Rey de Dinamarca (1533-1559). Hijo de Federico I de Dinamarca, quien había conseguido el trono al desposeer, con el apoyo de la nobleza, a Cristián II. Federico se había mostrado muy tolerante con la Reforma luterana, y ésta había progresado en Dinamarca, por lo que a su muerte los obispos católicos se opusieron a Cristián III, lo cual provocó una guerra civil que se vio agravada por diversas revueltas campesinas. Al lograr Cristián III la victoria en 1536, el reino estaba arruinado, y el rey aprovechó la pérdida de popularidad de la Iglesia, que era vista como responsable del conflicto, y procedió a destruirla y a confiscar sus tierras; luego, en 1539, constituyó una Iglesia nacional protestante, con fuerte influencia luterana y muy ligada a la monarquía, que fue impuesta en Noruega e Islandia, los otros territorios dependientes de la Corona danesa
(Frederiksborg, Dinamarca, 1577-Copenhague, 1648) Rey de Dinamarca y Noruega. En 1588, siendo aún niño, sucedió en el trono danés a su padre, Federico II, aunque no ejerció un gobierno efectivo hasta 1595, al alcanzar la mayoría de edad. Ese año fue coronado y asumió la dirección del reino en momentos en que la presión sueca amenazaba los derechos de navegación daneses en el estrecho de Sund. La breve guerra que sostuvo con Suecia en 1611 le fue favorable, pero más tarde llevó al reino a intervenir en la guerra de los Treinta Años. La evolución del conflicto le fue adversa y en 1629 se vio obligado a firmar la paz de Lübeck. Mientras tanto, su política interior favoreció el comercio, la industria y la navegación, y fue el artífice de la reconstrucción de Oslo, a la que denominó Cristianía. En 1643, los elevados aranceles que impuso sobre la navegación por el estrecho de Sund motivaron un nuevo conflicto con Suecia, que, aliada con los Países Bajos, logró imponer sus intereses al cabo de dos años, en el tratado de Brömsebro