Escritor, médico y político puertorriqueño. Autor de una obra literaria escrita en francés (lengua que dominaba con absoluta maestría), se convirtió en una de las figuras más representativas de la intelectualidad antillana del siglo XIX, y llegó a protagonizar diferentes episodios que le condujeron a la presidencia del primer gobierno provisional independiente de Puerto Rico
Nacido en el seno de una familia acomodada (era hijo de un poderoso hacendado que poseía numerosos latifundios y esclavos), con apenas diez años fue enviado a Francia para que cursara allí el bachillerato y, posteriormente, los estudios superiores de Medicina; durante este largo período de residencia en París (1837-1855), el joven Ramón Emeterio Betances fue adquiriendo una conciencia política de marcado sesgo liberal, que le condujo a tomar parte activa en los acontecimientos revolucionarios desatados en la capital gala durante 1848.
Al mismo tiempo, fue afirmándose en él una viva vocación literaria que le permitió darse a conocer como escritor en Francia, con dos narraciones (Les deux indiens y Courtissanes), una comedia en verso (Un cousin de Louis XIV) y un tratado científico-médico basado en su tesis doctoral (Las causas del aborto). Especial interés mereció la primera de las obras recién citadas, un bello relato romántico, de talante progresista e igualitario, en el que Ramón Emeterio Betances sustentaba la posibilidad de que una mujer española pudiese llegar a perder la vida por un indio
De regreso a su Puerto Rico natal, tuvo ocasión de demostrar sus conocimientos médicos y sus ideas igualitarias en 1856, cuando una virulenta epidemia de cólera que arrasaba la población de Mayagüez le granjeó un merecido reconocimiento entre la población menos favorecida, a la que Betances atendió sin condiciones.
Convertido así en una de las figuras más populares de los movimientos sociales puertorriqueños, se manifestó abiertamente en contra de la esclavitud y llegó a fundar una asociación clandestina cuyos únicos fines se orientaban a conseguir su abolición. A causa de estas actividades, fue desterrado de la isla antillana en 1858, por lo que regresó a Francia dispuesto a contraer matrimonio con su sobrina María del Carmen Heuri.
Pero la joven falleció repentinamente a causa de unas fiebres tifoideas, desgracia que sumió al médico humanista en una aguda fase de desesperación que quedó bien plasmada en la narración titulada La vierge de Boriquen, un relato de acentuada morbosidad romántica en la que, desde las claras influencias del norteamericano Edgar Allan Poe, pueden apreciarse curiosas anticipaciones de posteriores aspectos temáticos y recursos formales característicos del surrealismo (imperio del absurdo, ambientación onírica, ocultismo, demencia, simbolismo numérico, etc.)
Levantado el destierro, regresó pronto a Puerto Rico para centrarse fundamentalmente en actividades médicas y en asuntos sociales que le fueron implicando de lleno en el espíritu de patriotismo nacionalista propagado por aquellos años entre buena parte de sus compatriotas. Sus publicaciones, a partir de entonces, se orientaron casi exclusivamente hacia los temas políticos, en los que cada vez más aparecía Betances como una de las voces más liberales y revolucionarias de la isla.
En 1868 tomó parte activa en el movimiento independentista conocido como Grito de Lares, de resultas del cual quedó convertido en el primer presidente independiente del gobierno provisional surgido de dicho levantamiento contra la soberanía española. Pero el fracaso de esta acción (que quedó reducida a una mera anécdota en la historia del independentismo hispanoamericano, al no contar con el apoyo de todas las fuerzas liberales) envió de nuevo al exilio a Betances, quien pronto pasó a vincularse con las luchas en favor de la independencia de Cuba
Siguió cultivando la escritura, ahora volcada al género periodístico y a los asuntos socio-políticos que constituían el eje de sus preocupaciones. En Nueva York fundó, en compañía de otros camaradas, la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico, desde la cual emprendió una campaña periodística que le permitió difundir sus artículos emancipadores por Venezuela (a través de las publicaciones El Federalista y La Opinión Nacional) y, en general, por todo el ámbito caribeño, donde dejó estampados numerosos artículos firmados bajo el pseudónimo de "El Antillano".
