Pintor holandés. Debe su nombre a su ciudad natal, en la que al parecer permaneció durante toda su vida. Fue hijo y nieto de pintores, por lo que su educación tuvo lugar probablemente en el taller familiar, y realizó un matrimonio ventajoso, que le permitió vivir desahogadamente, entregado a su vocación por la pintura, que le reportaría un gran éxito. No muchos años después de su muerte, personalidades como el rey Felipe II fueron coleccionistas fervorosos de sus obras, que se hallan repartidas por todo el mundo y de las que existe una excelente muestra en el Museo del Prado.
Aunque se desconoce la cronología de su producción artística, se cree que pertenecen a la primera época sus obras más convencionales, como El charlatán o La crucifixión. En el centro de su carrera se sitúan sus realizaciones más famosas, una serie de creaciones abarrotadas de figuras, completamente al margen de la iconografía de la época, ambientadas en paisajes imaginarios y repletas de elementos fantásticos y monstruosos, tales como demonios o figuras medio humanas y medio animales, que conviven con figuras diáfanas y paisajes tranquilos y encantadores.
En esta línea se sitúan los trípticos de Las tentaciones de san Antonio, El carro del heno y El jardín de las delicias, en los que más allá de la fantasía turbulenta y de la dificultosa interpretación de la simbología, triunfan una técnica excelente, fluida y pictórica, y un color brillante, en los que reside buena parte de su belleza.
Después de estas obras magistrales, en las que algunos intérpretes ven la representación de la locura humana, realizó cuadros más tranquilos y positivos (El hijo pródigo), para cerrar su carrera con una serie de obras sobre la Pasión de Cristo, en las cuales la figura bondadosa del Salvador aparece rodeada de una muchedumbre de seres deformes y de rostros bestiales
(Aviñón, 1888-Niza, 1976) Escritor francés. Prolífico autor de novelas, en las que describe su región natal (La tierra de Théotime, 1946; Antonin, 1952; Barboche, 1957)