Contralto estadounidense. Inició estudios de violín a los diez años para proseguir a los catroce con estudios de canto en su ciudad natal con Mary Saunders Patterson, Agnès Reifsneider, Frank La Farge y Giuseppe Boghetti, merced a las aportaciones de los miembros de su parroquia. Debutó en 1923 con la Sociedad Filarmónica de Filadelfia. Tras ganar el premio de canto de la Filarmónica de Nueva York, con el aria "O mio Fernando" de La Favorita de Bellini, actuó como cantante de concierto desde 1925 en su país.
En 1931 se trasladó a Europa becada por el filántropo de Chicago Julius Rosenwald, y se presentó trinufalmente en Berlín en 1931. Realizó varias giras por Europa, de las que destaca especialmente la de los países escandinavos, en la que fue condecorada por Gustavo V de Suecia y en la que el compositor Jean Sibelius le dedicó la canción Solitude. Asimismo, estudió Carmen de Bizet en Rusia bajo la dirección de Stanislavsky.
En 1936 actúa ante el presidente Roosevelt en la Casa Blanca e incia una amplia gira de más de setenta conciertos durante los siguentes tres años. A pesar de ello, en 1939, una prestigiosa asociación femenina vetó su actuación en el Constitution Hall de Washington por motivos racistas. La protesta, que encabezó la propia esposa del presidente Roosevelt, concluyó con un espectacular concierto de la cantante en la escalinata del monumento a Lincoln el domingo de Resurrección de ese mismo año. No fue la única humillación a la que Anderson fuera sometida por motivos raciales, aunque contó, por otro lado, con numerosos defensores y logró ser la primera cantante de raza negra en actuar en el Metropolitan de Nueva York, en 1955, donde debutó con Ulrica, la bruja negra de Un Ballo in Maschera de Verdi
Marian Anderson se dedicó con mayor frecuencia al concierto, campo en el que destacó por su versatilidad y por su facilidad para los idiomas (llegó a cantar en nueve distintos). Fue excelente intérprete de los "lieder" de Schubert y Schumann. Considerada por Toscanini como la voz del siglo, su interpretación resulta sobrecogedora en piezas como La muerte y la doncella de Schubert o Stille Tränen (Lágrimas silenciosas) de Schumann, que interpretó transportada una cuarta por debajo de su tono original (la pieza es paticularmente aguda), prestándole un coloración vocal completamente diferente a la habitual.
En 1942, estableció un premio internacional con su nombre y, tras la guerra, realizó una amplia gira mundial a petición del gobierno americano. Convertida en una institución, fue nombrada miembro de la delegación americana en las Naciones Unidas por el presidente Eisenhower y cantó en las juras de los presidentes Eisenhower y Kennedy. En 1965 se despidió de los escenarios con un concierto en el Carnegie Hall de Nueva York.
A lo largo de su carrera, publicó los libros What a morning! (memorias) y My Lord, y recibió condecoraciones como la Medalla de la Libertad (1962) la Medalla de Honor del Congreso y la Medalla Nacional de las Artes (1986). En 1991, se le otorgó un premio Grammy por su carrera.
(Atlantic City, 1888 - Stamford, 1959) Dramaturgo estadounidense. Después de completar sus estudios universitarios y tras un breve paréntesis como docente y periodista, se inició en el teatro con The White Desert (1923), tragedia de tonos sombríos, a la que siguió el drama antibelicista What Price Glory? (1924), escrito en colaboración con Laurence Stallings y que obtuvo un gran éxito de público y crítica.
Tras The Gods of the Lightenings (1928), drama social sobre el caso Sacco y Vanzetti, escrito en colaboración con Harold Hickerson, abandonó el teatro de denuncia y, durante diez años, se dedicó a la composición de dramas en verso, entre los que destaca High Tor, de 1937. De la lectura de sus ensayos -desde The Essence of Tragedy (1939), pasando por The Basis of Artistic Creation (1942), hasta Off Broadway (1947)- se deduce que para él el teatro es "un rito antiguo que fortalece y confirma la fe del hombre en su propio destino" y que la poesía, "el lenguaje de los sentimientos", es el único medio lingüístico capaz de devolver al drama su antigua función catártica.
Compartía con Aristóteles el concepto del dramaturgo como profeta y la idea de la finalidad ética de la obra de teatro: estas premisas teóricas colocaban sus obras en clara oposición al teatro de aire periodístico que se representaba en su época. Sus dramas tratan temas que él considera universales e intemporales -el ansia y la responsabilidad del poder, la lucha entre las aspiraciones al amor y a la libertad, y los obstáculos que imponen la historia y la autoridad-, temas que afronta lúcidamente en Elizabeth the Queen (1930), Mary of Scotland (1933) y en Ann of the Thousand Days (1948).
Todas estas obras son fieles reconstrucciones de la época Tudor y un nuevo modo de proponer la tragedia isabelina, pero resultan pesadas por sus evidentes reminiscencias literarias y están recargadas de efectos teatrales. Con Both your Houses (1933), sátira en prosa contra la corrupción parlamentaria, obtuvo el premio Pulitzer. La herencia del valle (1934), sobre la figura de George Washington, inaugura la serie de dramas en verso sobre temas norteamericanos; destacan entre otros Más allá del invierno (1935), inspirada, esta vez en clave poética, en la historia de Sacco y Vanzetti, y una tragedia de amor y de muerte, rica en ecos shakespearianos, calcada sobre la de Romeo y Julieta, que vibra de tensión dramática a pesar del convencionalismo de su lenguaje.
Entre los numerosos dramas que escribió en la posguerra hay que señalar Joan of Lorrain (1946), en el que adopta el recurso pirandeliano de hacer hablar a los actores que deben representar la obra; Lost in the Stars (1948), adaptación teatral de Cry, the Beloved Country, novela de Alan Paton, y Barefoot in Athens (1951), sobre la figura de Sócrates.
Maxwell Anderson dominó la escena de los años treinta, aunque su filosofía política y sus principios estéticos le acarrearon la desaprobación de muchos críticos, especialmente de los marxistas. Fue un personaje aislado, una voz ajena: en una época de creciente colectivismo se presentó como el portador de un individualismo desenfrenado, y se consagró a un verso blanco que, en un clima de intensos experimentos lingüísticos, ya estaba desautorizado y había quedado reducido a un mero recurso retórico