La ironía satírica de que hacía gala Betances en estos trabajos periodísticos, sumada a su facilidad para el cultivo de un estilo directo y ameno (desprovisto de la grandilocuencia retórica que, por aquel entonces, solía gravar el discurso político periodístico), convirtió al autor en uno de los intelectuales más leídos de todo el Caribe, donde postuló la necesidad de fundar una Confederación de las Antillas y supo prevenir (sin dejar de cuestionar la soberanía española) sobre el peligro que suponía el establecimiento de fuertes vínculos de dependencia con el emergente imperialismo de los Estados Unidos de América.
En su idealismo revolucionario, llegó a soñar con unas Antillas convertidas en una especie de ámbito neutral desde el que se pudiese contribuir al sostenimiento de las relaciones entre todos los pueblos y naciones del mundo. Esta ideas, expuestas con decisión y valentía en una publicación parisina (la Revista Latinoamericana), no contaron con el apoyo de las fuerzas sociales que podían haber contribuido a su consolidación; pese a ello, Ramón Emeterio Betances dejó un notable influjo en los intelectuales y políticos progresistas caribeños posteriores, quienes le reconocieron como uno de los principales forjadores de la conciencia antillanista y le situaron como eslabón ideológico entre dos figuras tan relevantes del independentismo como el venezolano Simón Rodríguez y el cubano José Martí
Su presencia en las esferas políticas internacionales llegó a cobrar tal importancia que el propio Emilio Castelar se vio forzado a mover poderosos hilos que le impidieron seguir publicando en Le XIXe. Siécle, de París, toda la información emancipadora que periódicamente enviaba como "Courrier des Antilles". A pesar de ello, Ramón Emeterio Betances desempeñó un brillante papel en la primera guerra independentista cubana, al cabo de la cual se tomó un respiro en su intensa actividad política para volver a dedicarse a la investigación científica.
Así, en 1872 publicó en Francia un tratado sobre los orígenes del tétanos, obra a la que siguieron otros escritos de idéntica naturaleza científico-técnica, como una memoria sobre uretrotomía (1887), un libro sobre el cólera (El cólera. Historia, mediadas profilácticas, síntomas y tratamiento, 1890) y una serie de artículos sobre salud pública que vieron la luz en el rotativo madrileño El País. Aunque ya casi había abandonado la escritura de ficción, todavía por aquellos años dio a la imprenta Les voyages de Scaldado, un relato entreverado de denuncias sociales
Ya contaba con sesenta y cinco años de edad cuando el movimiento independentista cubano y puertorriqueño encabezado por José Martí y el Partido Revolucionario Cubano le sacaron de su letargo para devolverle, con nuevos bríos, a la palestra pública antillana. De nuevo tomó la pluma para llenar periódicos y revistas (principalmente, La République Cubaine, de París) de su prosa liberal y emancipadora, siempre al servicio de una ideología republicana, independentista, antillanista y antianexionista.
Pero su sueño de ver convertidas las Antillas en una poderosa Confederación que pudiese marcar, desde la neutralidad, el equilibrio entre el norte y el sur del continente americano, se hizo añicos a raíz de la intervención de los Estados Unidos en la lucha anticolonial, circunstancia que le sumió en un apesadumbrado abatimiento del que ya sólo habría de sacarle su inminente deceso
(Ingrid Betancourt Pulecio; Bogotá, 1961) Política colombiana. Ex candidata a la presidencia de su país, sufrió un calvario de más de seis años como cautiva de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Convertida en símbolo de todos los secuestrados, fue liberada el 2 de julio de 2008 por el ejército colombiano en una espectacular operación en la selva
Hija del político Gabriel Betancourt, ministro de Educación durante el régimen militar de Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957), y de Yolanda Pulecio, reina de belleza y miembro de la Cámara de Representantes, Ingrid Betancourt nació en una de las familias de más rancio abolengo del país, de origen franco-normando. Alumna del liceo francés de Bogotá, la familia marchó al extranjero siguiendo la carrera diplomática del padre, que llegó a ser embajador colombiano ante la UNESCO.
