Historiador y teólogo protestante alemán, representante prestigioso del protestantismo liberal. Empezó a estudiar bajo la guía de su padre, profesor de teología. Ingresado en la Universidad de Leipzig, se graduó en ella y enseñó luego en la misma Historia de la Iglesia, como profesor libre en 1873 y supernumerario más tarde. Desde el principio experimentó la influencia de A. Ritschl y de su teología historicista.
Trasladado en 1879 a Giessen y en 1886 a Marburgo, inició bajo tales influjos la publicación del importante Manual de historia de los dogmas, que, además de confirmar sus méritos de historiador, le llevó a ser reconocido como jefe del protestantismo liberal. El éxito de la obra, sin embargo, le atrajo la hostilidad de las autoridades de la Iglesia prusiana, que impidieron su regreso a Leipzig; no obstante, gracias al apoyo de Bismarck pudo obtener, dos años después, la cátedra de Historia del cristianismo en la Universidad de Berlín, donde permaneció hasta 1921.
Maestro de fuerte atracción, escritor brillante y publicista de prodigiosa fecundidad (en cuanto a volumen su obra no admite comparación posible en el campo de los estudios histórico-religiosos), Adolf Von Harnack se vio envuelto en célebres controversias (las mantenidas sobre la sustancia evangélica del Símbolo de los Apóstoles y acerca de la esencia del Cristianismo); pero destaca de modo singular como el orientador más influyente de la espiritualidad evangélico-luterana en el período de transición del siglo pasado al presente
Nuevo Erasmo, no fue ajeno a ninguno de los movimientos culturales, pedagógicos, políticos y sociales de su país. Como es natural, obtuvo reconocimientos de toda suerte: miembro en 1890 y luego presidente de la Preussische Akademie der Wissenschaften, director desde 1905 de la Staatsbibliothek de Berlín y presidente de la Kaiser-Wilhelm Gesellschaft zur Foerderung der Wissenschaften, fue, al fin, elevado a la categoría nobiliaria (1914).
Actuó como director y colaborador en ediciones y revistas de gran importancia; sus obras más notables son Das apostolische Glaubensbekenntnis (1892), Geschichte der altchristlichen Litteratur bis Eusebius (1893-94, 3 vols.), Das Wesen des Christentums (1900, Esencia del cristianismo) y Die Mission und Ausbreitung des Christentums in drei ersten Jahrhunderten (1902). Consagró los últimos años de su vida al estudio de Marción (Marción, el evangelio del Dios extranjero) y, sobre todo, al del Nuevo Testamento (en 1931 aparecieron póstumos tres vols. de Studien zur Geschichte des. N. T. und der alten Kirche)
Harnack centró sus estudios exegéticos en determinar el núcleo primitivo del Evangelio para liberarlo de todo lo que hubiera perdido de su fuerza original, o se le hubiera añadido desde fuera en el transcurso de la historia. Para Harnack, Jesús fue mero hombre; no hizo auténticos milagros, pues, entendidos como infracción del orden natural, no son posibles. La predicación de Jesús fue esencialmente dogmática, y en modo alguno disciplinaria; y la iglesia, en cuanto sociedad externa jerárquico-monárquica, es completamente ajena al pensamiento de Jesús. Sus ideas se hallan expuestas, en buena parte, en su libro sobre Marción, a quien trata de reivindicar contra el juicio negativo con el que ha sido tratado, viendo en su antilegalismo y antijudaísmo un precursor de Lutero
Noble linaje que poseía el señorío de Vizcaya. El primer miembro de esta familia del que poseemos noticias ciertas fue Lope Iñíguez (?-?, 1077), que participó en la toma de Toledo (1085) junto a Alfonso VI de Castilla. Su hijo, Diego López I (?-?, 1124), pobló la ciudad de Haro, la incorporó a su señorío y agregó este topónimo a su apellido, siendo desde entonces conocida la familia por este nombre. Su nieto, Diego López II (?-?, 1214), luchó junto a Alfonso VIII de Castilla contra los almohades en las batallas de Alarcos (1195) y las Navas de Tolosa (1212)
Lope Díaz (?-?, 1239), hijo del anterior, casó con Urraca Alonso, hija natural del rey, lo que llevó a esta familia a jugar un papel destacado en la política castellana de los ss. XIII y XIV. Diego López III (?-Bañares de Rioja, 1254) participó en la toma de Sevilla en 1248 y su hijo, Lope Díaz (?-Alfaro, 1289), apoyó a Sancho IV contra los Infantes de la Cerda, pero su fuerza resultaba amenazadora para el rey, que le mandó asesinar en Alfaro.
El hijo de éste, Diego López IV (?-?, 1292), pasó a apoyar a Alfonso de la Cerda, que había sido proclamado rey en la localidad aragonesa de Jaca, merced al apoyo de este reino. La muerte de Diego López IV sin hijos hizo que su herencia fuese disputada. La familia participó en las luchas civiles entre Pedro I de Castilla y su hermanastro Enrique de Trastamara, lo que motivó que Pedro I ordenase asesinar a las hermanas Juana e Isabel.
Con el reinado de Juan II, de la dinastía de Trastamara, el señorío de Vizcaya se incorporó a los dominios reales, siendo desde entonces los reyes castellanos, simultáneamente, señores de Vizcaya. Los miembros de una rama de esta familia se convirtieron en 1559 en marqueses del Carpio, de entre los que cabe destacar a Luis Méndez de Haro y Guzmán, que fue valido de Felipe IV