Cantante de tangos, actor y director de cine argentino. Promocionado a finales de los años treinta como el sucesor directo de Carlos Gardel, intervino en una gran cantidad de películas mostrando su vena de actor dramático y su indudable talento como cantante. Con una voz afinada, melódica y envolvente, Del Carril convertía las letras melosas o melodramáticas de los tangos de la época en verdaderas joyas interpretativas. Gozó de una fama extraordinariamente grande, llenando los teatros en donde se presentaba y los cines donde se proyectaban sus películas
En 1945 se convirtió en un ferviente admirador del peronismo y en un incorrupto gestor de la ideología de reivindicación de los derechos de los trabajadores y de sus necesidades más urgentes. A partir de esta convicción, ya decidido a convertirse en director de cine por necesidad expresiva más que por voluntad de mayores glorias, Hugo del Carril debió enfrentarse a los mismos peronistas cuando se propuso llevar a la pantalla la novela de un autor que en aquellos mismos momentos se hallaba privado de libertad por su filiación comunista.
Llegó hasta el mismo presidente de la república para conseguir que se le autorizara filmar Las aguas bajan turbias, probablemente uno de los testimonios más crudos y conmovedores de la realidad en los esteros del litoral argentino. Realizó algunas películas más y hubo de exiliarse después de la caída de Perón en 1955. Vivió en México una larga temporada y, cuando pudo al fin regresar a la Argentina, le fue impuesto el título de Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires
(Santiago Carrillo Solares; Gijón, Asturias, 1915) Político comunista español. Hijo de un destacado militante socialista, siguió inicialmente los pasos de su padre ingresando en las Juventudes Socialistas, de las que llegaría a ser secretario general en 1934. Trabajó como periodista en El socialista desde 1928. En 1934 participó en la fracasada Revolución de Octubre en Asturias, por lo que pasó dos años en la cárcel.
En 1936 promovió la unificación de las organizaciones juveniles socialista y comunista, formando las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU); poco después ingresaba en el Partido Comunista de España (PCE), arrebatando así al PSOE su militancia juvenil; en 1937 entró en el Comité Central del PCE. Durante la Guerra Civil española (1936-39) fue miembro de la Junta de Defensa de Madrid.
Al acabar la guerra marchó al exilio, desde donde siguió participando en la dirección del partido, sobre todo desde que, en 1960, sucedió a Dolores Ibárruri en la secretaría general. En sintonía con sus protectores soviéticos, decidió liquidar la resistencia guerrillera contra el franquismo y promover la idea de una «reconciliación nacional» (1956), así como expulsar del partido a los llamados «desviacionistas de derechas» ( Jorge Semprún, Fernando Claudín…) en 1964.
Desde la invasión soviética de Checoslovaquia (1968), que Carrillo condenó, empezó a apartarse de las directrices de Moscú y a alinearse con el Partido Comunista Italiano de Berlinguer, en una línea de independencia conocida como eurocomunismo.
Al morir Franco en 1975, Carrillo hizo valer el prestigio y la fuerza que los comunistas habían alcanzado en la lucha por las libertades: entró clandestinamente en España, se hizo detener y fue liberado doce días después (1976), como preámbulo de la legalización del PCE (9 de abril de 1977), que fue uno de los pasos más importantes en la transición a la democracia. Previamente, Carrillo había impuesto al Partido una política de moderación y había ofrecido toda clase de garantías de comportamiento democrático y gestos conciliadores (como la aceptación de la bandera nacional).
Desde las primeras elecciones democráticas (1977) fue elegido diputado por Madrid (reelegido en 1979 y 1982); pero los mediocres resultados electorales del partido y el goteo de abandonos de personalidades de talante «renovador» le llevaron a dejar la Secretaría General en manos de un hombre más joven, Gerardo Iglesias, en 1982.
Previamente había impulsado el abandono de la ideología leninista (lo que provocó escisiones del partido por la izquierda, sobre todo en Cataluña); su actitud de creciente acomodo a la realidad le fue alejando incluso del marxismo, de modo que llegó a preconizar un acercamiento al Partido Socialista; el enfrentamiento con la dirección del PCE le llevó a ser expulsado del partido en 1986.
Con sus seguidores más fieles formó entonces un grupúsculo llamado Partido de los Trabajadores de España, que se fusionó con el PSOE en 1991 tras un total fracaso en las urnas. Él mismo, sin embargo, no dio ese paso, sino que se retiró de la política activa, manteniendo una audiencia entre la opinión pública como testigo lúcido de la lucha contra el franquismo, de la transición a la democracia y de la política española en general