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Biografía de Henricus Institoris o Institor

Nombre latinizado de Heinrich Krämer; ¿Schlettstadt?, 1430 - en Moravia, 1505

Dominico y teólogo alemán. Después de predicar la cruzada en Lusacia (1474), fue nombrado gran inquisidor en Ratisbona (1484). Luchó en Alemania e Italia contra los herejes, magos y brujos. Escribió un tratado sobre brujería, que se convirtió en manual clásico

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(Pseudónimo literario de Alberto Galt y Escobar; La Habana, 1885 - Madrid, 1963) Periodista y escritor español. En su amplísima producción narrativa -publicó más de setenta novelas- predomina la temática costumbrista y el estilo característico de la literatura folletinesca, en su caso adobado por otros ingredientes de gran aceptación popular, como el erotismo, la crítica social e, incluso, ciertas dosis de espiritualidad mística

Nacido en el seno de una familia española asentada en territorio colonial, a los cinco años de edad se estableció con todos los suyos en Madrid, donde pronto dio muestras de una despierta curiosidad intelectual que le inclinó, ya en su juventud, hacia el conocimiento de las disciplinas humanísticas y el cultivo de la creación literaria. Y así, aunque cursó estudios superiores de Derecho en la Universidad de Madrid, pronto abandonó el severo ámbito de las leyes para consagrarse a la escritura, primero en calidad de periodista y, poco después, como narrador y dramaturgo de notable éxito entre la crítica y los lectores de su tiempo

En su faceta de periodista, Alberto Insúa colaboró en algunos de los principales rotativos y revistas españoles del primer tercio del siglo XX, como Blanco y Negro, El Liberal, El País, Nuevo Mundo y La Gaceta Literaria. Los numerosos lectores que seguían con fidelidad sus colaboraciones periodísticas le granjearon un notable prestigio en el panorama de la prensa española de la época, lo que le permitió cubrir la información referente a la I Guerra Mundial como corresponsal en París del cotidiano madrileño ABC. Por aquel entonces, Alberto Insúa ya era un novelista de éxito en España

En efecto, a finales de la primera década del nuevo siglo había revolucionado el adormecido panorama literario español con la publicación de La mujer fácil (1909), una novela de alto contenido erótico que, en la estela abierta por uno los autores que más influyeron en esta primera etapa literaria de Alberto Insúa (el novelista de Villanueva de la Serena Felipe Trigo), aborda con criterios naturalistas el por aquel entonces escandaloso tema de las relaciones amoroso-sexuales. La espléndida acogida deparada a esta obra por los lectores españoles de comienzos del siglo XX animó a Alberto Insúa a escribir y publicar otras novelas de parecido tenor, como las tituladas Las neuróticas (1911) y El demonio de la voluptuosidad (1911)

Posteriormente, el escritor habanero abandonó esta corriente temática para -influido ahora por la narrativa de madurez de Pérez Galdós- transformarse en un novelista de mayor empaque y seriedad, hábil en la construcción de los perfiles psicológicos de sus personajes y, al mismo tiempo, poseedor de la misma frescura y amenidad que había animado sus primeras narraciones. Fueron saliendo entonces de su pluma algunas de sus novelas más celebradas por críticos y lectores, como Los hombres: Mary los descubre (1913), Los hombres: Mary los perdona (1914) y, entre otros muchos títulos, El negro que tenía el alma blanca (1922), narración con la que obtuvo su mayor reconocimiento literario tanto en España como en el extranjero (fue traducida a varios idiomas).

Durante aquella década de los años veinte, Alberto Insúa reapareció con notable fortuna en los anaqueles de las librerías de todo el país, para incrementar su fama con otros títulos tan leídos por sus contemporáneos como La mujer, el torero y el toro (1926) -novela en la que recuperaba su afición juvenil por el relato erótico-, Humo, dolor, placer (1928) y El barco embrujado (1929). Entre el resto de su prolífico corpus novelesco, cabe recordar otros títulos como El amante invisible (1930), Un corazón burlado (1953) y Nieves en Buenos Aires (1955)

Al tiempo que cosechaba estos éxitos de ventas con sus novelas, trataba de ocupar también un puesto cimero entre los autores dramáticos de su tiempo. No logró, ciertamente, colocar sus piezas teatrales a la misma altura alcanzada por sus narraciones en las preferencias del público español del primer cuarto del siglo XX, aunque sí mereció algunos elogios por los estrenos de Nunca es tarde (1914), Cabecita loca (1914), En familia (1914) y La culpa ajena (1916). Autor, además, de numerosos relatos breves que quedaron dispersos en periódicos y revistas, en su vejez Alberto Insúa volvió a ocupar la primera plana del panorama literario español merced a la publicación, a lo largo de la década de los años cincuenta, de los tres interesantes volúmenes de sus Memorias (1952, 1953 y 1959), en los que, al hilo del recuento de su propia peripecia biográfica, ofreció un espléndido fresco de la cultura y la sociedad españolas de la primera mitad del siglo XX

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