Político angoleño. Fundó en 1954 la Unión de las Poblaciones de Angola y se estableció en Leopoldville después de la sublevación de 1961. En 1962 creó el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA). En 1975, al estallar la guerra civil, recibió el apoyo de Sudáfrica y de EE UU. Sin embargo, no logró imponerse a las tropas del MPLA y tuvo que replegarse a la zona selvática del sur del país (1976), prosiguiendo la guerra de guerrillas. En 1980 se exilió en Francia
(William Franklin Beedle; O´Fallon, 1918 - Santa Mónica, 1981) Actor de cine estadounidense. Miembro de una familia acomodada, todo parecía indicar que seguiría la tradición familiar y se convertiría en químico; sin embargo, pronto quedó claro que prefería dedicarse al mundo de la interpretación. Empezó en la radio y de allí pasó al teatro, hasta que el cine llamó a su puerta. Un representante de actores reparó en aquel apuesto muchacho de excelente voz y lo introduce en el mundo del cine, aunque la Segunda Guerra Mundial le supone al joven actor hacer un buen paréntesis en su carrera, pues durante casi toda la contienda sirvió a su país como miembro del Ejército del Aire
Durante esa década, no obstante, se distingue como un más que aceptable intérprete de westerns como Arizona (1940), de Wesley Ruggles, Texas (1941), de George Marshall, o El hombre de Colorado (1948), de Henry Levin. Pero el gran éxito le llega con El crepúsculo de los dioses (1950), uno de esos filmes que han hecho historia por diversos motivos. En primer lugar, por la excelente dirección de Billy Wilder, con un original planteamiento narrativo, en el que a través de la visión de un muerto -el propio Holline-, por medio de un flashback, asistimos a la decadencia de las grandes estrellas del Hollywood del periodo mudo. Gloria Swanson era en el film la actriz en decadencia que mantenía a sus expensas a un gigoló, papel que representaba un Holden extraordinario. Hacían también pequeños cameos viejas glorias como Cecil B. de Mille o Cecil B. de Mille
Gracias a ese papel, William Holden se convirtió en una estrella y comenzó su auténtico despegue en el historia del cine. Demostró que era algo más que apostura y que se trataba de un actor con una gran capacidad para asumir diversos papeles, aunque era en el registro dramático en el que parecía encontrarse más a gusto. De este modo le llegó el Oscar al mejor actor por Traidor en el infierno (1953), con Billy Wilder de nuevo en la dirección. Corría el año de 1953 y Holden ya no detendría su ascenso vertical hacia el favor del público
A finales de los cincuenta interviene en tres películas: Picnic (1956), de Joshua Logan, donde su historia con Kim Novak, constituye uno de los complementos interpretativos más tórridos del cine de aquellos años; después es El puente sobre el río Kwai (1957), una película de extraordinaria repercusión, donde David Lean, el director, conseguía una de sus obras más famosas, recompensada con un buen número de Oscar.
Aunque era Alec Guinness quien obtenía el papel de mayor fuerza en el film, Holden, como un oficial prisionero que logra escapar del campo de concentración japonés, obtenía un importante triunfo; y, por último, interviene en Misión de audaces (1959), un western dirigido por el clásico John Ford. Compartiendo la cartelera con el mejor especialista del género, como era John Wayne, William Holden daba vida a un oficial médico que acompaña a un destacamento de caballería, que durante la guerra civil estadounidense se infiltra en las líneas de los confederados. Las psicologías opuestas de los dos actores protagonistas hacen que éste resista, mucho mejor que otros, el paso del tiempo
Las décadas de los sesenta y setenta lo presentan más selectivo en cuanto a escoger trabajos, pero en lo más alto de las clasificaciones de Hollywood. En El mundo de Suzie Wong (1961), de Richard Quine, era un pintor enamorado de una muchacha japonesa. Eran los años en Japón salía de la derrota de la Segunda Guerra Mundial y comenzando su resurgir económico. El cine americano, de tan fina sensibilidad para estas cosas, empezaba a dar también, una visión distinta de las relaciones entre los dos países.
Encuentro en París (1964), nuevamente de Richard Quine, fue una comedia simpática en la que él encarnaba a un guionista de cine, que prepara un nuevo guión y busca una secretaria, papel que interpretó la delicada Audrey Hepburn. Holden comenzaba a ser ya un hombre más que maduro, pero asumía la nueva situación con naturalidad y sin ningún resquemor. La diferencia de edad entre los actores impregnaba el desarrollo de la situación sentimental entre ellos de un especial toque, dulcemente erótico. Ya como un hombre casi en el inicio de la vejez, actuó en otro film que se convirtió en una renovación del género del western. Fue Grupo salvaje (1969), con la que Sam Peckinpah, su director, obtuvo gran popularidad
William Holden siguió trabajando, si bien bajó considerablemente el ritmo; apareció en un típico film de catástrofes, tan del gusto de los años setenta, El coloso en llamas (1974), de John Guillermin. Cuatro años después, Wilder le hacía actuar en la excelente y melancólica Fedora, una obra que era una remembranza de artistas en decadencia. Su última intervención fue en la agridulce Somos honrados bandidos (1981), de Blake Edwards