Príncipe egipcio, hijo o ahijado de Mehemet Alí. Hizo sus primeras armas en Arabia contra los wahabitas en 1816, quitándoles sucesivamente muchas ciudades, hasta llegar a Derayet, su capital, que no tomó sino después de un largo sitio, por lo que recibió luego en premio el título de bajá de las ciudades santas. Contribuyó eficazmente a organizar el ejército egipcio a la europea, según el deseo de Mehemet Alí. Enviado a Grecia, cuando estalló la insurrección, se apoderó de Candia, recorrió victorioso Morea, y no se retiró hasta que recibió órdenes de su padre, después de la batalla de Navarino.
Secundó a Mehemet en su proyecto de apoderarse de Siria al marchar contra San Juan de Acre, que tomó después de seis meses de sitio. Destituido con su padre por el sultán, que juzgó su conducta como una verdadera rebelión, se puso al frente de un ejército, y derrotó sucesivamente a los generales turcos Hussein Bajá y Reschid Bajá, después de lo cual se dirigió a Constantinopla, pero intervinieron las potencias europeas, e hicieron a las partes beligerantes adoptar el Tratado de Kutahieh.
Este tratado fue después violado en diferentes ocasiones por los turcos, lo que dio lugar a nueva guerra, en que Ibrahim, siempre vencedor, volvió a derrotar en Nizeb al ejército turco, mandado por Hafiz-Bajá. Las potencias europeas intervinieron de nuevo, manifestando su resolución de mantener la integridad del territorio otomano, y Mehemet Alí tuvo que evacuar Siria en virtud del Tratado de Londres de 1840.
Ibrahim se retiró entonces de la vida pública, se dedicó a la agricultura, haciendo grandes plantaciones en algodoneros y olivos en sus posesiones de Heliópolis; visitó después Italia y Francia, hizo un viaje a Constantinopla, donde fue confirmado en la dignidad de virrey de Egipto, para cuando muriera su padre, y de vuelta al Cairo, murió algunos meses antes que Mehemet Alí.
Cuarto emir hafsí de Túnez (1279-1283), hijo del fundador de la dinastía y primer emir hafsí de Túnez, Yahya I (1229-1249). Sucedió a su sobrino Yahya II (1277-1279) después de que se declarase en rebelión contra él y lo mandara matar, gracias a la alianza que estableció con los nazaríes de Granada, los abd al-wadíes de Tlemcen y con el monarca aragonés Pedro III (1276-1285), quien albergaba la esperanza de enfeudar al estado hafsí para satisfacer sus ambiciones mediterráneas y sus pretensiones territoriales sobre la Sicilia angevina
La alianza militar entre los tunecinos y los aragoneses no tardó mucho tiempo en romperse por cuestiones territoriales y desconfianzas mutuas entre ambos soberanos. En el mes de junio del año 1282, Pedro III de Aragón apoyó militarmente la rebelión del gobernador de Constantina, quien se proclamó emir independiente de Túnez.
Este apoyo tampoco resultó positivo para el monarca aragonés, por lo que decidió aprovechar las dificultades que por aquel entonces estaban pasando los angevinos para hacerse con el control total de la isla y olvidarse de sus pretensiones territoriales tunecinas. Esto permitió a Ibrahim I poner orden interno en su reino y reprimir del todo las distintas sublevaciones que surgieron
Ibrahim I mantuvo buenas relaciones con las principales potencias comerciales de Italia y entabló una alianza duradera con la dinastía de los abd al-wadíes por medio del casamiento de una de sus hijas con el príncipe heredero de Tlemcen. Sin embargo, tuvo que huir precipitadamente a Bujía cuando un aventurero de nombre Ibn Ami Umara, que pretendía ser hijo del antiguo emir Yahya II (1277-1279), se apoderó de todo el sur del país y se proclamó califa en el año 1283.
Al mostrarse incapaz de expulsar al advenedizo, Ibrahim I fue obligado por los notables del reino a abdicar en favor de su hijo Abd al-Aziz I Abu Faris (1283). Ese mismo año, ambos fueron ejecutados por Ibn Ami Umara, quien subió al trono hafsí con el nombre de Ahmad Ibn Marzuq (1283-1284).