Comediógrafo griego. Autor perteneciente a la época de la comedia media. De su ingente obra, se conservan sólo los títulos y algún fragmento
(Serguéi Vladimírovich Simanski; Moscú, 1877 - Zagorsk, 1970) Prelado ruso, patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Moscú y de Rusia. Nacido en el seno de una familia aristocrática, en 1899 se doctoró en derecho por la Universidad de Moscú. Tres años más tarde profesó como monje ortodoxo, adoptando el nombre de Alexis (Aleksey o Aleksei en ruso). Después de ser ordenado sacerdote en 1903, recibió, al año siguiente, el doctorado en teología por la Academia Teológica de Moscú. En 1913 fue ordenado obispo de Tivhkin y sufragáneo de Novgorod, cargo en el que le sorprendió la revolución bolchevique de 1917.
Después de dirigir durante algún tiempo la diócesis de Leningrado (1922) pasó a ser nombrado arzobispo de Novgorod, y, en 1933, volvió a Leningrado con el título de Metropolitano. Allí tuvo que hacer frente al cerco de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial, circunstancia en la que desempeñó un relevante papel por su espíritu de sacrificio y por el valor que supo infundir a la población al compartir sus sufrimientos y privaciones.
Cuando, en 1943, la iglesia rusa se restableció de manera oficial, Alexis fue elegido miembro permanente del Santo Sínodo. Al morir el patriarca Sergio (1945), se escogió a Alexis para sucederle como Patriarca de Moscú y como líder de la Iglesia Ortodoxa rusa. En el desempeño de su cargo continuó con la política conciliadora que su predecesor había mantenido respecto al gobierno comunista. Ello le valió, en 1963, el ser galardonado por el gobierno soviético con la Bandera Roja del Trabajo.
Por otro lado, mostró gran preocupación por la formación del clero joven, y mantuvo en general una actitud que, desde la Iglesia Católica, fue juzgada como "enigmática y de reacciones imprevisibles". Aunque en algunos aspectos se mostraba duro e intransigente, luchó por la paz y la unión de las iglesias cristianas. Supo abrirse a la inquietud ecuménica promovida por el papa Juan XXIII, de forma que no dudó en enviar observadores al Concilio Vaticano II.
En los últimos años de su vida, permitió a los fieles ortodoxos rusos participar en la misa y la comunión de los católicos, cosa que no dejó de ser criticada por algunos jerarcas de la iglesia ortodoxa. Uno de sus últimos actos fue establecer una iglesia independiente ortodoxa en los Estados Unidos.