Príncipe de Orange. Noble flamenco, se educó en la corte de Carlos I, y durante los primeros años del reinado de Felipe II formó parte del Consejo de Estado de Flandes, encargado de asesorar a la princesa Margarita de Parma.
Su oposición al cardenal Granvela, el principal abogado de las pretensiones centralizadoras de Felipe II, que atentaban contra los intereses de la nobleza de los Países Bajos, así como su temor a las actitudes de intransigencia religiosa con los protestantes y calvinistas emanadas de la corte española, lo fueron alejando paulatinamente de su lealtad a su rey.
Aun así, se mostró indeciso durante los disturbios iconoclastas que agitaron Flandes en el año 1566, pero la llegada del Duque de Alba con sus tercios, y la terrible represión ejercida con la instauración del Tribunal de Tumultos que condenó a diversos nobles flamencos como Egmont y Horn, lo obligaron a exiliarse entre los hugonotes franceses con su hermano Luis de Nassau.
Los acontecimientos de 1572, que culminaron con la toma de Brill por los «mendigos del mar» y provocaron la defección de Holanda y Zelanda, propiciaron una base territorial para conducir la lucha contra España. El motín de los tercios, que saquearon Amberes en 1576, y la hostilidad general contra Felipe II, a causa de la represión ejercida por el duque de Alba, fueron hábilmente utilizados por Guillermo de Orange para atraerse a las ciudades del sur de Flandes y reunir las Diecisiete Provincias en un frente conjunto para alcanzar un acuerdo con Felipe II que salvaguardase las libertades religiosas y las instituciones de los Países Bajos.
Esta unidad se rompió pronto, y los intentos de Guillermo de Orange de imponer un gobernante extranjero en la persona del Duque de Anjou terminaron en fracaso. Finalmente, Felipe II lo declaró fuera de la ley y puso precio a su cabeza. En respuesta al monarca español, Guillermo de Orange publicó su Apología, escrito en el que se cimenta la «Leyenda Negra» contra España y en el cual defiende su lucha por la libertad. En 1583 fue asesinado por el fanático realista Baltasar Gerard
(Berlín, 1797-id., 1888) Rey de Prusia (1861-1888) y emperador de Alemania (1871-1888). Segundo hijo de Federico Guillermo III de Prusia y de la reina Luisa, recibió formación militar desde su niñez. La ocupación francesa de su patria en 1806 le causó verdadera conmoción, de modo que al estallar la rebelión en Prusia Oriental seis años más tarde no dudó en participar en ella a pesar de su juventud.
En 1813, cuando su padre declaró la guerra a Francia, intervino en ella y colaboró en la reconstrucción de Prusia. Durante el reinado de su hermano Federico Guillermo IV actuó con dureza para sofocar la insurrección republicana de Baden de 1849, y al año siguiente mostró su disgusto ante la indecisión del monarca a la hora de unificar Alemania excluyendo a Austria, lo cual permitió que este país obligara a Prusia a la retirada de Olmütz.
La locura de su hermano en 1858 le dio la regencia y allanó el camino para su coronación en 1861. Partidario de una monarquía fuerte, emprendió inmediatamente una profunda reorganización del ejército con el objetivo de hacer realidad la realpolitik, el proyecto de unidad alemana. El Landtag, el parlamento bicameral, no aprobó las partidas presupuestarias necesarias para su financiación, pero Bismarck, su nuevo canciller, hizo caso omiso tanto del voto parlamentario como de las protestas de la oposición y llevó adelante los planes.
Después de la guerra de los Ducados (1864-1865), autorizó, no sin reparos, la guerra contra Austria, que fue derrotada en Sadowa. Tras la victoria militar, se anexionó los estados de Schleswig, Holstein, Hannover, Hesse electoral, Hesse-Nassau y Frankfurt, logró el apoyo de otros en el seno de la Confederación Alemana del Norte y firmó alianzas militares con los estados del sur.
Aun así, el rey no se mostró favorable a la idea de su primer ministro de provocar la guerra con Francia y consintió en retirar la candidatura al trono español de Leopoldo de Hohenzollern, propuesta que constituía el principal punto de tensión. Sin embargo, Bismarck, decidido a no cejar en sus propósitos, modificó los términos del telegrama real, ardid que ocasionó el estallido del conflicto franco-prusiano en 1870. Después de una fulgurante campaña, las tropas prusianas vencieron a las francesas en la decisiva batalla de Sedán y ocuparon París.
Eliminados los obstáculos externos, se consumó la unidad de Alemania bajo la hegemonía de Prusia y Guillermo I fue coronado emperador en Versalles el 18 de enero de 1871. Nació de este modo una gran potencia económica, en cuyo interior el monarca debió afrontar los avances del socialismo y la creciente radicalización de las masas obreras.
Apoyó a su canciller en la sanción de leyes sociales proteccionistas que tendían a debilitar la influencia de los socialistas, contra quienes se dictaron duras medidas represivas que no impidieron su crecimiento entre el electorado. Pronto también se vio enfrentado a la Iglesia Católica, a raíz de las leyes laicas y el kulturkampf que impulsaba Bismarck, hasta que logró de éste actitudes más moderadas.
En política exterior, advirtió el peligro que suponía el establecimiento de alianzas militares que consolidaban la paz armada en el continente y hacían de éste un verdadero polvorín. Sin embargo, la dinámica expansionista en la que había entrado Alemania de la mano de Bismarck le indujo a firmar, en 1872, la alianza de los tres emperadores, que al deshacerse siete años más tarde, cuando los intereses germanos y austríacos chocaron con los rusos en los Balcanes, fue sustituida por la Dúplice alianza Austroalemana, coalición a la que también se sumó Italia en 1882