Familia de pintores españoles activos en Andalucía en el s. XVII.
Agustín se estableció en Córdoba, pero se sabe poco acerca de su vida.
Juan (Sevilla, 1584-Cádiz, 1640), hermano del anterior, desarrolló la mayor parte de su labor en Sevilla, con un estilo influido por Roelas y Zurbarán, pero de fuerte resabio manierista.
Antonio (Córdoba, 1616- id., 1668), hijo de Agustín, fue la figura principal de la escuela cordobesa del s. XVII; en su obra se aprecian influencias de Zurbarán, de Ribera y de la escuela napolitana (serie de la Historia de san José, Calvario)
(Zipaquirá, 1889 - Santa Fe de Bogotá, 1938) Poeta, traductor, narrador y periodista cultural colombiano, que tuvo gran influencia en la poesía de su tiempo. Colaboró en la revista Cromos por cerca de veinte años. Considerado por la crítica "un gran poeta menor", ha sido enmarcado en la segunda generación modernista y también en "la generación del Centenario" (1910).
Además de poeta, fue también un lúcido traductor de poemas del portugués, francés, italiano e inglés, y escribió sobre autores tan diversos como M. Maeterlinck, O. Wilde, A. France, A. Nervo, J. Eustasio Rivera o L. De Greiff. Como traductor, se dedicó especialmente a las obras de Poe, Baudelaire y Verlaine.
De estos últimos extrajo uno de los temas centrales de su obra, la "fiebre nocturna satánica". Su obra oscila entre la nostalgia de un paraíso perdido y la tentación diabólica. De allí resulta una rara mezcla de deseo carnal y de pureza que, unida a un claro sentimiento religioso, hacen de su poesía un delicioso híbrido entre erotismo y misticismo. Al lado de esos versos de inspiración baudeleriana, Castillo escribe otros tal vez más ingenuos y cándidos, en los que de repente se muestra absolutamente optimista. Esta faceta de Castillo, que contrasta con la simbólica, canta escenas de la vida pastoril o canciones navideñas.
Castillo logró conciliar el acento romántico con las bondades del modernismo: reflexión ensimismada, sencillez, abatimiento, tensión erótica, exhortación mística y satanismo. En su obra destaca El árbol que canta (poesía, 1928), y el póstumo Cuentos inéditos (2000). Su enfermedad terminal lo obligó a una curación clínica con morfina, cuando ya estaba además afectado por la ceguera.