Ingrid Betancourt
Ingrid estudió en una escuela privada británica y en el Instituto de Estudios Políticos de París, donde fue alumna del que sería primer ministro francés Dominique de Villepin y en el que obtendría, en 1983, una licenciatura en comercio exterior y relaciones internacionales. Ese mismo año se casó con su compañero de estudios y diplomático Fabrice Delloye, por lo que adquirió la nacionalidad francesa, que compartió con la colombiana. Frutos de este matrimonio, que terminaría en divorcio en 1990, fueron sus hijos Mélanie (1985) y Lorenzo (1988).
No regresó a Colombia hasta 1989, coincidiendo con el seísmo político causado por el asesinato de Luis Carlos Galán, líder del Partido Liberal y candidato presidencial con el que había colaborado su madre. Trabajó como asesora en el Ministerio de Hacienda y se afilió al Partido Liberal para denunciar la corrupción y el caciquismo que, a su juicio, gangrenaban a la clase política y frustraban cualquier cambio.
En 1994 protagonizó su primera campaña política, como azote de la corrupción, con un lenguaje tan acerado como irreverente, y fue elegida diputada en la Cámara de Representantes. En ella formó parte del grupo de "Los cuatro mosqueteros" (con María Paulina Espinosa, Carlos Alonso Lucio y Guillermo Martínez Guerra) que ganó notoriedad por sus requisitorias. Betancourt entró en la disidencia cuando acusó al presidente de la República, Ernesto Samper, también liberal, de haber aceptado dinero del cartel de Cali. Junto con Martínez Guerra protestó con una huelga de hambre cuando la comisión parlamentaria constituida ad hoc exoneró a Samper.
En 1997 se casó en segundas nupcias con el publicista colombiano Juan Carlos Lecompte; por esa época trabajó en unas memorias tituladas La rabia en el corazón, que serían publicadas en París en 2001, antes de su secuestro. Tras abandonar el Partido Liberal, Betancourt fundó el Partido Verde Oxígeno, de tendencia ecologista y progresista, por el que concurrió a las elecciones parlamentarias de 1998. Fue elegida senadora con el mayor número de votos (más de 150.000), luego de haber dirimido sonadas polémicas y de haber acusado a los liberales de mantener "unas relaciones vergonzosas con los delincuentes del país", en alusión al narcotráfico y a los paramilitares. Llegó a repartir por las calles condones que simbolizaban la lucha contra "el sida de la corrupción".
