Ensayista, político y diplomático boliviano. Ocupó cargos relevantes de la cultura y la diplomacia bolivianas, como los de Ministro de Relaciones Exteriores y Rector de la Universidad. Además, en su condición de representante de su nación estuvo destinado a las legaciones diplomáticas de Bolivia en diferentes países hispanoamericanos. Considerado, además, como una de las voces más autorizadas en su tiempo en materia de Derecho Internacional, Federico Díez de Medina desplegó sus saberes en varias obras ensayísticas como las tituladas Nociones de derecho internacional y Derecho público político
(La Paz, 1908 - 1990) Escritor boliviano. Durante muchos años, representó a su país como agregado comercial Washington y fue miembro del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, cargos a los que llegó después de una fructífera trayectoria como escritor, pensador y analista de la sociedad hispanoamericana de su tiempo. Fue también una de las voces más autorizadas de la prensa boliviana contemporánea y colaboró en rotativos y revistas como El Diario, La Razón, Última Hora y La Noche. En estos medios de comunicación se destacó también por su agudez y lucidez en el ejercicio de la crítica literaria y artística, a la que aportó monografías de interés como El arte nocturno de Víctor Delhez.
Demostró ser un poeta exquisito en su cancionero titulado La clara senda, pero mayor renombre alcanzó como prosista de ficción, con algunas novelas tan notables como Mateo Montemayor (1969) y María Montevelo (1985) y con una recopilación de relatos breves, La enmascarada (1956). Asimismo, cosechó un notable éxito en su faceta de dramaturgo, en la que destacó sobre todo por su obra Ollanta, el jefe kolla (1970)
Afín a la corriente nacionalista surgida y difundida en Bolivia a lo largo de los años cuarenta, denominada por los estudiosos "mística de la tierra", Díez de Medina recogió el legado del poeta, filósofo y político boliviano Franz Tamayo (1879-1956), a quien dedicó Franz Tamayo, hechicero del Ande. Relato al modo fantástico (1944). Siguiendo sus ideas, confiere a la tierra andina sobre la que se asienta su nación una especie de poder espiritual capaz de determinar la peculiar sensibilidad estética, moral y religiosa del pueblo boliviano (idea central de esa "mística de la tierra"); lo que, además de ligar inexorablemente al hombre con la naturaleza, sienta las bases de una identidad nacional.
Estas ideas aparecen desarrolladas con mayor profundidad en otros ensayos: Thunupa (1947), Pachakuti y otras páginas polémicas (1948), Sariri (1956) y Nayjama (1950), así como en su ya mencionada narración extensa Mateo Montemayor (1969), en la que la imponente visión natural de las cotas más elevadas de la cordillera andina se convierte en una poderosa fuerza telúrica capaz de gobernar las conductas de los personajes. Otro ensayo suyo que gozó de especial aceptación entre los lectores bolivianos de mediados del siglo XX es el titulado El velero matinal