31), se convierte en una de las obras más importantes realizadas por arquitectos españoles en lo que va de siglo. En este edificio rompe con su trayectoria anterior, caracterizada por un estilo algo más convencional, para mantener en sus obras posteriores una línea más renovadora, aunque sin alcanzar el nivel de la primera, como en las madrileñas Torres de Cea Bermúdez (1955)

Sorprende que, a pesar de practicar una arquitectura tan alejada de los ideales de la vanguardia, se convirtiera en verdadero guía de la arquitectura madrileña de los años 1920 y 1970, y en general en una de las figuras del panorama arquitectónico español más significativa del siglo XX, definido por los más jóvenes, tanto de 1925 como de 1950, como maestro de un período histórico

Es cierto que la actividad de Zuazo discurre por caminos alejados de los debates y polémicas, mantenidos por los CIAM o sus homólogos españoles del GATEPAC, sobre el problema de la modernidad; su interés y empeño se centran en el estudio de la historia propia -el alcance del clasicismo en la arquitectura española- que refleja en sus estudios sobre El Escorial. Es desde sus reflexiones sobre el Monasterio -joya del clasicismo español- cómo se deben entender las ideas y trayectoria de Zuazo

Zuazo se aproxima al estudio de la historia, y por lo tanto a El Escorial, desde supuestos prácticos, desde lo que el entiende por “lo real”. Aparece mucho más preocupado por aprender cómo se solucionan los problemas planteados, que por la apariencia estilística del conjunto. Desea aprehender soluciones a problemas del pasado para poder aplicarlos a problemas del presente. De esta manera el edificio es analizado desde la obra y no desde sus circunstancias. No le interesan las cuestiones de estilo, sino por el contrario las constructivas y dimensionales, y en general las soluciones especificas dadas a cada problema

Zuazo comprende que la referencia a la historia no debe estar ligada a imágenes confusas, distorsionadas por elementos pertenecientes a un repertorio pasado, y sí a los materiales, tradición y estudio de los individuos, arquitectos enfrentados a problemas concretos, capaces de marcar un hito en la historia. De esta forma devuelve el mérito olvidado de arquitectos españoles de la talla de Herrera o Villanueva, y el valor de obras como El Escorial, ejemplo vivo del clasicismo. Su particular estudio se centra no en un período o estilo, sino en un arquitecto excepcional o edificio importante, es decir, en el saber arquitectónico

Son tres conceptos los que se repiten en su producción y con los que intenta hacer frente al estudio de la arquitectura: la idea de “lo real”, como sinónimo de práctico; la búsqueda de “la verdad arquitectónica”, como obligada disciplina del arquitecto; y por último el de “lo clásico”, como la arquitectura a partir de la cual es posible razonar sobre el “cómo” del hecho arquitectónico

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