Estadista y diplomático ruso. Durante el reinado de la zarina Isabel dirigió la diplomacia rusa. Llevó a cabo una política de alianzas con las potencias europeas que resultó desastrosa para el Imperio ruso; por ello fue relegado del cargo y condenado al exilio. Fue rehabilitado por Catalina II
(Cabo Rojo, 1827 - París, 1898) Escritor, médico y político puertorriqueño. Autor de una obra literaria escrita en francés (lengua que dominaba con absoluta maestría), se convirtió en una de las figuras más representativas de la intelectualidad antillana del siglo XIX, y llegó a protagonizar diferentes episodios que le condujeron a la presidencia del primer gobierno provisional independiente de Puerto Rico
Nacido en el seno de una familia acomodada (era hijo de un poderoso hacendado que poseía numerosos latifundios y esclavos), con apenas diez años fue enviado a Francia para que cursara allí el bachillerato y, posteriormente, los estudios superiores de Medicina; durante este largo período de residencia en París (1837-1855), el joven Ramón Emeterio Betances fue adquiriendo una conciencia política de marcado sesgo liberal, que le condujo a tomar parte activa en los acontecimientos revolucionarios desatados en la capital gala durante 1848.
Al mismo tiempo, fue afirmándose en él una viva vocación literaria que le permitió darse a conocer como escritor en Francia, con dos narraciones (Les deux indiens y Courtissanes), una comedia en verso (Un cousin de Louis XIV) y un tratado científico-médico basado en su tesis doctoral (Las causas del aborto). Especial interés mereció la primera de las obras recién citadas, un bello relato romántico, de talante progresista e igualitario, en el que Ramón Emeterio Betances sustentaba la posibilidad de que una mujer española pudiese llegar a perder la vida por un indio
De regreso a su Puerto Rico natal, tuvo ocasión de demostrar sus conocimientos médicos y sus ideas igualitarias en 1856, cuando una virulenta epidemia de cólera que arrasaba la población de Mayagüez le granjeó un merecido reconocimiento entre la población menos favorecida, a la que Betances atendió sin condiciones.
Convertido así en una de las figuras más populares de los movimientos sociales puertorriqueños, se manifestó abiertamente en contra de la esclavitud y llegó a fundar una asociación clandestina cuyos únicos fines se orientaban a conseguir su abolición. A causa de estas actividades, fue desterrado de la isla antillana en 1858, por lo que regresó a Francia dispuesto a contraer matrimonio con su sobrina María del Carmen Heuri.
Pero la joven falleció repentinamente a causa de unas fiebres tifoideas, desgracia que sumió al médico humanista en una aguda fase de desesperación que quedó bien plasmada en la narración titulada La vierge de Boriquen, un relato de acentuada morbosidad romántica en la que, desde las claras influencias del norteamericano Edgar Allan Poe, pueden apreciarse curiosas anticipaciones de posteriores aspectos temáticos y recursos formales característicos del surrealismo (imperio del absurdo, ambientación onírica, ocultismo, demencia, simbolismo numérico, etc.)
Levantado el destierro, regresó pronto a Puerto Rico para centrarse fundamentalmente en actividades médicas y en asuntos sociales que le fueron implicando de lleno en el espíritu de patriotismo nacionalista propagado por aquellos años entre buena parte de sus compatriotas. Sus publicaciones, a partir de entonces, se orientaron casi exclusivamente hacia los temas políticos, en los que cada vez más aparecía Betances como una de las voces más liberales y revolucionarias de la isla.
