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Biografía de Juan Vicente Gómez

La Mulera, 1859 - Maracay, 1935

Político y militar venezolano, presidente de Venezuela entre 1908 y 1935. Nació en el seno de una importante familia de hacendados andinos que habitaban en la finca La Mulera, en el estado Táchira. Hombre robusto, de temperamento recio y vernáculo, como lo fuera también su compadre Cipriano Castro, con quien inaugurara para Venezuela la saga de los "Andinos en el Poder", creció con las astucias y los privilegios de primogénito de una pródiga familia de 12 hermanos (Indalecia, Juan Crisóstomo, Regina, entre otros), de quienes al morir el padre se haría cargo, además de su madre Hermenegilda Chacón Alarcón, Pedro Cornelio Gómez, también hacendado y traficante de ganado, en 1883.

La trayectoria vital de Juan Vicente Gómez hasta convertirse en el gobernante mítico de guantes blancos, astuto y de pocas palabras estuvo signada evidentemente por las vicisitudes de una guerra civil eternizada en la nación bajo la forma de revoluciones políticas que se sucedían unas a otras entre las múltiples fragmentaciones de los tradicionales partidos Liberal y Conservador; y fue precisamente a raíz de una querella entre dos facciones del liberalismo amarillo tachirense en la cual murió su compadre Evaristo Jaimes, cuando conoció a su gran compañero de armas y amigo, al coronel Cipriano Castro. El fabulario de la relación que existió entre ambos roza por muchos ángulos el costumbrismo de las grandes familias de la región andina

Junto a este nuevo compadre, Juan Vicente Gómez se formó como estratega militar en tres importantes campañas, hasta convertirse en el "Gran Pacificador de Venezuela", como ya lo reconociera la población en 1903. La primera de ellas ocurrió en el contexto de la Revolución Legalista, encabezada por Joaquín Crespo en contra del presidente Raimundo Andueza Palacio, en la cual Gómez ingresó en el Estado Mayor del ejército de Castro, entonces diputado ante el Congreso por Táchira como coronel y encargado de la logística en la defensa de la región frente a los revolucionarios.

El exilio hacia tierras de la frontera colombiana fue el destino que le tocó vivir a ambos; corría entonces el año 1892. Casi rozando el cambio de siglo, el 23 de mayo de 1899, las circunstancias fueron propicias para que Juan Vicente Gómez se animara a seguir a Castro, en calidad de general y segundo jefe expedicionario, en su fructífero intento de tomar la plaza de Caracas bajo la bandera de la Revolución Liberal Restauradora. El trayecto, iniciado en Táchira, atravesó Mérida, Trujillo, Lara, Yaracuy y Carabobo, y culminó el 22 de octubre en la ciudad capital.

A Gómez le tocó ejercer varios cargos de índole militar y administrativo, tanto en Caracas como en Táchira, hasta que la Asamblea Constituyente propuesta por el nuevo gobierno Restaurador lo nombró, en febrero de 1901, segundo vicepresidente de la República, siendo Cipriano Castro nombrado presidente y Ramón Ayala primer vicepresidente. Fue, sin embargo, la astucia y tenacidad mostrada por Gómez en la campaña contra la terca Revolución Libertadora lo que motivó que Castro lo "predestinara" a ser el pacificador de Venezuela.

Aquella "revolución" fue una lucha incesante que, durante tres años, mantuvo al gobierno en campaña, y en la cual figuraron hombres como Luciano Mendoza, Juan Pablo Peñaloza, Gregorio Segundo Riera, Nicolás Rolando, Carlos Rangel Garbiras y Amábile Solagnie en batallas como la de La Victoria (12 de octubre al 2 de noviembre de 1902) y Ciudad Bolívar (entre el 19 y el 21 de julio de 1903). Durante esta contienda, Juan Vicente Gómez estuvo a la cabeza de los ejércitos nacionales, y cuando le tocó hacerlo, ejerció de "Presidente encargado de la República de Venezuela"

"Cosas del poder", podría denominarse a los acontecimientos que se suscitaron posteriormente y que determinarían, en gran medida, la elevación de Juan Vicente Gómez a la posición de Benemérito de Venezuela. La cultura política de la nación no dejaba de manifestarse; después de un vacío legal a propósito de una reforma propuesta por Castro para prolongar su período presidencial, Gómez fue nombrado definitivamente primer vicepresidente de la República para el período 1905-1911.

Ya para esa fecha, el llamado "gobierno restaurador" se encontraba dividido en camarillas organizadas en torno a la figura de los dos líderes, "gomistas" por un lado y "castristas" por el otro. De las intrigas entre ambos bandos resultarían "La Aclamación" y "La Conjura" al presidente Castro, de lo cual Juan Vicente Gómez sacaría provecho en procura de la limpieza de su imagen: se mantuvo impávido ante las sospechas de Castro respecto a su supuesta conspiración y esperaría el momento preciso para dar la estocada que lo llevaría al poder.

