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Biografía de Bela Bartok

Nagyszenmiklós, hoy Sinnicolua Mare, actual Rumania, 1881-Nueva York, 1945

Compositor húngaro. Junto a su compatriota Zoltán Kodály, Bela Bartok es el compositor más importante que ha dado la música húngara a lo largo de su historia y una de las figuras imprescindibles en las que se fundamenta la música contemporánea.

Hijo de un maestro de la Escuela de Agricultura de Nagyszenmiklós, los siete primeros años de vida del futuro músico transcurrieron en esta pequeña localidad, hoy perteneciente a Rumania. Fallecido su padre en 1888, su infancia se desarrolló en las diversas poblaciones húngaras a las que su madre, institutriz, era destinada.

Aunque los primeros pasos de Bartok en el mundo de la música se decantaron hacia la interpretación pianística (en 1905 llegó a presentarse al prestigioso Concurso Rubinstein de piano, en el que fue superado por un joven Wilhelm Backhaus), pronto sus intereses se inclinaron decididamente por la composición musical. De trascendental importancia fue el descubrimiento del folclor húngaro que Bartok, junto al mencionado Kodály, estudió de manera apasionada de pueblo en pueblo y de aldea en aldea, con ayuda de un rudimentario fonógrafo y papel pautado.

Su influencia en su propia labor creadora sería determinante, hasta convertirse en la principal característica de su estilo y permitirle desvincularse de la profunda deuda con la tradición romántica anterior –en especial de la representada por autores como Liszt, Brahms y Richard Strauss– que se apreciaba en sus primeras composiciones, entre las que figura el poema sinfónico Kossuth.

No sólo el folclor húngaro atrajo sus miras: también lo hicieron el eslovaco, el rumano, el turco o el árabe. Con todo, no hay que pensar por ello que en sus obras se limitara a citarlo o a recrearlo, antes al contrario: el folclor era sólo el punto de partida para una música absolutamente original, ajena a los grandes movimientos que dominaban la creación musical de la primera mitad del siglo XX, el neoclasicismo de Stravinski y el dodecafonismo de Schönberg, por más que en ocasiones utilizara algunos de sus recursos.

Si bien en algunas composiciones se conserva total o parcialmente la melodía original (Cuarenta y cuatro dúos para dos violines), en otras, sobre todo en las más maduras, se asiste a la total absorción de los ritmos y las formas populares, de manera tal que, pese a no existir referencias directas, se advierte en todo momento su presencia. Páginas como las de la única ópera escrita por el músico, El castillo de Barba Azul; los ballets El príncipe de madera y El mandarín maravilloso; el Concierto para piano n.º 1 y el Allegro bárbaro para piano contribuyeron a hacer de Bartok un autor conocido dentro y fuera de las fronteras de su patria, a pesar del escándalo que suscitaron algunas de ellas por lo atrevido de su lenguaje armónico, rítmico y tímbrico.

Profesor de piano en la Academia de Música de Budapest desde 1907 y director adjunto de esta misma institución desde 1919, en 1934 abandonó los cargos docentes para proseguir su investigación en el campo de la musicología popular, al mismo tiempo que, como pianista, ofrecía recitales de sus obras en toda Europa y continuaba su tarea creativa, con partituras tan importantes como Música para cuerdas, percusión y celesta y la Sonata para dos pianos y percusión.

El estallido de la Segunda Guerra Mundial le obligó, como a tantos otros de sus colegas, a buscar refugio en Estados Unidos. Allí, a pesar de algunos encargos puntuales como la Sonata para violín solo o el Concierto para orquesta, Bartok pasó por serias dificultades económicas, agravadas por su precario estado de salud. A su muerte, a causa de una leucemia, dejó inacabadas algunas composiciones, como el Concierto para piano n.º 3 y el Concierto para viola, ambas culminadas por su discípulo Tibor Serly

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(Roma, 1966) Mezzosoprano italiana considerada una de las voces del bel canto más importantes de los últimos tiempos. Desde los inicios de su carrera, Cecilia Bartoli se impuso como una auténtica especialista en el bel canto, especialmente en Gioacchino Rossini. Sus primeras grabaciones con música de este compositor supusieron los primeros grandes éxitos de la cantante, cuya carrera ha seguido desde entonces una línea ascendente. Pero la mezzosoprano italiana no se contentó con cultivar un único repertorio, y pronto destacó igualmente como intérprete mozartiana y del repertorio clásico en general, así como también del repertorio barroco

Cecilia Bartoli estudió en el Conservatorio de Santa Cecilia de la capital italiana, aunque también sus padres (ambos cantantes profesionales) participaron en su formación musical. La madre, Silvana Bazzoni, se ocupó de introducirla en la técnica vocal, y su padre, Angelo Bartoli, en la interpretación


Cecilia Bartoli

Aunque a la edad de nueve años participó en un montaje de la ópera Tosca de Giacomo Puccini en la Ópera de Roma (interpretó el breve papel del pastor), su interés por el canto no se despertó hasta siete años más tarde. Ella misma así lo reconoció en cierta ocasión en una entrevista: “No descubrí el canto hasta los dieciséis años; mi primera pasión fue el flamenco”. Bartoli estaba convencida de que “si no hubiera empezado con el canto, hubiera iniciado una carrera profesional en una compañía de danza flamenca”

En 1985 cantó en la televisión, y la casualidad quiso que el director de orquesta Riccardo Muti la escuchara. Muti la invitó a cantar en la Scala de Milán y en 1993 Bartoli participó en un montaje a las órdenes del director en el coliseo milanés: nada menos que un Don Giovanni de Mozart. Por aquellos años, la cantante ya empezaba a ser conocida, especialmente como intérprete belcantista, sobre todo de Rossini.

