Rey de Sicilia (1296-1337). Hijo de Pedro III de Aragón y de Constanza de Sicilia. Su hermano Jaime II de Aragón lo nombró su lugarteniente en el reino de Sicilia, donde Fadrique se hizo coronar con el apoyo de la nobleza siciliana. Resistió en Siracusa el ataque conjunto de Jaime II de Aragón y de Carlos de Anjou, rey de Nápoles (1298). Aunque vencido en el cabo Orlando (1299) por la flota de Jaime II, consiguió conservar la isla. La Paz de Caltabellota (1302) le reconoció dignidad real, con el título de rey de Trinacria, y designó sucesor a Carlos de Anjou. Tras veinte años más de luchas, hizo reconocer a su hijo primogénito, Pedro, como a su heredero; significaba el triunfo y la afirmación de la dinastía de los condes de Barcelona en el trono siciliano
Emperador de Alemania y rey de las Dos Sicilias, perteneciente a la Dinastía Hohenstaufen (Iesi, Ancona, 1194 - Fiorentino, Apulia, 1250). Era hijo de Enrique VI, el Cruel, y nieto de Federico I Barbarroja. Al morir su madre, Constanza de Sicilia (1198), heredó el Reino de las Dos Sicilias; desde entonces fue criado bajo la protección del papa Inocencio III, como un príncipe italiano apenas interesado por los asuntos alemanes.
No obstante, el papa apoyó con éxito su elección como emperador de Alemania en 1212. A cambio, Federico prometió al papa la realización de una nueva Cruzada para arrebatar a los musulmanes los Santos Lugares; tras posponerla indefinidamente (lo que le costó la excomunión papal en 1227), finalmente lanzó su Cruzada en 1228-29, pero en vez de combatir negoció el establecimiento de un condominio cristiano-musulmán sobre Jerusalén, Belén y Nazaret, a cambio de una indemnización. Indignado por esta acción, el papa apoyó la rebelión de las ciudades italianas contra el emperador, pero hubo de plegarse a la voluntad de éste y retirar la excomunión (1230).
Los veinte años siguientes los pasó en una sucesión de guerras contra sus enemigos: primero contra la rebelión de los príncipes alemanes encabezados por su propio hijo Enrique (1228-35); luego contra las ciudades lombardas, a las que derrotó en Cortenuova (1237); por fin contra las demandas de supremacía del nuevo papa Inocencio IV, que reunió un Concilio en Lyon para declararle depuesto (1245). Entre tantas amenazas, Federico encontró tiempo para dedicarse al cultivo y la protección de las artes, las ciencias y las letras, reuniendo en Palermo una brillante corte de influjo oriental