Militar y diplomático ruso que dirigió la política exterior rusa bajo el reinado del zar Alejandro II, que se mantuvo en el trono desde 1855 a 1881. Ignatiev comenzó su carrera diplomática en 1856 en el Congreso de París, tras la Guerra de Crimea.
En 1859 comenzaron las negociaciones con China para alcanzar un tratado que definiera las fronteras del este de los dos países. Tras una primera etapa improductiva, en 1860, aprovechando un asedio de franceses e ingleses en Pekín, los rusos se presentaron como una potencia amistosa e Ignatiev consiguió que China firmase el tratado. En él, este país reconoció a Rusia como gobernante del territorio izquierdo del río Amur, así como el existente entre el río Ussuri y el océano Pacífico
Tras este éxito, Ignatiev fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores, con jurisdicción para llevar las relaciones de Rusia con el Imperio otomano y la zona este de Europa. En 1864 fue nombrado embajador de Constantinopla (hoy Estambul) y permaneció allí hasta 1877. En Constantinopla desarrolló una buena política de entendimiento, pero se produjeron rebeliones en Herzegovina y en Bulgaria, y el sultán Abdulamid llevó a cabo una cruenta persecución contra los cristianos
Todos estos acontecimientos llevaron a Rusia a enfrentarse a Turquía en la Guerra ruso-turca durante los años 1877 y 1878. Tras la derrota de los turcos, fue Ignatiev el representante ruso en la negociación del Tratado de San Stefano; por este tratado, que fue tremendamente favorecedor para Rusia, se dio la independencia a los serbios y se creó el estado de Bulgaria, pero el resto de Europa se negó a aceptar el tratado. Cuando a Ignatiev no se le permitió obstaculizar el Tratado de Berlín (1878), que lo sustituía y que suponía menos ventajas para Rusia, se vio forzado a dimitir
Tras la coronación de Alejandro III en 1881, fue nombrado ministro del Interior. Desde este cargo llevó a cabo medidas preventivas para sofocar una posible insurrección interna. También asumió las reformas liberales diseñadas por su predecesor. Propuso al zar que restableciera una "asamblea del pueblo", pero éste, temeroso de que la intención de Ignatiev fuera establecer un gobierno constitucional, lo destituyó de su cargo en mayo de 1882. Aunque siguió en la política, nunca más volvió a tener un cargo de tan alta influencia
(Tokio, 1642 - 1693) Escritor japonés. Considerado como el escritor más relevante de todo el período Edo, se cree que su verdadero nombre era el de Togo Hirayama, ya que el de Ihara Saikaku parece ser un seudónimo literario
Comenzó a darse a conocer como poeta, faceta en la que cultivó profusamente el haiku y las estrofas encadenadas. Saikaku era un virtuoso de estas formas métricas, que le dieron enorme fama no tanto por su calidad literaria como por la enorme facilidad con que brotaban de su pluma (se cuenta que en el transcurso de un solo día del año 1684 llegó a escribir veintitrés mil quinientos versos). Esta fecundidad versificadora le llevó a componer muchos poemas que hoy en día pueden calificarse de grotescos; sin embargo, en todos ellos aparece ya ese acusado cinismo que después rezumará su magnífica obra en prosa
En efecto, Ihara Saikaku se convirtió muy pronto en el narrador más celebrado de su tiempo, merced al agudo realismo con que supo reflejar en sus novelas la vida del Tokio de finales del siglo XVII. En 1682, a raíz de la publicación de Vida de un enamorado, inauguró un nuevo género de prosa de ficción, el de los "libros del mundo flotante" (ukiyo-zôshi). Bajo este poético epígrafe se englobó un tipo de narraciones que describen las peripecias de ciertos personajes urbanos que frecuentan los barrios más libertinos de las ciudades
Cuatro años después publicó otra famosa narración del mismo género, Cinco mujeres enamoradas del amor (1686), novela inscrita en el mismo ambiente erótico y realista, que volvía a retratar con sorprendente fidelidad la vida alegre de las grandes ciudades japonesas
Posteriormente, convertido ya en un escritor consagrado, Ihara Saikaku escribió varios relatos sobre la clase guerrera aristocrática (los samurai), y publicó algunas narraciones satíricas en las que, desde su fino cinismo bienhumorado, ofrecía las claves que aseguraban el éxito en los negocios y ahuyentaban la sombra del fracaso. Además, fue autor de muchas otras obras de carácter popular que le dieron un gran prestigio y reconocimiento entre las gentes sencillas de su país, como las recogidas en el volumen titulado Cuentos de la provincia