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Biografía de Ferenc Herczeg

Versec, 1863 - Budapest, 1954

Escritor húngaro. Nacido en una familia de origen alemán, al realizar los estudios de segunda enseñanza con los escolapios de Szeged (1876-78) empezó "a pensar en húngaro", sobre todo bajo la influencia de las lecturas de Mór Jókai, decisivas también para la formación de su conciencia nacional. Estudió Derecho en Budapest, y publicó sus primeros escritos a los veintitrés años en Pesti Hírlap.

El éxito de la novela Arriba y abajo (1890) le mereció el ingreso en la Sociedad Petöfi, y las deliciosas historias de Las muchachas Gyurkovics (1893) y del drama La hija del nabab de Dolova (1893) acrecentaron rápidamente su fama, a cuya difusión contribuyó mucho el semanario Ùj Idök, fundado por Ferenc Herczeg en 1894 y durante más de treinta años órgano literario predilecto de la clase media húngara. A partir de esta fecha la notoriedad del autor conoció un progreso continuo.

Diputado al Parlamento desde 1896, tres años después fue nombrado socio correspondiente de la Academia de Ciencias (de la que más tarde sería miembro efectivo y, finalmente, honorario); en 1904 sucedió a Jókai en la presidencia de la Sociedad Petöfi y en 1911 empezó a publicar la autorizada revista Magyar Figyelö a fin de apoyar la política de Esteban Tisza contra la difusión del socialismo; en 1925 fue propuesto por la Academia para el Premio Nobel, y desde 1932 estuvo al frente del movimiento revisionista.

Mientras tanto, su calidad de máximo representante de la corriente literaria "oficial" quedaba confirmada por notables éxitos en el extranjero. Herczeg contemplaba, con la admiración del burgués, no solamente los aspectos sin duda fascinantes de la vida señorial, sino también sus debilidades, y contribuía notablemente a convertir la moral y la concepción de la vida ya olvidadas por la "gentry" en el ideal de la ambiciosa burguesía. A través de un profundo estudio del pasado supo llegar a una más aguda comprensión de los problemas del momento histórico.

Sus mejores novelas, como Paganos y La puerta de la vida, y dramas como Bizancio (1904) y El rey huérfano Ladislao, de argumento histórico, expresan con admirable eficacia la tragedia del destino húngaro vinculada al contraste entre Oriente y Occidente. La inventiva en la creación de tramas, el gusto refinado y el lenguaje claro y ágil de Herczeg le hicieron singularmente apto para el teatro.

En El brigadier Ocskay (Ocskay brigadéros, 1902) reconstituyó el ambiente de la guerra de independencia de Rákóczi; en El puente (A hid, 1925) transformó la lucha política de Széchenyi y Kossuth en símbolo de la perpetua divergencia entre los dos extremos del temperamento húngaro; y, con medios absolutamente originales, supo repetir el tema, tratado hasta el abuso, del triángulo adúltero en La zorra azul, que todavía hoy, luego de casi cuarenta años, conserva su lozanía y su carácter moderno.

Ya en declive su fecundidad de artista, Herczeg siguió manteniendo alto su prestigio como publicista de rectitud moral y erudición excepcionales. Con posterioridad al establecimiento del comunismo en Hungría, llegaron escasas noticias sobre este autor, que falleció a los noventa años en 1954

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(Mohrungen, hoy Morag, actual Polonia, 1744-Weimar, actual Alemania, 1803) Filósofo y escritor alemán. Nacido en el seno de una familia humilde, en 1762 inició estudios de filosofía, teología y literatura en Königsberg, donde siguió los cursos impartidos por Immanuel Kant, de quien fue discípulo, y trabó amistad con J. G. Hamann, destacado crítico de la Ilustración. Ordenado pastor protestante en 1764, se trasladó a Riga para enseñar en la escuela catedralicia. Allí escribió, inspirado por Lessing y por Hamann, los Fragmentos sobre una nueva literatura alemana (1767), donde rechazaba la imitación de los clásicos y defendía una poesía nutrida de vigor popular.

En 1769 realizó un viaje a Francia, donde entró en contacto con Diderot, D´Alembert y los enciclopedistas, estudió las obras de Rousseau y publicó, desarrollando los principios expuestos en los Fragmentos, sus Silvas críticas (1769). Esta obra se considera un antecedente directo del Sturm und Drang, movimiento literario que anticipaba el romanticismo al reclamar una concepción nacional para el arte y reivindicar la exaltación del individualismo y los sentimientos como fuente de inspiración.

En 1770 se trasladó a Hamburgo, donde conoció a Lessing, y después a Darmstadt, donde encontró a Caroline Flachsland, con quien se casaría tres años después. En 1771 viajó a Estrasburgo, en donde permaneció unos meses recuperándose de una dolencia que le afectaba a los ojos. En esta ciudad conoció al joven Goethe, en quien ejercería una notable influencia y, a través de él, en toda la literatura alemana. En 1771 se trasladó a Bückeburg en calidad de consejero consistorial; de esta época data su Ensayo sobre el origen del lenguaje (1772), donde subraya su carácter natural y evolutivo, y su papel preponderante en cualquier proceso cognoscitivo.

Entre 1778 y 1779 escribió Las voces de los pueblos en cantos, donde agrupaba los grandes poemas antiguos de la Biblia, Homero u Ossian junto con poemas originales de él mismo, de Goethe y de Matthias Claudius. Esta colección de cantos populares, que contenía poemas que no se ajustaban estrictamente al dogma del arte popular, indica una influencia clásica sobre Herder, quien, gracias a la intervención de Goethe, en 1776 había sido nombrado superintendente, predicador de la corte y miembro del consistorio de Weimar, centro del clasicismo alemán y ciudad en la que, salvo una estancia en Italia entre 1778 y 1779, permanecería hasta su muerte.

Además de su doctrina del lenguaje, Herder elaboró una vasta filosofía de la historia en Otra filosofía de la historia de la humanidad (1774). En ella invertía hasta cierto punto los lugares comunes de la historia según la Ilustración: el Renacimiento no habría sido una renovada «iluminación» de la humanidad, tras los siglos de «oscuridad» de la Edad Media, sino que reivindica el sentido fundador y la prioridad moral de ésta frente al racionalismo «vacío» ilustrado. Perfecta exposición de la nueva filosofía de la historia romántica, el texto revela una clara nostalgia respecto a unos tiempos «patriarcales», anteriores al mundo griego, en los que el hombre se hallaría en una relación privilegiada con la divinidad, no contaminada por la reflexión.

En Ideas sobre la filosofía de la historia de la humanidad (1784-1791), que dejó inacabada, intentó revelar la estrecha relación entre la naturaleza y la evolución cultural de la raza humana. Herder constituye uno de los pilares del movimiento romántico, que le debe algunos de sus conceptos fundamentales, como el de Volksgeist (carácter nacional), motor y sentido profundo de la historia y de las expresiones artísticas y culturales de los pueblos

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