Físico estadounidense. Especializado en termoiónica y en la teoría de erosión de los metales, descubrió la difracción de electrones mediante cristales de adecuadas dimensiones intermoleculares
(Génova, 1914 - Roma, 1974) Director de cine italiano. Criado en el seno de una humilde familia que pasaba serias estrecheces económicas, Pietro Germi hubo de ponerse a trabajar desde muy pequeño en los más diversos oficios, al tiempo que intentaba proseguir con enorme esfuerzo personal los estudios de enseñanza básica. Ya adolescente, indeciso ante cuál sería el mejor modo de ganarse la vida y ayudar a su familia, se matriculó en el Instituto Náutico con el objetivo de hacerse marino profesional, pero la dureza de la disciplina castrense le llevó a un pronto abandono.
Tras un viaje a Roma optó por ingresar en el prestigioso Centro Sperimentale di Cinematografia, donde cursó la especialidad de interpretación, y el título le acabó abriendo las puertas de entrada a la industria audiovisual italiana. Así, empezó desempeñando múltiples oficios, como actor, guionista o ayudante de dirección, lo cual le permitió conocer desde distintos ángulos cómo se hace una película
Siete años después de su modesta irrupción en la industria cinematográfica consiguió al fin debutar como director con Il testimone, donde afrontaba con enorme crudeza el tema de la responsabilidad que todos los individuos tenemos para acabar con los brotes de corrupción o delincuencia. Este filme, que se insertaría dentro del movimiento neorrealista, tuvo en Juventud perdida una especie de secuela al abordar la decadencia física de los seres humanos desde una perspectiva de compromiso social con los pobres y los trabajadores cuyo sueldo apenas llega a fin de mes
Ese ideario de izquierdas planteado por Germi tuvo la isla de Sicilia como habitual telón de fondo, de ahí que casi resultase inevitable abordar el fenómeno criminal de la Mafia y sus tensiones con la justicia, algo que estará presente en su tercera película, In nome della legge, a la que seguirá El camino de la esperanza, sobre el conflictivo asunto de la emigración ilegal y el efecto que ello tiene sobre las capas más desfavorecidas de la sociedad italiana.
Estos dos largometrajes, marcadamente corales, iniciarían una serie de filmes donde los problemas individuales se multiplican como consecuencia de un drama general, caso de La ciudad se defiende o Il Brigante di Tacca del Lupo. Sin embargo La Presidentessa, surgida por una apuesta (la historia narrada se consideraba unánimemente como infilmable), ofrece los síntomas iniciales de que Germi se disponía a darle un giro completo a su carrera. En esa larga etapa de transición, que acabará abarcando casi toda la década de los cincuenta, alterna dramas sociales como El ferroviario, dolorosos retratos sobre la infancia como El hombre de paja, policiacos del estilo de Un maldito embrollo y comedias intranscendentes a la moda, caso de Gelosia
En 1962 rueda uno de los mayores éxitos de su carrera, Divorcio a la italiana, título con el que se decantará de forma absoluta por la comedia satírica fustigadora de costumbres sociales. Tomando partido en favor de una ley para el divorcio, que entonces no existía en Italia, este film llevaba hasta el absurdo lo que puede suponer un matrimonio en crisis sin la legislación adecuada: el asesinato de la esposa alegando infidelidad, un delito de honor que estaba penado con sólo dieciocho meses de cárcel.
Galardonada con el Oscar al mejor guión, así como con otros innumerables premios internacionales, Divorcio a la italiana marcó toda una época al relanzar el género de la comedia disparatada que hunde sus raíces en la sociedad del momento, y supuso una de las obras maestras absolutas de la historia del cine italiano. Ninguna otra tentativa posterior de Germi llegaría a superar esta película.
Seducida y abandonada, Vidas opuestas o El divorcio es cosa de tres siguieron esta línea de sátiras moralizadoras con inferiores resultados tanto de crítica como de público, aunque poco a poco lograrían eclipsar los inicios de Pietro Germi como cineasta del neorrealismo. En 1974, cuando se disponía a dirigir Amici mei, sufrió una grave enfermedad de la que acabaría muriendo, por lo que este título acabó siendo rodado como homenaje hacia él por su amigo Mario Monicelli