Pretendiente al Trono español que patrocinó la escisión «carlista» de la Casa de Borbón, llamado por sus partidarios «Carlos V de España» o simplemente «don Carlos» . Era hijo de Carlos IV y hermano menor de Fernando VII, con quien compartió el exilio en Valençay durante la Guerra de la Independencia (1808-14).
Como heredero del Trono en caso de fallecer su hermano, don Carlos se fue convirtiendo en la cabeza visible de los realistas o apostólicos, monárquicos ultraconservadores que consideraban que la restauración absolutista de Fernando VII había sido demasiado blanda; probablemente alentó varias conspiraciones y rebeliones, tanto contra los gobiernos liberales del Trienio Constitucional (1820-23) como contra la política seguida por su hermano durante la «Ominosa Década» (1823-33).
La discrepancia política se vio reforzada al estallar el pleito sucesorio, pues Fernando sólo tuvo descendencia femenina, la futura Isabel II, nacida en 1830. En virtud del Auto Acordado, promulgado por Felipe V al acceder al Trono español (1713), las hembras habían quedado excluidas de la sucesión a la Corona, según una Ley Sálica por la que se regían los Borbones franceses, lo cual privaba de derechos a la princesa Isabel; pero las Cortes que habían jurado como rey a Carlos IV en 1789 habían anulado aquella disposición, restableciendo la norma tradicional castellana de las Partidas, por la que las hembras tenían preferencia como herederas sobre los varones si eran de mejor línea y grado, como era el caso de Isabel con respecto a don Carlos.
Como quiera que aquella disposición se había mantenido en secreto, don Carlos y sus partidarios encontraron audiencia para argumentar sobre sus derechos al Trono. Una Pragmática de Fernando VII zanjó la cuestión en 1830, abriendo a Isabel el camino del Trono, momento del que data el enfrentamiento abierto entre las dos ramas de la familia real. Aprovechando una enfermedad del rey, los partidarios de don Carlos consiguieron la revocación de la Pragmática (sucesos de La Granja, 1832), que Fernando VII volvería a firmar una vez restablecido; por aquellos sucesos, Carlos hubo de exiliarse en Portugal.
En 1833 se negó a regresar para jurar como heredera a la princesa Isabel y cuando, poco después, murió el rey, proclamó su derecho al Trono, dando comienzo la Primera Guerra Carlista (1833-40). Detrás del pleito sucesorio, aquella larga guerra civil enfrentó a los partidarios de mantener la monarquía absoluta del Antiguo Régimen -los carlistas- contra los defensores del Trono de la reina niña Isabel bajo la regencia de su madre, María Cristina de Borbón, los isabelinos o cristinos, en cuyas filas se agruparon los liberales dispuestos a implantar en España una monarquía constitucional inspirada en los modelos de Inglaterra y Francia.
Don Carlos participó activamente en la guerra: entró en España por Navarra, donde se encontraba el grueso de sus partidarios (1834), e incluso recorrió la Península al frente de una Expedición Real que, si bien llegó hasta las puertas de Madrid, no despertó entre las masas la acogida entusiasta que el pretendiente esperaba (1837).
Fracasada la expedición y perdida luego la guerra, don Carlos huyó a Francia, cuyo gobierno le confinó en Bourges (1839). En 1845 abdicó en su hijo Carlos Luis, conde de Montemolín (Carlos VI), y se estableció en Italia. La causa carlista siguió viva, encabezada por Montemolín y, desde su muerte en 1861, por su sobrino Carlos (VII), dando lugar a otras dos guerras civiles
Fundador de la Dinastía Carolingia, que reinó en Francia y Alemania entre los siglos VIII y X -aunque él mismo no recibió nunca título de rey- (?, h. 688 - Quierzy-sur-Oise, Francia, 741). Carlos era hijo bastardo del mayordomo de Austrasia, Pipino II de Herstal, que se hizo con la gobernación del reino franco aprovechando la debilidad de los últimos soberanos Merovingios. Sucedió a su padre en el 714, pasando por delante de los hijos legítimos de aquél. Tras hacer frente a las tendencias secesionistas de Neustria, sometió Frisia, Sajonia, Turingia y Baviera, restableciendo la unidad del reino franco y extendiendo sus dominios.
Pero su lugar en la Historia se lo debe, sobre todo, a su victoria en la batalla de Poitiers (732), en la que derrotó al emir árabe Abderramán, deteniendo el avance del Islam hacia Occidente. Aprovechó la victoria para someter las regiones meridionales del reino, Provenza y Aquitania (cuyo duque había sucumbido al avance musulmán). De esa época data su sobrenombre de Martel, que alude a la fuerza con que modeló, como un martillo, la Europa de su tiempo.
Aunque de hecho fue un rey, no se atrevió a asumir la soberanía en detrimento de los Merovingios, paso que daría su hijo; él se limitó a titularse mayordomo único del reino de los francos (desde el 737).
Su costosa obra de unificación territorial estuvo a punto de desaparecer tras su muerte, pues dejó repartidos sus dominios entre sus hijos Carlomán y Pipino. Sólo la posterior retirada de Carlomán a un monasterio (751) reunificó la herencia carolingia en el que sería primer rey de la dinastía, Pipino, el Breve