En 1868 tomó parte activa en el movimiento independentista conocido como Grito de Lares, de resultas del cual quedó convertido en el primer presidente independiente del gobierno provisional surgido de dicho levantamiento contra la soberanía española. Pero el fracaso de esta acción (que quedó reducida a una mera anécdota en la historia del independentismo hispanoamericano, al no contar con el apoyo de todas las fuerzas liberales) envió de nuevo al exilio a Betances, quien pronto pasó a vincularse con las luchas en favor de la independencia de Cuba
Siguió cultivando la escritura, ahora volcada al género periodístico y a los asuntos socio-políticos que constituían el eje de sus preocupaciones. En Nueva York fundó, en compañía de otros camaradas, la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico, desde la cual emprendió una campaña periodística que le permitió difundir sus artículos emancipadores por Venezuela (a través de las publicaciones El Federalista y La Opinión Nacional) y, en general, por todo el ámbito caribeño, donde dejó estampados numerosos artículos firmados bajo el pseudónimo de "El Antillano".
La ironía satírica de que hacía gala Betances en estos trabajos periodísticos, sumada a su facilidad para el cultivo de un estilo directo y ameno (desprovisto de la grandilocuencia retórica que, por aquel entonces, solía gravar el discurso político periodístico), convirtió al autor en uno de los intelectuales más leídos de todo el Caribe, donde postuló la necesidad de fundar una Confederación de las Antillas y supo prevenir (sin dejar de cuestionar la soberanía española) sobre el peligro que suponía el establecimiento de fuertes vínculos de dependencia con el emergente imperialismo de los Estados Unidos de América.
En su idealismo revolucionario, llegó a soñar con unas Antillas convertidas en una especie de ámbito neutral desde el que se pudiese contribuir al sostenimiento de las relaciones entre todos los pueblos y naciones del mundo. Esta ideas, expuestas con decisión y valentía en una publicación parisina (la Revista Latinoamericana), no contaron con el apoyo de las fuerzas sociales que podían haber contribuido a su consolidación; pese a ello, Ramón Emeterio Betances dejó un notable influjo en los intelectuales y políticos progresistas caribeños posteriores, quienes le reconocieron como uno de los principales forjadores de la conciencia antillanista y le situaron como eslabón ideológico entre dos figuras tan relevantes del independentismo como el venezolano Simón Rodríguez y el cubano José Martí
Su presencia en las esferas políticas internacionales llegó a cobrar tal importancia que el propio Emilio Castelar se vio forzado a mover poderosos hilos que le impidieron seguir publicando en Le XIXe. Siécle, de París, toda la información emancipadora que periódicamente enviaba como "Courrier des Antilles". A pesar de ello, Ramón Emeterio Betances desempeñó un brillante papel en la primera guerra independentista cubana, al cabo de la cual se tomó un respiro en su intensa actividad política para volver a dedicarse a la investigación científica.
Así, en 1872 publicó en Francia un tratado sobre los orígenes del tétanos, obra a la que siguieron otros escritos de idéntica naturaleza científico-técnica, como una memoria sobre uretrotomía (1887), un libro sobre el cólera (El cólera. Historia, mediadas profilácticas, síntomas y tratamiento, 1890) y una serie de artículos sobre salud pública que vieron la luz en el rotativo madrileño El País. Aunque ya casi había abandonado la escritura de ficción, todavía por aquellos años dio a la imprenta Les voyages de Scaldado, un relato entreverado de denuncias sociales
Ya contaba con sesenta y cinco años de edad cuando el movimiento independentista cubano y puertorriqueño encabezado por José Martí y el Partido Revolucionario Cubano le sacaron de su letargo para devolverle, con nuevos bríos, a la palestra pública antillana. De nuevo tomó la pluma para llenar periódicos y revistas (principalmente, La République Cubaine, de París) de su prosa liberal y emancipadora, siempre al servicio de una ideología republicana, independentista, antillanista y antianexionista.
Pero su sueño de ver convertidas las Antillas en una poderosa Confederación que pudiese marcar, desde la neutralidad, el equilibrio entre el norte y el sur del continente americano, se hizo añicos a raíz de la intervención de los Estados Unidos en la lucha anticolonial, circunstancia que le sumió en un apesadumbrado abatimiento del que ya sólo habría de sacarle su inminente deceso