Pretendiente a la corona de España. Único hijo varón de Carlos de Borbón y de la princesa Margarita de Borbón-Parma, fue el heredero de la causa tradicionalista iniciada en 1833 por su antecesor el infante Carlos María Isidro
La infancia y adolescencia de Jaime de Borbón estuvo determinada por las pretensiones de su padre de proclamarse rey de España, por la venerada figura de su madre y por la declarada enemistad con su madrastra. El matrimonio de Carlos de Borbón y Margarita de Borbón-Parma se había celebrado en febrero de 1867 y ya habían nacido tres de sus cinco hijos cuando el pretendiente Carlos VII abandonó su residencia francesa para cruzar la frontera y levantarse en armas contra el gobierno de Amadeo de Saboya.
El 2 de mayo de 1872 se colocó al frente de sus seguidores e inició en el norte de España la tercera guerra carlista. Organizó su corte en Estella (Navarra), formó gobierno e incluso acuñó monedas con su efigie, pero no logró que ninguna potencia europea le otorgara reconocimiento como monarca español. En junio de 1874, la princesa Margarita se reunió con su esposo en tierras navarras para convertirse en la "reina" más popular, querida y legendaria del carlismo pero, sólo un mes más tarde, el pretendiente al trono envió de nuevo a Margarita a Francia
En febrero de 1876, también Carlos VII y sus derrotadas tropas abandonaron España y buscaron refugio en suelo francés. Las desavenencias en el matrimonio, que habían surgido en España, se hacían más profundas y el distanciamiento de la pareja dejó de ser un secreto. Hacia 1881 decidieron vivir separados y la princesa Margarita, junto a sus cinco hijos (Blanca, Jaime, Elvira, Beatriz y Alicia), instaló su residencia en Italia, donde falleció el 29 de enero de 1893, mientras don Carlos vivía un apasionado romance con una actriz vienesa.
A pesar de la manifiesta oposición de sus hijos, el rey carlista contrajo de nuevo matrimonio en 1894 con la aristócrata austriaca María Berta de Rohan, y la pareja se trasladó al palacio Loredán en Venecia. Para los seguidores de la dinastía carlista, el nuevo enlace del pretendiente al trono traería consecuencias funestas para la causa del tradicionalismo histórico. Carlos falleció en 1909 y su viuda en 1945, después de dilapidar la cuantiosa fortuna familiar
Cuando don Jaime de Borbón se convirtió en el heredero natural de las pretensiones monárquicas de su padre, tenía treinta y nueve años y ninguna relación con su progenitor. Veneraba la figura de su madre y su enemistad con la segunda esposa de don Carlos era manifiesta. Años atrás, María Berta había levantado serias calumnias contra el príncipe Jaime para lograr con sus artimañas que don Carlos expulsara a su hijo del palacio Loredán. Algunos historiadores también responsabilizan a la aristócrata austriaca del fracaso amoroso de Jaime con la princesa Matilde de Baviera. Según su relato, fue ella quien nuevamente convenció a su esposo de que la princesa bávara tenía una pésima reputación y no convenía emparentarla con la familia. Carlos VII deshizo de inmediato el noviazgo y su heredero, su único hijo varón, nunca contrajo matrimonio.
Don Jaime I murió en 1931 sin descendencia y la línea dinástica del carlismo recayó en el hermano menor de su padre, el infante Alfonso, que tomó el nombre de Alfonso Carlos I y que, al morir también sin descendencia en 1936, se convirtió en el último representante directo de la dinastía carlista. El pleito dinástico concluía así de forma natural pues, agotada la varonía en la rama del infante Carlos María Isidro, la herencia legítima de los derechos carlistas pasaba a la rama familiar del infante don Francisco de Paula (hermano menor de Fernando VII) y de su sucesor directo, el rey Alfonso XIII
Meses antes de su muerte, don Jaime y su primo Alfonso XIII ya habían dado los primeros pasos de acercamiento. La proclamación de la República en abril de 1931 creaba en España un nuevo marco político que forzaba a las dos ramas monárquicas a olvidar su antagonismo histórico y buscar el entendimiento. En el exilio, el rey depuesto y el pretendiente carlista firmaron un acuerdo por el que se comprometían a trabajar unidos en el proyecto común de defender la causa monárquica.
También pactaron que, una vez conseguida la restauración y la formación de Cortes Constituyentes, fuera la Cámara quien nombrara al titular de la Corona española. Si Alfonso XIII resultaba elegido, don Jaime y su tío Alfonso Carlos deberían renunciar a sus derechos y serían reconocidos como infantes de España. Si, en caso contrario, el pretendiente carlista era proclamado rey, don Alfonso recibiría el correspondiente derecho para que uno de sus hijos fuera en el futuro el titular de la dinastía real española
Don Jaime y don Alfonso se reunieron por primera vez en la casa parisina del pretendiente carlista el 23 de septiembre de 1931. Dos días después, don Jaime almorzó con Alfonso y Victoria Eugenia en su residencia de Fontainebleau. Al término de sus dos entrevistas, ambos príncipes declararon a la prensa internacional que, sin renunciar a sus derechos, habían alcanzado un acuerdo político en pro de la causa monárquica. Una semana más tarde, don Jaime falleció de forma repentina como consecuencia de una angina de pecho. Alfonso XIII asistió a los funerales donde algunos carlistas ya le reconocieron como su soberano.
