Reina de los Países Bajos. A la muerte de su padre, el rey Guillermo III, último miembro de la Casa de Orange-Nassau, Guillermina se convirtió en reina bajo la regencia de su madre, Emma de Waldeck-Pyrmont, y en 1890 inició su reinado efectivo. Apoyó resueltamente la neutralidad de los Países Bajos durante la Primera Guerra Mundial, y tras la invasión alemana de 1940 se exilió a Londres, donde se convirtió en símbolo de la resistencia neerlandesa mientras enviaba a su pueblo mensajes radiofónicos. Regresó a su país en 1945 y en 1948 abdicó en favor de su única hija, Juliana
(Potsdam, 1882 - Hechingen, 1951) Príncipe heredero de Alemania, hijo primogénito del emperador Guillermo II. En 1895 ingresó en la Escuela de Cadetes de Ploen, al tiempo que aprendió el oficio de tornero siguiendo una de las tradiciones de la familia Hohenzollern. Terminados sus estudios militares en 1900, sirvió durante un año como teniente en el primer regimiento de infantería de la Guardia Imperial y en 1901 ingresó en la Universidad de Bonn. Ese mismo año viajó por Inglaterra y Holanda; en el primer país, el rey Eduardo VII le concedió la Orden de la Jarretera. En 1903 viajó a Rusia y entabló amistad con el zar. En los años siguientes viajó por Europa y Asia
Participó en la Primera Guerra Mundial al mando del V Ejército, con el cual actuó sobre Verdún. Anteriormente había combatido en el frente francés, en el que se destacó en las batallas de Longwy, el 22 de agosto de 1914, y en la de Longuyon, el 24 de agosto del mismo año. Tras la derrota en la guerra, se refugió en Holanda junto con el resto de la familia imperial. Allí renunció a sus derechos sucesorios. En 1923 regresó a Alemania y se reafirmó en su deseo de no intervenir en la vida política de la República de Weimar. Al final de su vida escribió sus memorias, que se publicaron bajo el nombre de Ich suchedie Wahrheit. Contrajo matrimonio con Cecilia de Mecklenburg-Schwerin