Conquistador y colonizador español. Francisco de Ibarra era miembro de una familia de origen vasco, asentada en México desde los primeros años del siglo XVI. Una hija de su tío, Diego de Ibarra, se había casado con Luis de Velasco, marqués de Salinas y virrey de México, lo que hizo posible que Francisco abandonase su Euskadi natal para acompañar a su tío en diversas expediciones por la región mejicana de Zacatecas. La ciudad homónima había sido fundada por Diego de Ibarra en 1549, pese a lo cual las tribus indígenas chichimecas ofrecían una amplia resistencia al dominio español.
En 1554, bajo el mandato de Francisco de Ibarra, los chichimecas fueron derrotados en numerosas ocasiones, contribuyendo ampliamente a pacificar la región. Este cambio provocó que Francisco de Ibarra dirigiese diversas expediciones en el territorio de los actuales estados mejicanos de Durango y Chihuahua, exploraciones con saldo positivo debido al descubrimiento de minas de plata en el primero de los estados. Gracias a su valía militar, en 1562 fue nombrado por el virrey Velasco adelantado y capitán general de Nueva Vizcaya, que fue el nombre que recibió la región explorada por Francisco de Ibarra
Al frente de su capitanía, el gobernador español procedió al establecimiento de una rudimentaria administración pública que asentase definitivamente el dominio virreinal de la región. Lo más destacado de su actuación al frente de los destinos de Nueva Vizcaya fue la fundación de diversas ciudades, entre ellas Durango (actualmente, Victoria de Durango) y Nombre de Dios.
En 1564 abandonó su situación, un tanto burocrática para su natural ímpetu explorador, y realizó diversas expediciones por los territorios más septentrionales, sobre todo por las actuales regiones de Sonora y Sinaloa. En 1565 fundó la ciudad de San Juan Bautista de Carapoa (cuyo nombre actual es El Fuerte), y un año más tarde hizo lo propio con San Sebastián (la actual villa de Concordia), en un claro homenaje a sus orígenes guipuzcoanos.
Durante sus últimos años de vida, alternó las estancias en Nueva Vizcaya, pues continuó siendo gobernador de esta región, con las expediciones en Sinaloa. Precisamente en una de ellas, acontecida en la primavera de 1575, Francisco de Ibarra halló la muerte. La valoración de su labor conquistadora es excelente, y se integra dentro de las campañas fomentadas por el virrey Velasco para conquistar definitivamente todo el norte de México
(Zaragoza, 1726 - Madrid, 1785) Tipógrafo y editor español. En su infancia trabajó para la Universidad de Cervera (Lérida) junto a su hermano Manuel, que había logrado hacerse con la Imprenta Pontificia y Real. Allí estuvo hasta 1742, año en que se desplazó a Madrid para trabajar en ese gremio.
Allí montó en 1763 un célebre establecimiento tipográfico en la calle de las Urosas (moderna Luis Vélez de Guevara); años más tarde, desplazó su taller a la calle de la Gorguera (hoy, Núñez de Arce). El diseño de estas instalaciones fue seguido por el arquitecto Pedro Arnal al proyectar el edificio de la Imprenta Real y Nacional y también brindó modelo a la Compañía de Impresores y Libreros del Reino.
Ibarra fabricó sus propios útiles y dispuso de unos célebres tórculos de los que salieron sus magníficas ilustraciones gracias a la técnica del grabado en hueco. Desde el 3 de junio de 1779, fue nombrado Impresor de la Real Academia Española, tras haberlo sido José Rodríguez y Escobar, Francisco del Hierro y Antonio Pérez de Soto con sus respectivos talleres; en breve, fue también Impresor Real de Carlos III, impresor del Arzobispo Primado y del Consejo de Indias
La fama de Ibarra deriva de sus magníficas ediciones, con una tipografía elegante que se acompaña con frecuencia de grabados de bella factura. De su taller, salieron obras como el Salustio en español (1772), animada por el Infante don Gabriel, que es hoy uno de los libros de coleccionista más afamados por sus reproducciones epigráficas, numismáticas y sus raros alfabetos.
Además, cabe recordar sus ediciones del Quijote, particularmente el encomendado por la Real Academia de la Lengua Española (1780); la Ortografía (1770), la Gramática (1771) y el Diccionario de la lengua castellana (1780) de esa institución; o bien la Historia de España del padre Mariana (1780). Ya póstuma, al rematarla su viuda e hijos, es la segunda edición de la Bibliotheca Hispana vetus et nova de Nicolás Antonio