En noviembre de 1908 el general Castro debió abandonar el país por razones de salud y Gómez se quedó en ejercicio de la presidencia provisional. El 19 de diciembre del mismo año, Juan Vicente Gómez, junto a sus aliados de la restauración, ganaderos y comerciantes, y bajo pretexto de un supuesto atentado que quisieran hacerle los aliados de Castro a su instancia, llevó a cabo un golpe de Estado

Las medidas de primer orden estuvieron orientadas a contener la posible sublevación de las fuerzas opositoras. Así, decretó la libertad de prensa y otorgó el mismo derecho a los presos políticos, convocó a todos los exiliados a retornar al país y conformó un Consejo de Gobierno integrado por jefes militares de "La Conjura" y de la antigua Revolución Libertadora ( Francisco Linares Alcántara, Roberto Vargas, Rafael María Carabaño, Juan Pablo Peñaloza).

El 27 de abril de 1910, el Congreso Nacional lo designó presidente constitucional para el período 1910-1914. Hasta 1913, puede decirse que Juan Vicente Gómez se dedicó a constituir un gobierno de contención en el que, aparte de lo necesario para controlar la oposición, dispuso por decreto, en 1910, la creación de la Academia Militar como base de un ejército nacional, que a la postre pondría término definitivo al sistema de ejércitos privados controlados por los caudillos regionales

A partir de 1913, cuando Gómez decidió prolongar el período presidencial a siete años, desconocer las elecciones y expulsar a todos los antiguos líderes del Consejo de Gobierno bajo supuesta amenaza de invasión por parte de Cipriano Castro, se inició el verdadero proceso que caracterizó la época gomecista. Su permanencia en el poder se prolongó hasta 1935, dividida en tres períodos constitucionales: 1915-1921, 1922-1929 y 1931-1935.

En ellos gobernó desde la figura de presidente de la República, atribuyéndose la figura de jefe supremo de los ejércitos de Venezuela. En varias oportunidades nombró presidentes encargados, entre los que figuraron José Gil Fortoul, Victorino Márquez Bustillos y Juan Bautista Pérez. Se rodeó entonces de asesores pertenecientes a la última generación de pensadores positivistas, conocido como el "Gabinete Lírico" (José Gil Fortoul, Laureano Vallenilla Lanz), quienes contribuyeron en el proceso de legitimación del régimen de la misma forma como lo hicieron los profesionales de las armas que se graduaban de aquella Academia Militar a cargo, por cierto período, del chileno Samuel McGill y del venezolano Félix Galavís. Su numerosa familia, pródiga en hermanos, hijos y mujeres (Dionisia Bello y Dolores Amelia Núñez de Cáceres), formó parte igualmente de su apoyo político. Ese año de 1913 también fue el de la clausura de la Universidad Central por un período de casi diez años

Los hitos de este régimen coinciden, sin duda, con un cambio radical en la estructura política y económica del país. A partir de 1914, tras el descubrimiento del pozo petrolero de Mene Grande, comienza la transformación de Venezuela en nación petrolera. Se promulgaron leyes y pronunciaron los primeros reglamentos para la explotación de esa fuente energética, que la nación solo podía comprender como "Riqueza".

Otro hito de entonces fue la construcción de carreteras que permitieron la comunicación terrestre del país y facilitaron la creación de una conciencia nacional. La Ley sobre Hidrocarburos, la creación del Banco Obrero y del Banco Agrícola y Pecuario, y la promulgación de la primera Ley del Trabajo, son elementos paradigmáticos del régimen. El interrogante, sin embargo, se sigue planteando cada vez que la nación recuerda aquella generación de estudiantes que, a propósito de una celebración de Carnaval, se manifestó adversa contra el absolutismo del Benemérito, y de la cual por cierto surgieron los líderes e intelectuales que luego se encargarían de conducir los destinos de la nación. La voz de aquella época y, por tanto, de la paradoja era aquel famoso "sacalapatalajá, sacalapatalajá, ¡sacalapatalajá!"

