Rey de Prusia (1713-1740). Hijo y sucesor de Federico I. Tras su subida al trono acabó con el boato cortesano y los dispendios que habían caracterizado el reinado de su padre, revelando su carácter autoritario y austero. Dada su enorme capacidad de trabajo, exigió a sus colaboradores una labor intensa y libre de errores. Poco dado a las diversiones y con escaso sentido del humor, lo único que parecía relajarlo era ir al Tabakskollegium, para fumar en pipa y beber cerveza con sus amigos más íntimos.
Favoreció el desarrollo económico mediante una estricta reglamentación financiera que abolía los privilegios y las exenciones y una fuerte centralización de la administración del Estado. En consonancia con este propósito, protegió la industria y la agricultura y propició la colonización interior. Gracias a esta política llevó adelante de forma sistemática la reconstrucción del NE de la Prusia oriental, con pobladores de otras regiones menos favorecidas del país. Sólo en Prusia, un ducado que había quedado despoblado por la peste de 1709-1710, la población experimentó un fuerte crecimiento, las fábricas proliferaron y el rendimiento de la tierra conoció un notable aumento.
Sin embargo, la principal preocupación del monarca fue el fortalecimiento del ejército. Para ello organizó un reclutamiento nacional regular y creó la Escuela de Cadetes de Berlín (1722). El resultado fue que los soldados prusianos conformaron un ejército eficiente y disciplinado: la herramienta que convertiría a Prusia en la mayor potencia militar de Europa. Durante su reinado no emprendió ninguna guerra, salvo la campaña de 1720 contra Carlos XII de Suecia, al que derrotó en Poltava, lo cual le permitió, mediante el favorable tratado de Estocolmo, incorporar la Pomerania occidental, Stettin y las bocas del Oder
(Berlín, 1744- id., 1797) Rey de Prusia (1786- 1797). Intentó mantener una línea continuista. Obligó a Francia a dejar de prestar ayuda a los sublevados neerlandeses. Auspició una paz entre Austria y Rusia con Turquía (1790-1792). Se anexionó Danzig y Thorn en Polonia (1793) y después Varsovia (1795). En política interior, combatió el racionalismo y restringió la libertad de pensamiento mediante el Edicto de Religión (julio 1788) y la acentuación de la censura. El fin de su reinado supuso para Prusia un momento de desconcierto, con un ejército poco potente y una economía extremadamente débil