La pasión de Ingrid Betancourt por el debate y la polémica no conoció tregua. El mismo año, en la pugna presidencial, militó en favor de Andrés Pastrana, un conservador que prometió una reforma política en profundidad y que abrió las conversaciones de paz con la guerrilla comunista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). En las elecciones de 1999, el Partido Verde Oxígeno obtuvo la alcaldía de San Vicente de Caguán, un municipio de la "zona de distensión" habilitada por el gobierno para parlamentar con los rebeldes
Muy pronto Betancourt se sintió defraudada, de manera que abandonó su escaño en el Senado, y el 20 de mayo de 2001 lanzó su propia campaña presidencial para las elecciones de 2002, en la que fustigó sin descanso a sus adversarios Horacio Serpa y Álvaro Uribe por su supuesta connivencia con la corrupción y los paramilitares, respectivamente
Tras el fracaso del diálogo con la guerrilla, y pese a las advertencias del gobierno y de los mandos militares, Betancourt decidió visitar la zona de San Vicente de Caguán, de actividad guerrillera endémica, para solidarizarse con su alcalde, según aseveró. Durante su viaje en coche, el 23 de febrero de 2002, ella y su asesora Clara Rojas fueron secuestradas por las FARC, en un control de carreteras, y se convirtieron en "prisioneras de guerra". La familia mantuvo su candidatura presidencial, que obtuvo menos del 1 % de los votos. Durante su cautiverio, en respuesta a los que habían censurado su aventura, declaró: "Se ha dicho que fuimos responsables, imprudentes, y que por lo tanto somos culpables de estar aquí secuestradas. Eso es mucha crueldad o mucha ignorancia"
Ingrid Betancourt en una imagen extraída
de un vídeo de los secuestradores (2007)
Esposada dentro de una choza, a veces con una cadena al cuello, en medio de alambradas, o forzada a caminatas extenuantes por la selva, su cautiverio iba a durar más de seis años pese a suscitar un amplio movimiento de solidaridad internacional, así como algunos intentos polémicos de negociación y rescate del gobierno francés y del presidente de Venezuela, Hugo Chávez. El presidente Uribe mantuvo su negativa a cualquier concesión política a cambio de la liberación de los rehenes
Sólo tres pruebas de vida fueron difundidas por sus carceleros. Las dos primeras (2002 y 2003) mostraban a Betancourt aún con buen aspecto físico y la voz firme. Luego, silencio y rumores. La tercera no fue obtenida por el ejército hasta noviembre de 2007, al capturar a varios guerrilleros que tenían en su poder documentos sobre los cautivos. En un vídeo, la rehén aparecía demacrada, muda y sombría, y en una carta a su madre establecía una comparación entre la esclavitud combatida por Lincoln y la situación de los secuestrados. Su conclusión era desoladora: "Aquí, vivimos como muertos"
El 2 de julio de 2008, el ministro colombiano de Defensa, Juan Manuel Santos, anunció la liberación de Betancourt y de otros 14 secuestrados (tres empresarios estadounidenses, siete militares y cuatro policías colombianos), en una operación militar que, bautizada con el nombre clave de "Jaque", se llevó a término con audacia y brillantez en la selva. El ministro explicó que hombres de su confianza, infiltrados en las FARC, habían engañado a los carceleros entregándoles una falsa orden de conducción de los rehenes esposados a otro campamento. Cuando se efectuaba el traslado en helicóptero, los militares desarmaron a los guerrilleros y anunciaron el fin del cautiverio
Saludando tras la liberación
Los liberados fueron trasladados a la base de Catam (San José del Guaviare), donde dieron gracias a Dios por el fin de su cautiverio, que Betancourt atribuyó a un milagro de la Virgen, en sus primeras y conmovedoras palabras. Aunque antes de su secuestro era una católica indiferente, reveló que la fe la había ayudado mucho y que todos los días rezaba con un rosario hecho a mano. Expresó su gratitud al presidente y al ejército, confirmó el relato oficial del rescate y denunció la cruel estrategia de las FARC. Subrayó entre sollozos que se consagraría a la liberación de todos los cautivos. Con su aspecto enflaquecido pero firme, su aparición en los canales televisivos causó una profunda conmoción en Colombia y alteró el panorama político en favor de Uribe
Betancourt se reunió con sus hijos en Bogotá e inmediatamente viajó a París ("Francia es mi casa", dijo), donde el presidente Nicolas Sarkozy la condecoró con la Legión de Honor, que ella dedicó a "todos los que sufrieron y los que siguen cautivos". Acompañada por su familia, el 1 de septiembre de 2008 fue recibida en audiencia privada por el papa Benedicto XVI, cumpliendo uno de sus primeros deseos. Su regreso a Colombia parecía incierto, pues la guerrilla la declaró "objetivo militar". El mismo año fue galardonada con el premio Príncipe de Asturias de la concordia. El jurado estimó que Betancourt personificaba "a todos aquellos que están privados de libertad" y valoró "su defensa de los derechos humanos y su lucha contra la violencia terrorista, la corrupción y el narcotráfico"