Pero así como Herbert von Karajan se fijó en ella para interpretar la Misa en si menor de Bach en Salzburgo en 1990, otro gran maestro, Daniel Barenboim, consideró que su voz y su estilo eran ideales para dar vida a los personajes de las óperas de Mozart sobre libretos de Lorenzo da Ponte. Fue entonces cuando cantó por primera vez en Estados Unidos, en 1990, en el Lincoln Center de Nueva York. Su triunfal debut en la Metropolitan Opera House de la ciudad de los rascacielos tuvo lugar seis años después

Las grabaciones discográficas, con obras de Rossini y Mozart, se sucedían y la mezzosoprano italiana era ya considerada una de las cantantes más importantes del momento. En 1998 fue el Cherubino de Le nozze di Figaro de Mozart en Zurich a las órdenes de Nikolaus Harnoncourt, y su vinculación con el teatro de esta ciudad suiza la llevó a instalarse allí, donde sigue residiendo

El interés por el repertorio barroco que Bartoli ha manifestado siempre se ha traducido en grabaciones discográficas de gran nivel, la mayoría consideradas referenciales por la crítica especializada, como la magnífica versión de la ópera Rinaldo de Händel dirigida por Christopher Hogwood y los famosos Vivaldi Album y Gluck Album, todos ellos auténticos éxitos de ventas, a los cuales cabe añadir el clásico Salieri Album

Intérprete temperamental, vital y apasionada, capaz de expresar al cantar el más intenso dramatismo y la mayor de las alegrías, Bartoli es también rigurosa y reflexiva. Conoce a la perfección aquello que interpreta tras un profundo estudio y plantea su trabajo desde una óptica cercana al historicismo, aunque nunca deja de implicarse emocionalmente en su trabajo. Su sinceridad no pasa desapercibida por el público de los teatros ni por los millones de aficionados que disfrutan de la belleza de sus grabaciones

Entre sus discos recientes, el que lanzó en 2005 se erigió en poco tiempo como uno de sus más rotundos éxitos. Se trata del titulado Opera proibita, junto a Les Musiciens du Louvre dirigidos por Marc Minkowski, y centrado en arias de Händel, Caldara y Scarlatti compuestas entre finales del siglo XVII y principios del XVIII, en un momento en que la ópera estaba prohibida por deseo expreso del Vaticano. Los compositores de la época se vieron obligados a abandonar la creación de óperas en beneficio de los oratorios, pero la intensidad dramática de éstos poco tenía que envidiar a las obras escénicas, y algunas de las composiciones contenidas en esta grabación podrían formar parte sin ningún problema de representaciones operísticas. Ese repertorio verdaderamente exquisito, y no precisamente fácil de interpretar ni en el plano técnico ni en el expresivo, fue escuchado en la época en que se forjó en las voces de los castrati, dado que sobre las mujeres pesaba la prohibición de cantar en los templos

Aunque los nombres de Rossini, Mozart y Vivaldi vienen de inmediato a la mente del aficionado al oír pronunciar el nombre de Cecilia Bartoli, la cantante aspira a una mayor diversidad en lo que al repertorio se refiere, y en este sentido ha manifestado su deseo de incorporar a su actividad papeles como el rol protagonista de la ópera Carmen de Bizet.

Cabe recordar al respecto que, de llevarse a cabo este proyecto, no sería la primera vez que la mezzosoprano romana abordara repertorios distintos al barroco y al clasicismo, y para muestra uno de sus mejores discos, el titulado In paradisum, de 1999, en el que, junto al barítono galés Bryn Terfel y al Coro y Orquesta de la Accademia Nazionale di Santa Cecilia de Roma a las órdenes de Myung-Whun Chung, interpretó los réquiems de Gabriel Fauré y Maurice Duruflé. Asimismo, con Chung al piano, Bartoli grabó en 1996 un recital de música de autores franceses como Ravel, Bizet, Berlioz y Delibes, titulado Chant d’amour, y tres años antes participó en la grabación de una versión de la ópera Manon Lescaut de Puccini a las órdenes de James Levine, en la que intervenían Mirella Freni y Luciano Pavarotti

Otro rasgo que muestra la versatilidad de la cantante es repasar la lista de los músicos con los que ha colaborado. Entre ellos encontramos agrupaciones señeras del historicismo, como Il Giardino Armonico, Akademie für Alte Musik Berlin, Les Arts Florissants y otros. Pero también directores de orquesta de corte tradicional, como Giuseppe Sinopoli, Georg Solti, Franz Welser-Möst, Claudio Abbado, Riccardo Chailly y un largo etcétera, y pianistas acompañantes como, entre otros, András Schiff y Jean-Yves Thibaudet. Con todo, para la inmensa mayoría, Bartoli es una indiscutible especialista en el bel canto y en los repertorios barroco y clásico

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