Poeta venezolano, principal representante del grupo Viernes y uno de los líricos contemporáneos más importantes de su país. Nació en Canoabo, un pueblo de agricultores situado en uno de los paisajes más propicios al encantamiento y el misterio, en medio de las selvas nubladas de la región septentrional del estado Carabobo. "Pueblo rodeado de montañas, de cacaotales, de cafetales, de camburales, donde viven las serpientes, donde viven leones y dantas, animales maravillosos", recordará después el poeta
Sus padres, Juan Bautista Gerbasi Vita y Ana María Federico Pifano, eran inmigrantes llegados hacía pocos años a Venezuela, oriundos ambos de Vibonati, una aldea vinatera en el piedemonte de los Apeninos, con vistas al golfo de Policastro y el mar Tirreno. Al cumplir diez años, Vicente Gerbasi se embarcó en Puerto Cabello rumbo a este otro paisaje ancestral. Pasó el primer año en Cámpora, donde fue al colegio, y después continuó sus estudios de Media Scuola y Liceo en Florencia. La muerte repentina del padre, en 1928, le obligó a regresar a Canoabo
Para Gerbasi, que se trasladó a Valencia, comenzó entonces un largo periplo por toda suerte de ocupaciones: oficinista en una agencia bancaria, traductor de cables de agencias noticiosas, secretario del sindicato de tranviarios, redactor del diario Ahora. En sus ratos libres viajaba a Caracas, donde comenzó a frecuentar la tertulia de los sábados en la casa del poeta Jacinto Fombona Pachano, a la que asistían también, entre otros, Fernando Paz Castillo, Enrique Planchart y Rodolfo Moleiro, y a las reuniones literarias en la casa de José Antonio Calcaño, en las que hacían acto de presencia músicos como Moisés Moleiro y pintores como Manuel Cabré.
En 1938 la tertulia se convirtió en el grupo Viernes, que supuso para él la gran zambullida en el mar de la poesía. "El grupo Viernes era, prácticamente, un seminario de poesía", apuntaría Gerbasi muchos años después. Hacía cinco años que Gerbasi vivía en Caracas. Había publicado su primer libro, Vigilia del náufrago (1937), y vivido durante seis meses en México, donde conoció a Nicolás Guillén y a Waldo Frank, se había iniciado en la política, con la fundación, junto a Rómulo Betancourt, del Partido Democrático Nacional. Y había conocido a su esposa, Consuelo Orta Bercht, inseparable compañera desde 1931 hasta su muerte en 1990
Desde ese año, la carrera de Gerbasi fue la de un ejemplar funcionario de la cultura y la diplomacia venezolanas. Secretario (1939-1946) y director (1971-1992) de la Revista Nacional de Cultura, fundada por Mariano Picón Salas; fundador de la revista Bitácora, con Mario Briceño Iragorry (1944); agregado cultural de la embajada de Venezuela en Bogotá (1946), donde frecuentó a Germán Arciniegas, Eduardo Carranza, Carlos Gaitán Durán, Fernando Charry Lara; cónsul en La Habana (1947); cónsul en Ginebra (1948), donde participó en la fundación del grupo Jeune Poésie Genevoise y conoció, en un viaje a París, a Octavio Paz; consejero cultural de la embajada de Venezuela en Chile (1958), donde conoció a Pablo Neruda; embajador en Haití (1959); embajador en Israel (1960-1964); embajador en Dinamarca y Noruega (1964-1968); y embajador en Polonia (1969-1971).
Paralelamente a esta vida, que bastaría para llenar la de cualquier mortal, discurre el río de su producción poética, que es una de las más abundantes de la poesía venezolana del siglo XX: no menos de dieciséis libros, media docena de antologías y alguna que otra incursión en la prosa, de la que es memorable Creación y símbolo (1942). El libro que lo estableció como creador original es Mi padre, el inmigrante (1945), largo poema elegíaco en 30 cantos en el que se trenzan el paisaje italiano y americano, la travesía del padre y la suya propia, la búsqueda de la memoria de su infancia a través de la del padre inmigrante. En la década de 1950 aparecen los libros que establecieron su reputación de poeta de la naturaleza del trópico: Los espacios cálidos (1952), Tirano de sombra y fuego (1955) y Por arte de sol (1958)
Gerbasi, hombre proverbialmente modesto, decía que a él la poesía no se le había dado fácilmente, que tuvo que pasar mucho tiempo dedicado a leer poesía y hablar de poesía con amigos poetas antes de asumir su vocación. Señalaba que su formación italiana le había hecho muy consciente de no poseer las herramientas adecuadas para enfrentarse a la poesía en lengua española. Fue sin duda capital en este proceso la experiencia del grupo Viernes. El gran "viernista" que sería a la postre Gerbasi recibió buena parte de su formación de los venezolanos de la generación del 18, quienes leían sobre todo a los españoles de la generación del 27, a Antonio Machado, a Larrea, a García Lorca
Vicente Gerbasi es, junto con Rafael Cadenas, el poeta más leído por los jóvenes en Venezuela. Al menos eso indican las ventas de sus libros y el hecho de que sus obras sean materia obligatoria de lectura en las aulas de los planteles educativos del país. Son obras que comparten pocos rasgos comunes. Cadenas escribe para inventariar las aporías e insuficiencias del yo, mientras que la poesía de Gerbasi está centrada en la evocación del paisaje de su infancia, que logra transmutar en estados de ánimo. Sin embargo, comparten una dicción clara, alejada de efectos retóricos, que es característica de una buena parte de la poesía escrita en Venezuela desde mediados del siglo XX; una poesía que ha estado al margen de las grandes vanguardias hispanoamericanas y se ha buscado a sí misma por otras vías. Gerbasi es el poeta de la infancia, aunque ello no quiere decir que escriba solamente sobre ella, sino que su obra se ha nutrido principalmente de ese momento de la biografía del poet
(Laval, 1893 - Dili, 1941) Navegante francés, conocido con el apodo de el navegante solitario. Inició su serie de travesías cuando en 1922 realizó la singladura en solitario entre el puerto de Gibraltar, del que salió el 6 de junio, y el de Nueva York, en el que atracó el 15 de septiembre. Para realizar tal travesía empleó un yate a vela de 8 toneladas de desplazamiento y 11 metros de eslora, el Firecast.
Este primer viaje fue preparatorio para, en la misma embarcación, realizar la vuelta al mundo también en solitario. Inició el viaje en 1924 y lo concluyó en 1929. Se dirigió a Nueva York y desde allí al Pacífico, hacia la Polinesia francesa. En 1932 inició otro viaje para el que empleó una nueva embarcación, a la que dio su propio nombre. Inició su trayecto en el puerto mediterráneo de Marsella y se dirigió hacia el estrecho de Gibraltar. Desde allí puso rumbo hacia Panamá para atravesar el Canal e iniciar la incursión por el Pacífico. En este océano se dirigió inicialmente de nuevo hacia las posesiones francesas de la polinesia, en concreto otra vez hacia la isla de Tahití. Desde allí intentó regresar a Francia, pero murió en la capital de la colonia portuguesa de Timor aquejado de malaria