Pero la dinastía tradicionalista todavía tenía un representante, el infante Alfonso Carlos, tío de don Jaime y último varón vivo de la Rama Carlista. El anciano pretendiente se apresuró rápidamente a suscribir el acuerdo pactado entre su sobrino y Alfonso XIII y tras mantener una reunión a finales de aquel año en Viena, el 6 de enero de 1932, don Alfonso Carlos dirigió un manifiesto a los españoles en el que, explícitamente, reconocía en la figura de su sobrino al heredero legítimo de sus derechos dinásticos. Fusionadas las dos dinastías, el centenario litigio por la Corona española quedaba liquidado
Sin embargo, las presiones de algunos de los partidarios carlistas más ortodoxos para que don Alfonso Carlos designara un sucesor surtieron efecto y, en enero de 1936, el anciano retiró su apoyo al pacto natural que habían firmado don Jaime y Alfonso XIII y resolvió instituir una regencia en la figura de don Javier de Borbón-Parma y Braganza, un sobrino italiano de su esposa, para que a su muerte resolviera de urgencia la sucesión de la rama carlista.
Ocho meses después, el último bastión de los tradicionalistas moría atropellado. En España había estallado ya la Guerra Civil y el príncipe parmesano y los partidarios carlistas decidieron prolongar la situación hasta el final del conflicto. En 1941, Alfonso XIII abdicó en su hijo Juan y dio paso a una nueva oportunidad para sellar de forma definitiva la unión de las dos dinastías monárquicas. Pero el regente desaprovechó la ocasión y decidió mantener una pugna ficticia durante quince años más. En 1952, don Javier se autoproclamó rey ante el desconcierto de amplios sectores del tradicionalismo histórico y, en 1957, su primogénito Hugo de Borbón-Parma anunció su legitimidad como heredero del trono español. Las cosas habían llegado demasiado lejos y las figuras más representativas del carlismo no estaban dispuestas a tolerar tamaño desatino
Después de varios meses de asambleas en las diferentes provincias españolas, los delegados de la Comunión Tradicionalista acordaron reconocer a don Juan de Borbón y Battenberg como legítimo sucesor de la dinastía carlista con la única condición de que el conde de Barcelona aceptara públicamente los principios de la monarquía tradicionalista. El solemne acto se celebró en Estoril el 20 de diciembre de 1957 y dio el cerrojazo definitivo a la escisión dinástica de los Borbones españoles
(Carlos Luis de Borbón y de Braganza; Madrid, 1818-Trieste, Italia, 1861) Pretendiente a la Corona española. Hijo de Carlos María Isidro (Carlos V) y sobrino de Fernando VII, intentó desde muy joven que le fueran reconocidos sus derechos monárquicos a la Corona española. El primero de dichos intentos, propuesto tras el fin de la Primera Guerra Carlista, fue propugnado por Jaime Balmes, un carlista moderado. Se trataba de unir en matrimonio a Carlos Luis de Borbón y a Isabel II, para contentar tanto a liberales como a carlistas.
Para ello, en mayo de 1845, Carlos María Isidro abdicó en favor de su hijo, quien a su vez tomó el título de conde de Montemolín, convirtiéndose en Carlos VI. Sin embargo, la operación casamentera no fraguó, puesto que los liberales habían vencido en la Primera Guerra Carlista y no estaban dispuestos a hacer concesiones políticas a los vencidos. Ante esta situación, Carlos Luis se fugó de Bourges, enclave francés donde esperaba su regreso a España, y se dirigió a Inglaterra, adonde llegó en 1846. Desde este país, y a finales de aquel mismo año, escribió un manifiesto en el que amenazaba con reavivar la lucha armada si se torpedeaba, como de hecho se hacía, una salida negociada.
Dicha amenaza se cumpliría meses después, cuando en 1847 estalló la Segunda Guerra Carlista (guerra dels Matiners), que tuvo su foco más importante en Cataluña. Tras las primeras batallas, en las que la victoria sonrió siempre a las tropas isabelinas, mandadas por el general Pavía, el ejército carlista pidió la presencia de su líder, Carlos Luis, y éste se vio obligado a abandonar su exilio en Inglaterra y trasladarse a España. Al llegar a los Pirineos, fue detenido por los aduaneros franceses y hecho prisionero.
Ello puso fin a la contienda, pero no se solucionó el conflicto. Una nueva intentona, llevada a cabo en 1860, acabó también en fracaso y al ser detenido Carlos Luis fue obligado a firmar su renuncia al trono de España. Poco después intentó invalidar el documento arguyendo que lo había firmado bajo presión, pero antes de que fuera aceptado le sobrevino la muerte, parece probable que a causa de un envenenamiento