Poeta, ensayista y libretista estadounidense de origen británico. Nacido en el seno de una familia católica, manifestó una pronta atracción por la poesía.
Su reputación en este campo empezó a verse reconocida a partir de 1928, en que Stephen Spender, compañero de estudios en la Universidad de Oxford, hizo una edición privada de sus poemas. Tras graduarse ese mismo año, impartió clases en distintos centros británicos, colaborando con su compañero de la infancia, Christopher Isherwood, en dramas en verso como El perro bajo la piel (1935) y La subida del F-6 (1936).
El tono profético y el contenido social de sus poemas lo convirtieron en el poeta clave de la lírica británica de la década de 1930. El convencimiento que expresan las obras de este período de que la fuerza de la palabra y la acción política podían cambiar el curso de la historia, se vio trágicamente cuestionado a raíz del estallido de la guerra civil española. La derrota de la causa republicana y el avance del fascismo en Europa le obligaron a replantearse su concepción del arte: lejos de influir en el curso de la historia, aquél no era más que un producto de ésta.
A pesar de las críticas que le llegaban desde su patria por lo que se consideraba una «huida», en 1939 fijó su residencia en Estados Unidos. Allí conoció a Chester Kallman, un joven poeta con el cual compartiría el resto de su vida. Fruto de la colaboración entre ambos fueron algunos de los más perfectos libretos de ópera de la historia del género: La carrera del libertino (1951), con música de Stravinski; Elegía para jóvenes amantes (1961) y Los basáridas (1966), ambas para Henze. Su última etapa creativa estuvo marcada por su aproximación al cristianismo y su preocupación por la adecuación entre arte y verdad: La edad de la ansiedad (1947), El escudo de Aquiles (1955), En torno a la casa (1965)
(Antibes, 1899 - París, 1965) Dramaturgo, poeta y novelista francés. Tras completar sus estudios trabajó hasta los treinta años como escribano de una notaría, y en 1930 se estableció en París donde se desempeñó como periodista de Le Journal y Le Petit Parisien. Entró en la literatura participando en un concurso de poesía convocado por Jean Paulhan. Su primera antología poética, L´Empire et la Trappe, suscitó considerable interés. Después siguieron Race des hommes (1937), Des tonnes de semence (1941), Toujours (1944) y Remparts (1953), obras que intentan devolver la forma y la retórica a la poesía, después del huracán surrealista.
Las mejores cualidades de Jacques Audiberti como poeta, más allá de un simbolismo muchas veces didáctico, son su franca sensualidad y su áspera ironía. Volvemos a encontrarlas, acompañadas de una virtuosista mezcolanza de estilos, también en sus novelas: Abraxas (1938), Cent jours (1947), Le maître de Milan (1950), Les jardins et les fleuves (1956), hasta su último trabajo narrativo, Las tumbas cierran mal (Tombeaux ferment mal, 1963).
Pero el género literario con el que pudo mostrar mejor sus cualidades y dar una expresión más cumplida a los temas que más le obsesionaban fue ciertamente el teatro. Estrenó por primera vez en 1946 con la obra Quoat-Quoat, a la que siguieron, por citar sólo las obras más significativas, El mal corre (Le mal court, 1947), su mayor éxito y, ciertamente, su obra más acertada, La fête noire (1948), Les naturels du Bordelais (1953) y Opéra parlé (1956), antes de dejar sitio a un "divertimento" exclusivamente delirante con La fourmie dans le corps (1961).
Hacia los años cincuenta se le consideraba, junto con E. Ionesco, A. Adamov, S. Beckett y J. Genet, entre los iniciadores del teatro del absurdo. "Mi teatro -declaró Audiberti durante una entrevista- no tiene nada de nuevo ni de provocativo. Siempre he tratado el mismo argumento: el conflicto entre el bien y el mal, entre el alma y la carne", que puede convertirse en la lucha entre el paganismo y el cristianismo, entre la vida organizada y las misteriosas fuerzas negativas de la especie o entre la aspiración a lo absoluto y los compromisos de el sistema constituido. Son comedias construidas sin ninguna preocupación por la trama, muchas veces ilógica y arbitraria, y que obtienen toda su fuerza de una brillante fantasía verbal, a punto de desembocar de vez en cuando en el "pastiche" estilístico, en el delirio lírico, en el juego irónico o en la invención barroca