Actriz norteamericana. Hija de un transportista marítimo de Coney Island, y luego guarda del metro, de origen franco-irlandés y de una madre de ascendencia sueca, Susan Hayward llegó a convertirse en una de las máximas estrellas de Hollywood gracias a su tenacidad e indomable energía, características esenciales de su estilo interpretativo.
Estudió en la escuela pública de su barrio natal y se graduó posteriormente en cursos de comercio y contabilidad con la intención de trabajar como secretaria, pero muy pronto llamó la atención de algunos fotógrafos y se inició como modelo publicitaria en el área de Nueva York. Su agresiva belleza, siempre con un punto de irónico desgarro, le sirvió de pasaporte para Hollywood, donde se inició en 1936 con el nombre de Edythe Marrener en el cortometraje Pictorial Short
Durante los dos años siguientes, la debutante apareció en papeles minúsculos en una serie de películas de la Warner (por aquella época ya había adoptado su nombre artístico definitivo de Susan Hayward): eran tan insignificantes tales intervenciones que hoy en día resulta difícil identificarla en ellas como aspirante a estrella en Hollywood Hotel (1937) o actriz aficionada en Comet Over Broadway (1938), dos comedietas de Busby Berkeley. En Campus Cinderella (1938), de Noel M. Smith, se la ve fugazmente como una de las animadas colegialas, y en Las hermanas (1938), de Anatole Litvak, la vislumbramos como activa encargada de la centralita telefónica
Pero estas minúsculas intervenciones llamaron la atención de los cazatalentos de David O´Selznick, que husmeaban ávidamente por todo Hollywood la posibilidad de encontrar a la actriz ideal para la Scarlett O´Hara de Lo que el viento se llevó: la fiera pelirroja tuvo la oportunidad de hacer su prueba pero, como es sabido, el personaje fue a parar a una fascinante intrusa británica. No obstante, la intentona sirvió para que abandonara el aburrido regazo de la Warner y buscara mejores posibilidades en un inquieto deambular por diferentes estudios: Paramount, Columbia, Republic... La aventura tuvo su primer fruto con el papel de Isobel Rivers en Beau Geste (1939), de William Wellman: acababa en los brazos de Ray Milland
Hizo dos películas más en Paramount ese mismo año, cada vez con actuaciones más relevantes, hasta que en una nueva mudanza, bajo el pabellón de Columbia, demostró la energía de la que era capaz en Los cuatro hijos de Adán (1941), de Gregory Ratoff, midiéndose nada menos que con la poderosa personalidad de Ingrid Bergman. Una breve parada en la Republic sirvió para que empezara a sacar las garras e intentara perfilar su personaje preferido: la "mala pécora" de irresistible atractivo; el acontecimiento se produjo en Adorable intrusa (1941), de Joseph Santley
De regreso a Paramount, en la que hizo seis películas entre 1941 y 1944 (contando con sus acostumbradas "mudanzas" de estudios), halló al fin personajes a su medida, en los que pudo desenvolverse con el brío y la fuerza temperamental que marcaban ya su personalidad estelar: en Among the Living (1941), de Stuart Heisler, conseguía que resultara simpático su amoral personaje de Millie Pickens; en su encarnación de Drusilla Alston de Piratas del mar Caribe (1942) se exhibía con extraordinaria desenvoltura en el ambiente cerradamente machista de Cecil B. de Mille; de una manera muy osada para la época se atrevía a vestir de manera masculina durante casi todo el metraje de Corazones en llamas (1942). de George Marshall, e incluso se hacía llamar Butch
Susan Hayward participó activamente durante la guerra en películas propagandísticas, no sólo documentales, en las que prestó su voz, sino en las espectaculares revistas musicales que hacían los estudios para animar a las tropas. El final de la contienda significó para ella el asentamiento definitivo como actriz y el comienzo de su camino hacia el estrellato. En este período, que se inició en 1946 y se prolongó hasta el final de la década, estuvo apadrinada en la Universal por Walter Wanger, responsable directo de ese lanzamiento definitivo y de la definición precisa de sus características en una tendencia interpretativa
Tierra generosa (1946), de Jacques Tourneur, fue el primer título del ciclo Wanger en la Universal (aunque también hizo sus escapadas a otros estudios en este período). Se trata de un western con escenas sentimentales en el que comparte reparto con Dana Andrews. En la siguiente, Una mujer destruida (1947), de Stuart Heisler, la encontramos dando vida a una alcohólica casada con un famoso letrista de canciones. La actriz se adaptaba plenamente a esa personalidad masoquista que ha sido la vertiente favorita de sus interpretaciones más celebradas y Walter Wanger se proclamaba orgulloso de su " Bette Davis pelirroja", a la que proporcionó la oportunidad de tomarse una cierta revancha otorgándole un personaje próximo al de Scarlet O´Hara en Raíces de pasión (1948), de George Marshall.
