Arquitecto español. Exponente del Renacimiento en la región andaluza, contribuyó en ella a la reafirmación de un estilo severo y macizo que representa una reacción frente a la exuberancia del plateresco. Es autor de las trazas del hospital de San Juan de Dios (Toledo) y de varios colegios de jesuitas en Córdoba, Sevilla y Trigueros
(Oaxaca, 1774 - México, 1848) Político e historiador mexicano. Cursó filosofía en el Seminario de Oaxaca y se graduó en Teología. En 1796 empezó la carrera de jurisprudencia en la capital y ejerció la abogacía en la Audiencia de Guadalajara, profesión que abandonó tras verse obligado a firmar una sentencia de muerte. De vuelta a la capital, fundó el Diario de México, desde cuyas páginas apoyó la lucha por la independencia del país.
Tras la proclamación de la Constitución de Cádiz en 1812, fue uno de los primeros en hacer uso de la libertad de imprenta publicando El Juguetillo, periódico suspendido por el virrey. Temiendo por su vida, se marchó a Oaxaca, donde participó en la lucha junto a José María Morelos, quien lo nombró inspector general de Caballería, y empezó a escribir en el semanario El Correo del Sur. Representó a México en el Congreso de Chilpancingo, escribió el discurso que pronunció allí Morelos y redactó, a instancias de éste, el acta en que se declaró la independencia.
Tras la caída de Morelos, fue arrestado y trasladado al Castillo de San Juan de Ulúa, en el que permaneció preso desde 1817 hasta 1820. Proclamada en Iguala la Independencia, se unió a las tropas de Antonio López de Santa Anna y se enfrentó a Agustín de Iturbide a través de las críticas expresadas en su semanario La avispa de Chilpancingo y directamente en el Congreso. Esta actitud le valió de nuevo el encarcelamiento en el convento de San Francisco, junto a otros diputados a quienes se acusaba de participar en una supuesta conspiración contra Iturbide.
Recobró la libertad en 1823 y al año siguiente fue elegido de nuevo para el Congreso como diputado de Oaxaca, cargo que ostentó hasta el día de su muerte. De 1837 a 1841 fue uno de los cinco miembros del Supremo Poder Conservador y en 1843 rechazó el cargo de consejero de Estado que le ofreció Santa Anna.
La vida y la obra de Carlos María de Bustamante se caracterizan por la paradoja constante y la irregularidad más sorprendente. Patriota entusiasta, sufrió más persecuciones de los suyos que de los realistas; cargó las más negras tintas sobre la conquista y la colonización españolas, y colmó al mismo tiempo de elogios la organización administrativa, financiera y judicial de los españoles en Nueva España.
Su carácter impresionable y su criterio sin consistencia lo llevaban frecuentemente a rectificaciones y contradicciones que restan valor a sus trabajos de historiador; ello se refleja en su estilo, incorrecto y matizado de vulgaridad, en el que alternan las expresiones pedantes y las chocarreras. Sin embargo, contó lo que vio y lo que vivió con toda la sinceridad de su alma ingenua: he ahí el valor esencial de sus relatos.
Su obra fundamental es el Cuadro histórico de la Revolución Mexicana, con sus continuaciones relativas a las etapas de Iturbide, Bustamante y Santa Anna, y a la invasión angloamericana de México. Otros trabajos suyos son Galería de antiguos príncipes mexicanos (1821), Campañas del general D. Félix María Calleja (1828) y Mañanas de la Alameda de México (1835-1836), obra con la que trata de facilitar a la juventud el estudio de la historia de su país hasta la llegada de los españoles a Veracruz.
No debe desdeñarse su labor de periodista, realizada en publicaciones como El Juguetillo, El Centzontli, La avispa de Chilpancingo, Voz de la Patria, La Marimba y otras. Resultó de trascendental importancia su labor de editor de libros antiguos (la Historia general de las cosas de Nueva España, de fray Bernardino de Sahagún y la Historia de la provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España, de Francisco Javier Alegre, entre otros). Gracias a ello han llegado a nosotros textos que hubieran podido perderse, aunque ciertamente esa tarea de editor conllevó modificaciones de títulos, interpolaciones, rectificaciones de textos y otros daños propios de la ligereza del incansable historiador