Poeta argentino. Abogado y diplomático, pasó buena parte de su vida en el extranjero: Francia, Suiza, Noruega, España. Fundó el diario La Palabra. Enamorado del parnasianismo, experimentó también la influencia de los simbolistas franceses y su gusto francés se reflejó no sólo en la orientación y el tono de su lírica, sino también en su lenguaje, con las naturales consecuencias.
Pese a todo, fue uno de los primeros modernistas de América y vio sus Bajo-relieves (1895) elogiados por Rubén Darío. Su principal modelo fue José María de Heredia, el poeta cubano-francés. En el culto al "estetismo", llega este lírico argentino muy lejos, aunque casi siempre en perjuicio de la emoción; sin embargo, muchos de los que lo llaman "poeta frío" se olvidan de la característica "frialdad" de la mayor parte de los cultivadores de las llamadas "corrientes modernísimas". Escribió también versos en lengua francesa.
Indudablemente, es un maestro del soneto castellano, como puede apreciarse en su libro de Sonetos (1888) y en otras composiciones de esta forma métrica posteriores, algunas de ellas recogidas en la Antología que editó en 1945, como homenaje al "decano de los poetas argentinos", la Academia Argentina de Letras. Otros libros suyos son: Las sombras de Hellas (1902), Atlántida conquistada (1906), Las ánforas y las urnas (1923) y El sueño de una noche de invierno (1928). Leopoldo Díaz es un orfebre lírico cuya brillantez disimula muchos fallos emotivos y de lenguaje
(Barcelona, 1918) Ensayista y narrador español hermano de Guillermo Díaz-Plaja. Son obras suyas, entre una extensísima gama de ensayos divulgativos, Teresa Cabarrús (1943), Historia Universal de la Cultura (1946) La vida española en el siglo XIX (1952), La vida norteamericana (1955), Guzmán el Malo (1963), El amor en las letras españolas (1963), Francófilos y germanófilos (1973), Viaje por la Europa roja (1981) y El abate Marchena: su vida, su tiempo, su obra (1986).
El más popular de todos ellos fue El Español y los siete pecados capitales (1966), obra cuyo "tirón" aprovechó el autor en una serie de libros en los que se analizaba el comportamiento ante los mismos pecados de estadounidenses, (1968), franceses (1969), italianos (1970) y habitantes de los distintos países de la Europa del Este (1985). A comienzos de los ochenta publicó una serie de siete artículos sobre parecido tema con el título de "Los siete pecados capitales en el tren" en la revista Vía Libre y, pocos años después, adaptó la obra original a serie televisiva.
Es autor también de obras narrativas como Cuentos crueles (1971), El desfile de la Victoria (1975), Miguel, el español de París (1985) y Un río demasiado ancho... (1991). En 1989 se publicó su libro Las Españas de Goya, donde hacía una aproximación entre lo literario y lo histórico de la España del siglo XVIII. Asimismo, en ese mismo año quedó finalista para el Premio Espejo de España con su obra Cuando perdí la guerra. Posteriormente, en 1992 su obra El servicio doméstico en España (desde la esclava a la empleada de hogar) volvió a quedar finalista al premio Espejo de España en su XVIII edición, mientras que su trabajo El arte de envejecer resultó finalista, también ese año, al XX Premio Anagrama de Ensayo.
En 1996 apareció Anecdotario de la Guerra Civil Española, que recoge y refiere testimonios reales acaecidos durante la contienda y definidos por el absurdo y los hermanamientos de picaresca y heroísmo. Al año siguiente vieron la luz un Anecdotario de la España franquista, una biografía de Felipe III y un ensayo en el que reflexiona sobre la condición de habladores que caracteriza a los españoles, inventores, entre otras ágoras, de las tertulias de café, bajo el título Arte y oficio de hablar. En 1999 relató sus recuerdos de la Guerra Civil española en Todos perdimos, en el que anécdotas, algunas con toque cómico pero todas ligadas a lo dramático se van encadenando para formas un conjunto de experiencias personales vividas en el ambiente que califica de "revolución, no de guerra", de la Barcelona de la contienda