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Biografía de Yvonne de Carlo

Margaret Yvonne Peggy Middleton, Vancouver, Canadá, 1922 - Los Ángeles, 2007

Actriz canadiense nacionalizada estadounidense que vivió su época dorada del cine en las décadas de 1940 y 1950, con títulos como Salomé, la embrujadora, La esclava libre o Los diez mandamientos. En la década de 1960 encarnó a la vampiresa Lily Munster en la mítica serie de televisión La familia Monster, papel que la haría mundialmente famosa entre las generaciones más jóvenes.


Yvonne de Carlo

Nacida en el seno de una familia de escasos recursos económicos, su padre abandonó el hogar cuando la pequeña Peggy contaba tres años, y su madre hubo de emplearse como camarera para sacar a la familia adelante. Consciente de la belleza y de las cualidades de la joven, que pronto empezó a estudiar baile e interpretación, la madre empezó a acompañarla a castings en busca de un golpe de suerte, que no llegaría hasta 1945.

Tras intervenir en una veintena de filmes, en cuyos créditos ni siquiera aparecería, y después de papeles secundarios en producciones cinematográficas como Ruta a Marruecos (1942) o la adaptación de la novela de Ernest Hemingway ¿Por quién doblan las campanas? (1943) -ya con su nombre artístico, en el que adoptaría el apellido de soltera de su madre-, la gran oportunidad le llegó de la mano del director Charles Lamont, quien confió en ella para el papel protagonista de Salomé, la embrujadora (1945), una sátira ambientada en el Oeste sobre el mito de las espías que se valen de sus encantos para lograr información.

El éxito del filme no se hizo esperar, y en adelante Yvonne encadenó sucesivos papeles protagonistas que la llevaron a gozar de una gran popularidad y a convertirse en una habitual del celuloide. Su porte exótico, su hermosa cabellera negra y sus ojos claros destacarían sobre todo en filmes de ambientación oriental, de aventuras y westerns. Lamont volvería a contar con ella en La dama de la frontera (1945) y La esclava del desierto (1947), y Robert Siodmak la emparejaría con un espléndido Burt Lancaster en el filme de género negro El abrazo de la muerte (1949), para muchos su mejor película de la década de 1940


Yvonne de Carlo y Burt Lancaster
en El abrazo de la muerte (1949)

De Carlo no cesó de trabajar en toda la década de 1950, protagonizando títulos destacados: El capitán pirata (1950) y El halcón del desierto (1950), ambos a las órdenes de Frederick De Cordova; Hotel Sahara (1951), Chacales del mar (1952), de Jerry Hopper; El capitán Panamá (1952), de nuevo junto a Rock Hudson, con quien ya había coincidido en El halcón del desierto; El paraíso del capitán (1953) y dos títulos de Raoul Walsh, Los gavilanes del estrecho (1953) y La esclava libre (1957), filme en el que compartiría cartel con Clark Gable y Sidney Poitier.

Pero sin duda su papel más importante en estos años fue el de Séfora, la esposa de Moisés, en la superproducción Los diez mandamientos (1956). La película, dirigida por el colosalista director y productor Cecil B. DeMille, contó con un reparto de lujo encabezado por el entonces emergente Charlton Heston, Yul Brynner y Edward G. Robinson, y se convertiría en un clásico del cine bíblico.

Paralelamente a su carrera cinematográfica, en 1955 De Carlo contrajo matrimonio con el actor Robert Morgan, un doble de primera categoría con quien coincidiría en Amores de un impostor (1956) y que le daría dos hijos, Bruce y Michael. Durante el rodaje de La conquista del oeste, en una escena peligrosa en un tren en marcha, Morgan sufriría un trágico accidente en el que perdería una pierna. Yvonne decidió entonces abandonar su trabajo para cuidar de su marido

Las cosas no iban bien para el matrimonio, que pasaba por algunos apuros económicos debido a los gastos médicos derivados del accidente de Robert. Para paliar la situación, Yvonne decidió retomar su profesión y aceptar un papel en una serie de televisión que preparaba la cadena Columbia Broadcasting System (CBS). La telecomedia, de los creadores Joe Connelly y Bob Mosher, de tintes góticos y rodada en blanco y negro, no era otra que The Munsters (La familia Monster).


Fotogramas de la serie La familia Monster

Aunque solamente estuvo dos temporadas en antena, entre los meses de septiembre de 1964 y mayo de 1966, La familia Monster, que narraba las vivencias de una peculiar y divertida familia de apariencia “monstruosa” en una siniestra mansión gótica, se convirtió en una serie de culto para varias generaciones y aportó a Yvonne mayor popularidad que todos sus papeles cinematográficos

Gracias a la vampiresa Lily Munster, la angelical esposa de Herman-Frankenstein (Fred Gwynne), con la mitad del pelo negro y la otra mitad blanco, exceso de maquillaje y un atuendo casi de inspiración oriental, Yvonne pasó a formar parte del imaginario colectivo, que hizo inolvidable su forma de abrir la puerta. Aún hoy, cuatro décadas después, el personaje que encarnó suele ser habitual en las fiestas de disfraces. “Nunca imaginé que este papel me daría tanta popularidad”, manifestó la actriz en más de una ocasión

A pesar de ser un gran éxito en televisión, La familia Monster dejó de emitir nuevos capítulos a finales de 1966 debido a una falta de acuerdo entre los productores, Universal Television, y la CBS, ya que la cadena planeaba la versión en color de todos sus shows y no se llegó a decidir quién costearía los nuevos gastos. No obstante, la serie se ha seguido reponiendo ininterrumpidamente en emisoras de todo el mundo y derivó en dos películas, Munster, Go Home!, que en español se traduciría como La herencia de los Munster (1966), y The Munsters’ Revenge (1981), esta última para televisión

Tras el éxito de La familia Monster siguieron quedando papeles para Yvonne, pero en títulos más intrascendentes, al tiempo que se reducía progresivamente el número de los que protagonizaba. En la década de 1970, la actriz, cuyo matrimonio, tras muchos avatares, había acabado en divorcio dos años antes, consiguió además un importante papel en el musical de Broadway Follies, de Stephen Sondheim y James Goldman, por el que ganó un premio Tony, uno de los pocos galardones de su carrera artística.