Juan Vicente Gómez escogió por casa de gobierno la ciudad de Maracay y desde ahí supo tejer los hilos de un absolutismo inédito para la nación. Supo gerenciar, con metáfora de hacienda, las vidas de los venezolanos que, tanto por el terror como por las dádivas, nunca olvidarían al Benemérito. Juan Vicente Gómez murió de una enfermedad en la próstata el 17 de diciembre de 1935. Todavía anciano quería seguir gobernando, pero, mal que bien, el país ya era otro

La cuestión que encierra la tesis del "gendarme necesario" encuentra en la figura de Juan Vicente Gómez el principio de una paradoja todavía irresoluble en la memoria política de los venezolanos: ¿cuál es el precio que debe pagar un país por la consolidación de su unidad nacional? Esta pregunta sigue suscitando polémica, y muchas veces discusión maniquea, cuando se intenta evaluar la labor del mentado "Benemérito". Sus tiempos fueron los de las evocadas hazañas de la "pacificación nacional", la consolidación de una unidad politicoterritorial con sentido de Estado-nación, la unificación del ejército y su profesionalización institucional, y también de otras más adjetivas, pero asimismo más idealizadas por la memoria colectiva: el pago de la deuda externa en 1930 y la política de construcción masiva de carreteras, que, mientras comunicaba todo el territorio nacional, condenaba a trabajos forzosos a los presos políticos.

Todo esto ocurrió a comienzos del siglo XX, en el período comprendido entre 1908 y 1935, es decir, durante el tiempo que demoró el mandato del dictador, y en el cual, por cierto, Venezuela dejó de ser una nación agraria para convertirse en uno de los países con mayores reservas petroleras del mundo. Lo dicho, sin embargo, aconteció en un clima de silencio político y estratagemas de concentración de poder en la figura de un solo hombre, con claras políticas de abolición del disenso político; y, por tanto, también fueron tiempos del famoso "consejo de Gobierno", de la incorporación de los líderes rebeldes y pensadores positivistas en las filas del Estado, de los exilios políticos, de la cárcel llamada "La Rotunda" y del oscurantismo intelectual "de una Venezuela de la decadencia". Sus tiempos fueron, así, los del primer ensayo exitoso de un régimen totalitario en Venezuela, que, al haberse identificado hasta la saciedad con la figura del Gran Caudillo, se sigue confundiendo hoy en día con los hechos de su propia vida; por ello, sus tiempos fueron, simplemente, "los tiempos de Juan Vicente Gómez"

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(Domingo Julio Gómez García; Madrid, 1886-1973) Compositor y musicólogo español. Comenzó sus estudios musicales con su padre y con Antonio Santamaría, que había sido alumno de Emilio Arrieta y que fomentó en Gómez el interés por la zarzuela. Posteriormente estudió piano con Andrés Monge y Manuel Fernández Grajal, armonía con Pedro Fontanilla, composición con Emilio Serrano e historia y estética con Felipe Pedrell en el Conservatorio de Madrid, donde obtuvo primeros premios en las asignaturas de armonía, piano y composición

Simultaneó sus estudios musicales con los de Historia en la Universidad Central de Madrid. Se licenció en 1907 y años más tarde, en 1918, obtuvo su doctorado en esa misma disciplina. En aquella época conoció a los músicos Bartolomé Pérez Casas y Tomás Bretón, con quienes entabló amistad. Trabajó como maestro concertador en el Teatro Real de Madrid entre 1908 y 1911, periodo a lo largo del cual tuvo ocasión de participar en los estrenos de las óperas El oro del Rhin, Salomé, Margarita la tornera y Colomba, entre otras. Posteriormente dirigió el Museo Arqueológico de Toledo hasta 1913.

Ese mismo año comenzó a trabajar como director de la sección de música de la Biblioteca Nacional, institución en la que trabajó junto a Manuel Machado. Abandonó su puesto dos años más tarde para encargarse de la biblioteca del Conservatorio de Madrid hasta 1956. En ella intentaría realizar distintas mejoras mediante la adquisición de colecciones de libros y archivos completos. Compaginó su puesto como bibliotecario con la docencia en el Conservatorio de Madrid y la composición. Sus más de cien partituras ganaron diversos premios nacionales.

La obra de Gómez tiene influencias del neorromanticismo y de la música tradicional española, especialmente en composiciones como El Pelele, con libreto de Cipriano Rivas Cherif, o la Tonadilla del Prado. Su obra sinfónica Suite en La le proporcionó una gran popularidad como autor nacionalista. Su interés por el folclore se deja ver en obras como su Cuarteto plateresco. Sus Catorce poemas líricos puestos en música, que incluían seis de Juana de Ibarbourou, dan buena muestra de su gran talento y sensibilidad para la música vocal.

Gómez realizó además una importante labor musicológica de la que dan prueba sus investigaciones sobre los cuartetos de Manuel Canales y sobre el tonadillero Blas de Laserna. Dichas investigaciones le hicieron merecedor del Premio Nacional de Música en sus ediciones de 1912 y 1913, respectivamente. Su faceta como crítico musical se desarrolló en los periódicos madrileños La jornada y El liberal, así como en las revistas Harmonia y Revista Musical de Bilbao. En ocasiones se opuso a las teorías de Adolfo Salazar y de Pedrell, al que reprochaba su rechazo hacia la zarzuela

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