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Biografía de Federico Martín Bahamontes

Santo Domingo, España, 1928

Ciclista español. Siendo todavía un niño se trasladó, junto con su familia, a Toledo, ciudad en la que su padre encontró trabajo como guardia jurado. En 1948 dispuso de su primera bicicleta, y aquel mismo año demostró sus extraordinarias cualidades para la práctica del ciclismo al obtener la victoria en la Vuelta a Ávila, la primera carrera por etapas en la que participó. Profesional desde 1954, destacó por su habilidad en la gran montaña, así como por su carácter temperamental y excéntrico. Fue el mejor escalador en seis ediciones del Tour de Francia, competición que ganó en 1959. Ello lo convirtió en el primer español en conseguir este logro, y a su regreso a España fue recibido con honores de campeón y nombrado mejor deportista del año. En esta misma prueba, la más importante del calendario ciclista, obtuvo un segundo puesto en 1960 y un tercero en 1961. Llamado por su procedencia «el Águila de Toledo», en su palmarés figuran también un Campeonato de España, dos Vueltas a Asturias, una Vuelta a Madrid y una Vuelta a los Puertos. Se retiró del deporte en 1965, tras lo cual abrió una tienda de material deportivo en Toledo

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(Abd al-Bahá; Shiraz, 1844 - Acre, 1921) Dirigente del movimiento religioso bahaísta. Al tomar el liderazgo del grupo religioso adoptó el nombre de Abdul Bahá, ´Sirviente de la Gloria´. También fue conocido con el nombre de Abbas Effendi

Era el hijo mayor del profeta bahaísta Bahá Allah, cabeza de una de las dos sectas en las que se escindió en babismo tras al ejecución de Bab at Tabriz en 1850. Nació el mismo día que el Bab, fundador de la religión bahaísta, anunció el nacimiento de un nuevo ciclo religioso en la historia. Desde su temprana juventud compartió los sufrimientos y exilios de su padre. Tenía solo ocho años cuando Bahá Allah fue encarcelado por declararse defensor de la fe del Bab.

Posteriormente tuvo que sufrir el exilio desde Bagdad, donde su padre tenía su cuartel general, a la capital del Imperio Otomano, Estambul. En 1868, obligado por las autoridades otomanas, tuvo que partir una vez mas hacia el destierro con su padre y el resto de su familia. Esta vez fueron confinados en Acre, actual Haifa, donde vivió la mayor parte de su vida. Una vez alcanzada su mayoría de edad dio muestras de liderazgo, inteligencia y servicialismo, lo que le hizo ganar un gran prestigio entre la comunidad bahaísta.

A la muerte de su padre, sucedida en mayo de 1892, pasó a ocupar el liderato de los bahaístas. Bahá Allah le designó en su testamento, titulado el Libro de mi Pacto, como la única persona autorizada para interpretar sus enseñanzas y como "Cabeza de la Fe". De esta forma trataba de evitar una escisión en su doctrina, asentar sus débiles cimientos y preservar la integridad de sus enseñanzas. Abdul Bahá recibió el consejo de su padre de difundir su mensaje de esperanza y paz universal a todos los rincones del mundo, con el fin de lograr la unidad esencial de todos los pueblos. La decisión de Bahá Allah contó en un primer momento con la oposición de sus otros hijos, quienes afirmaban que no podía haber mas revelaciones por mil años tras la muerte de Bahá Allah.

A partir de ese momento, Abdul Bahá trató de seguir el sistema de vida Bahá y convertirse en un ejemplo, el incorruptible intermediario que hiciera llegar al mundo las medidas prácticas para el nacimiento de una nueva civilización. Se encontró con una religión que se había extendido más allá del Imperio Otomano y Persia, incluso hasta el Turquistán, Birmania, India, Egipto y Sudán. Con el fin de lograr sus objetivos aclaró las enseñanzas de su padre, amplió sus doctrinas y diseñó los rasgos esenciales de las instituciones administrativas de la religión. Trazó las líneas maestras para lograr la expansión de la comunidad bahaísta.

Estableció que el gobierno de las comunidades bahaístas comenzaba en el escalón más bajo con la elección del guía espiritual local, quien tenía jurisdicción sobre toda la asamblea. Todos estos delegados se reunían a escala nacional en una Convención Nacional, que a su vez elegía a sus representantes en una Convención Internacional, de la cual salía el Comité Internacional que dirigía los destinos de la religión.

Este Comité, que reunía todos los poderes legislativos y judiciales, fue establecido por Abdul Bahá en Haifa. En 1898, cuando aún estaba preso de los otomanos en Acre, recibió a los primeros peregrinos occidentales. En 1908, tras la Revolución de los Jóvenes Turcos, las autoridades otomanas le concedieron la libertad, aunque él prefirió permanecer en su residencia de Haifa.

Durante la mayor parte del resto de su mandato se dedicó a recorrer el mundo con el fin de propagar las enseñanzas del bahaísmo. Entre 1911 y 1913 realizó una serie de viajes que le llevaron a África, Europa y América. En esta gira proclamó los mensajes de unidad y justicia social heredados de su padre a las iglesias y congregaciones bahaístas. Habló en numerosos foros, ante sindicalistas, universitarios, periodistas, funcionarios y otras diversas audiencias. En todo Oriente y Occidente era conocido como el embajador del la paz, el adalid de la justicia y el principal exponente de una nueva fe.

Afirmaba que el amor es la ley mas grande, la base de la verdadera civilización, y que la suprema necesidad de la humanidad es la cooperación y reciprocidad entre todos los seres humanos. La raza humana era una sola, lo cual era la principal doctrina de fe y la base de la unidad de todas las religiones. Condenaba todas las formas de prejuicios, ya fueran religiosos, raciales, clasistas y nacionalistas. Declaraba que debía existir armonía entre la religión y la ciencia, la igualdad del hombre y la mujer, la adopción de una lenguaje universal, la abolición de los extremos de pobreza y riqueza, la creación de un tribunal mundial para aclarar las disputas entre las naciones, la exaltación del trabajo, la glorificación de la justicia como principal principio en la sociedad y la religión como un baluarte para la protección de todos los pueblos y naciones.

Sus seguidores afirmaban que en la persona de Abdul Bahá se juntaban las características de una naturaleza humana y un conocimiento sobrehumano, lo que le permitía alcanzar una existencia completamente armonizada. Durante la Primera Guerra Mundial la corona británica le concedió el título de sir por sus servicios. Cuando falleció en 1921 había logrado consolidar la religión bahaísta y la había hecho llegar hasta 35 países. Los más importantes grupos bahaístas se encontraban en el norte de África, Lejano Oriente, Australia y Estados Unidos.

Durante sus funerales, celebrados el 29 de noviembre de 1921, se reunieron más de 10.000 personas, entre los que se encontraban judíos, cristianos y musulmanes. Fue enterrado en el ala norte del santuario del Bab, en Haifa, donde estaba enterrado el fundador de la fe; el santuario se convirtió en un lugar de peregrinaje. En su testamento designó a su hijo mayor, Shoghi Effendi Rabbani, como su sucesor, a quien reconoció como el único autorizado para interpretar las enseñanzas de su abuelo. Sus numerosos escritos comprendían cartas, conferencias y oraciones.

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