Continuó entre cine y televisión e interesándose por varios géneros, aunque predominaron en esos años los papeles vinculados a películas de terror, quizás debido a su excelente interpretación de Lily Munster (Play Dead, 1986; Escóndete y tiembla, 1988; El morador de las tinieblas, 1988; Mirror, Mirror, 1990).

En los últimos años, De Carlo, que se retiró en 1995, vivió cerca de Solvang, al norte de Santa Bárbara. Su hijo Michael murió en 1997 y la actriz sufrió un ataque de apoplejía al año siguiente. La estrella que conmocionó la pantalla grande en la década de 1950 con su papel de madre de Moisés en Los diez mandamientos y que se convertiría en icono como Lily Munster, falleció por causas naturales en la residencia de la Motion Picture and Television, una fundación para jubilados de la industria cinematográfica y televisiva en el barrio Woodland Hills de las afueras de Los Ángeles el 8 de enero. Es autora de un libro de memorias: Yvonne: An Autobiography (1987)

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( Carlos I el Grande; Aquisgrán, 742 - Aix-la-Chapelle, 814) Monarca germánico que restauró el Imperio en Europa occidental. Hijo primogénito del rey de los francos, Pipino el Breve, heredó el Trono al morir su padre (768) y lo completó con los territorios orientales concedidos a su hermano Carlomán, al morir éste en el año 771.


Carlomagno (óleo de Alberto Durero)

Su política expansiva continuó con la conquista y anexión del reino lombardo (el norte de Italia), realizada en el 774, mediante una alianza de los francos con el Papado. Dominada Italia (aunque pervivían tendencias particularistas, especialmente fuertes en los ducados meridionales de Spoleto y Benevento), Carlomagno concentró sus energías en la conquista de Sajonia (norte de Alemania), empresa que le exigió dieciocho campañas sucesivas entre los años 772 y 804.

Carlomagno dominaba así el más importante reino de la Europa de su época; pero para mantenerlo tuvo que combatir continuamente: unas veces contra rebeliones o resistencias internas y otras para asegurar las fronteras contra enemigos exteriores. Entre estas últimas cabe destacar la guerra contra los ávaros en la frontera oriental, que le llevó a dominar los territorios actuales de Hungría, Croacia y parte de Serbia; y también un intento infructuoso de penetrar en España, abortado por la derrota que le infligieron los vascos en la batalla de Roncesvalles (778), pero que le sirvió al menos para crear una Marca Hispánica sometida al reino franco, que iba de Pamplona a Barcelona.

La extensión geográfica del reino de Carlomagno correspondía a la totalidad de lo que hoy son Francia, Suiza, Austria, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, y la mayor parte de Alemania, Italia, Hungría, la República Checa, Eslovaquia y Croacia. Ha sido considerado por ello un predecesor de la unidad europea. Ningún monarca había reunido en su mano un territorio tan extenso desde la caída del Imperio Romano (476); por lo que no es de extrañar que la idea de la restauración imperial se abriese paso, ligada a la alianza estable que Carlomagno mantuvo con el Papado

El día de Navidad del año 800 el papa León III coronó a Carlomagno emperador, dando comienzo así un nuevo Imperio germánico, que perviviría hasta comienzos del siglo XIX. Aunque la continuidad de este Imperio germánico con el Imperio Romano de Occidente, desaparecido tres siglos antes, era una ficción, la restauración de la idea imperial significaba una aspiración a un poder universal por encima de los príncipes de los distintos reinos, que sería la contrapartida temporal de la supremacía del papa en lo espiritual. Esta peculiar alianza y complementariedad del emperador con el papa daría lugar a una pugna por la supremacía entre ambos poderes, que se prolongaría a lo largo de la Edad Media.


El imperio de Carlomagno en el año
de su coronación (800)

En una época caracterizada por el alto grado de violencia y de anarquía que presidía la vida social, el Imperio carolingio fue un gran esfuerzo de organización político-administrativa. Aunque no había una capital fija (la capital del Imperio estaba donde se encontrara el emperador con su corte), la ciudad germánica de Aquisgrán cumplió esas funciones de manera casi permanente. Desde allí, una Cancillería, a cuyo frente se encontraba un clérigo culto, dirigía los asuntos tanto civiles como eclesiásticos; el control del territorio estaba en manos de los condes, salvo en las marcas fronterizas, organizadas militarmente; y unos enviados del emperador (missi dominici) supervisaban la administración en cada rincón del territorio.

La religión cristiana constituía un elemento cultural de integración, de estabilidad y de orden social, que el emperador se encargó de cultivar: protegió a los monasterios y procuró extender la fe cristiana hacia el norte (imponiéndola por la fuerza a los sajones). Sin embargo, aquel gran conglomerado territorial no sobrevivió mucho tiempo. El propio Carlomagno había previsto que, a su muerte, el Imperio se repartiera entre sus tres hijos; pero la muerte de dos de ellos retrasó la fragmentación hasta el momento en que murió el único sucesor superviviente, Ludovico Pío, que también dividió el Imperio entre sus tres hijos (Tratado de Verdún, 843). La Dinastía Carolingia siguió al frente del Imperio hasta comienzos del siglo X, y en el Trono de Francia, hasta el 987

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