Wanger seguiría siendo el bruñidor del carácter de la estrella en otras dos películas definitivas que cierran la colaboración entre ambos a lo largo de los años: Tulsa, ciudad de lucha (1949), de Stuart Heisler, y ¡Quiero vivir! (1958), de Robert Wise. En la primera personifica a Cherokee Lansing, una mujer de humilde origen que consigue levantar con su propio esfuerzo un imperio petrolífero: Hayward se pasa casi toda la película manchada de aceite y pocas veces ha estado más rotundamente bella. Por su papel de Barbara Graham, la desdichada heroína de ¡Quiero vivir!, una antigua prostituta que acaba ejecutada en la cámara de gas, consiguió al fin el Oscar de interpretación, más que merecido, después de haber sido nominada en cuatro ocasiones anteriores: Una mujer destruida (1947), My Foolish Heart (1949), de Mark Robson, With a Song in My Heart (1952), de Philippe Labro y Walter Lang, y Mañana lloraré (1955), de Daniel Mann
Se ha valorado el papel decisivo que desempeñó Walter Wanger en la consolidación de Susan Hayward durante su estancia en la Universal; no obstante, la película que le sirvió para obtener el Oscar se produjo en la United Artists. Otro grande que albergó a la estrella durante la década de los cincuenta fue la 20th Century Fox. Trece películas hizo a las órdenes del magnate Darryl F. Zanuck, que sintetizó la personalidad de Hayward con exactitud: "posee las dos cualidades más deseadas en cualquier actriz: es bella y sabe actuar". No pudo tener mejor debut en Fox que a las órdenes de un gran director de actrices: Joseph L. Mankiewicz, en Odio entre hermanos (1949), donde mantenía un rudo pugilato amoroso con Richard Conte.
La fuerte personalidad de Hayward incitaba y estimulaba a los directores veteranos, forjados en las ferreas disciplinas de los trabajos en cadena, a contar con una estrella que no era una muñequita blandengue sino que se manifestaba capaz de arrostrar las más duras condiciones de rodaje y salir indemne, con una sonrisa en los labios. Así, no es extraño que durante su estancia en Fox fuera reclamada en cuatro ocasiones por el más bronco y exigente realizador del estudio: Henry Hathaway.
La primera de esas ocasiones se dio con motivo del rodaje de El correo del infierno (1951), film en el que disfruta de dulces escenas de amor con Tyrone Power, a la par que se enfrenta a la violenta rijosidad de Jack Elam. En La hechizera blanca (1953), la estrella se ve transportada a una feroz África (rodada íntegramente en el plató) en la que es perseguida por salvajes y por una incansable tarántula; en esta ocasión, la recompensa amorosa fue un hombre a su medida: Robert Mitchum (con quien ya se había emparejado anteriormente en otro duelo memorable: The Lusty Men, de Nicholas Ray). Aparte de ser puesta fuera de combate de un puñetazo por Gary Cooper en El jardín del diablo (1954), Richard Widmark define así a la dama: "Esta mujer ha sido moldeada en un bloque de arcilla". Y para concluir su colaboración con Susan, en La mujer obsesionada (1959) Hathaway la precipita en una tormenta de tal magnitud que la provoca un aborto
No todos los directores de Fox fueron tan severos con ella y algunos permitieron que vistiera los hábitos de heroína de epopeyas bíblicas, como en David and Bathsheba (1951), de Henry King, o en Demetrius y los gladiadores (1954), de Delmer Daves. El mismo Henry King encomendó a Susan diferentes tareas: en I´d Climb the Highest Mountain (1951) exploró la vis cómica de la actriz y utilizó su voz para la narración de algunas partes de la historia; volvió a encerrarla en el plató para recrear un África imaginaria en dos ocasiones: Las nieves del Kilimanjaro (1952), donde Hayward se medía con Ava Gardner, y Caravana hacia el sur (1955), en la que Richard Egan la propina una fenomenal paliza y en la que aparece también sumergida en una espectacular tormenta tropical.
Posiblemente el director más considerado con ella en su época Fox fuera Henry Levin, que le encomendó en La dama marcada (1953) el personaje de Rachel Donelson Robards, la frágil esposa de Andrew Jackson que murió antes de que él llegase a la Presidencia USA. Su oponente masculino, Charlton Heston, en general reticente hacia sus compañeras de reparto, dejó escrito en sus diarios: "Si había una actriz capaz de interesar al público por los asuntos domésticos de los Jackson, ésa era Susan Hayward. En su papel de Rachel nos mostró a la recia muchacha de la frontera, a la esposa apasionada y la valiente compañera"
Su última película para la Fox sería El valle de las muñecas (1967), de Mark Robson, en la cual entró a sustituir a Judy Garland, inicialmente elegida para esa colaboración; obtuvo por sólo dos semanas de rodaje unas ganancias de 50.000 dólares. El mismo año interpretó uno de sus personajes más memorables: Mrs. Lone-Star Crockett Sheridan, la exquisita mantis religiosa de Mujeres en Venecia (1967), a las órdenes del que había sido su primer director en Fox, Joseph L. Mankiewicz. Como despedida de la pantalla rodó Los vengadores (1972), de Daniel Mann, compartiendo reparto con William Holden, precisamente el actor que había sido su galán veintinueve años antes en Juventud ambiciosa, de Edward H. Griffith
(Margarita Cansino; Nueva York, 1918-id., 1975) Actriz de cine. Actriz en papeles secundarios desde 1935, pareja de Fred Astaire en 1941, sus primeras películas como protagonista en Hollywood fueron Sangre y arena (1941) y Los modelos (1944). No obstante, su fama como mito erótico no empezó a gestarse hasta su actuación en Gilda (1946), de Charles Vidor, donde recibía una famosa bofetada del coprotagonista Glenn Ford. Repitió pareja de reparto en La dama de Trinidad, otro filme policíaco en el que se consolidó como una buena actriz dramática. Mención especial merece La dama de Shangai (1948), obra maestra de Orson Welles, con quien estaba casada por aquel entonces. Esta película, en la que hacía de malvada perversa en el que es probablemente el papel más logrado de su carrera, marcó el inicio de su declive como estrella de Hollywood, aunque en los años cincuenta interpretó algunos papeles destacados en Salomé (1953), La bella del Pacífico (1953), Pal Joey (1957) y Mesas separadas (1958), junto a Burt Lancaster y David Niven. Los últimos años de su vida estuvieron marcados por la degradación física y psicológica provocada por la enfermedad de Alzheimer