Papa italiano (1823-1829). Elegido por los zelanti, apoyó la Santa Alianza. Condenó la libertad de imprenta en su reforma de los estudios (1824) y la masonería (1825). Trasladó la corte pontificia al Vaticano y organizó el jubileo de 1825
(Vincenzo Gioacchino Pecci; Carpineto, 1810 - Roma, 1903) Papa romano (1878-1903). Su familia no tenía grandes medios, pues vivían en una comarca montañosa y pobre. Entró a la edad de ocho años (1818) en el colegio jesuita de Viterbo; en 1824 se trasladó al también jesuita Colegio Romano. Se mostró extraordinariamente dotado para el estudio del latín, adquiriendo entonces el gusto por componer poesía en esta lengua. En 1832 se doctoró en Teología. Los cinco años siguientes los empleó en el aprendizaje del derecho civil y canónico, en la Academia de Nobles. Al finalizarlos fue ordenado sacerdote (1837)
Muy pronto pasó al servicio del papa Gregorio XVI, quien le encomendó tareas diplomáticas, primero como delegado pontificio en las ciudades italianas de Benevento, Perugia y Spoleto (1838-1843), y luego como nuncio en Bélgica (1843-1846). En este tiempo viajó por los vecinos países de Alemania, Francia e Inglaterra, visitando sus complejos industriales. En 1846 fue nombrado obispo de Perugia. En esta sede reorganizó toda la actividad pastoral e incluso restauró la catedral y el seminario. Como consecuencia de su buen quehacer fue elevedado al cardenalato en 1853
Durante unos veinticinco años apenas estuvo en Roma, al mostrarse contrario al Secretario de Estado Antonelli. En ese tiempo se dedicó al gobierno de su diócesis y al pensamiento. Uno de sus temas de reflexión fue la universalidad de la Iglesia, llegando a la conclusión que los problemas exclusivamente italianos suponían un excesivo lastre para que fuese plenamente percibida esa universalidad.
También se mostró firme frente a las autoridades civiles (en 1860 Perugia fue integrada en el reino de Italia), que ponían trabas a la Iglesia católica. No obstante, entre 1874 y 1877 publicó varios documentos pastorales de tono conciliador. Una vez muerto Antonelli, el Papa Pío IX le nombró cardenal-camerlengo (1877), de modo que se trasladó a Roma. Era una muestra de confianza, pues en caso de muerte del pontífice sería el quien se ocupase de gobernar interinamente la Iglesia. Así ocurrió el año siguiente, encargándose él de la convocatoria del nuevo cónclave que elegiría al sucesor
Este cónclave duró apenas dos días, del 18 al 20 de febrero, y en él se eligió al cardenal Pecci por amplia mayoría. Tenía entonces 69 años. Delgado, enérgico pero de buen caracter y con flexibilidad, adoptó el nombre de León XIII, en honor de León XII. Era el primer Papa elegido después de la pérdida de los Estados Pontificios, en una época de importantes cambios políticos y sociales. A ellos tuvo que atender en su pontificado.
Desde 1881 publicó cinco encíclicas que por su contenido dieron lugar años más tarde a otra: la Rerum Novarum (15 de mayo de 1891), centrada en la cuestión social, y origen del sobrenombre que se le dio después: "Papa de los obreros". En ella rechazaba la lucha de clases como medio de solucionar la pobreza y la opresión. Resaltaba la dignidad y libertad de la persona, cuyo trabajo debía ser correspondido por un salario justo no sujeto exclusivamente a las leyes del mercado.
El Estado, aunque no debía ser intervencionista, tenía que garantizar el uso adecuado de los bienes; dado que estos tenían en parte carácter social, debía haber procedimientos redistributivos adecuados que auxiliasen a los necesitados. El fruto de esto sería la paz social. El pensamiento de León XIII respecto a las asociaciones obreras era similar: protección estatal pero sin manipulación. Esta encíclica fue la base de la doctrina social cristiana, retomada por sus sucesores en sus documentos sobre este tema
En las dos últimas décadas del siglo XIX se había intensificado el colonialismo europeo. En la Conferencia de Berlín de 1884-1885 las potencias colonizadoras se comprometieron a proteger, junto con los exploradores y científicos, a los misioneros. Tampoco existía ya el fuerte anticlericalismo de tiempo atrás, y todo ello facilitó la labor misionera de la Iglesia. Su cabeza, León XIII, también la promovió: el 3 de diciembre de 1884 publicó la encíclica Sancta Dei civitas, que señalaba a los católicos que el sostenimiento material y espiritual de las misiones era responsabilidad común.
A numerosos lugares de África, Asia y Oceanía llegaron por primera vez misioneros cristianos. El éxito fue muy grande, pero en ocasiones, a ojos nativos, se identificó a los evangelizadores con los colonizadores, lo que tendría consecuencias posteriormente, al extenderse los movimientos de independencia. También fueron importantes las iniciativas de León XIII respecto al ecumenismo, tema al que dedicó numerosos documentos, entre ellos seis encíclicas. Al inicio de su pontificado, en 1879, obtuvo la unificación con algunas pequeñas iglesias orientales antes separadas, como la caldea. Con los anglicanos tuvo más dificultades. Poco antes de su muerte creó la Comisión Pontificia para la Reconciliación (luego Secretaría para la Unidad de los Cristianos)
Trató también de mejorar las relaciones con Italia, regida por Humberto I de Saboya, que se mostraba abiertamente adversario de la Iglesia e hizo aprobar legislación de talante anticlerical. Diversos incidentes, como el ataque a la procesión que trasladaba el cuerpo de Pío IX a la basílica de San Lorenzo, empujaron a León XIII a pensar en el exilio, llegando incluso a solicitar al emperador Francisco José de Austria que le acogiese llegado el caso. El emperador no dio una respuesta clara, y el Papa decidió no abandonar Roma. Renunció a reclamar los Estados Pontificios, pero reclamó al menos la ciudad de Roma para garantizar su independencia. Por el momento este problema no tuvo solución, de modo que mantuvo la prohibición (non expedit) dada por Pío IX a los católicos, que como protesta les impedía intervenir en la política estatal (exceptuándose los asuntos locales o provinciales)
En Alemania la situación de los católicos era aún más difícil, pero en este caso los problemás sí se resolvieron. Agrupados en el partido político Zentrum, los católicos eran objeto de una auténtica persecución a causa de las leyes promulgadas de 1871 a 1878 por el canciller Otto von Bismarck (Kulturkampf, "lucha por la cultura"). En Prusia la situación era especialmente difícil: los religiosos y varios obispos expulsados, todo nombramiento eclesiástico condicionado a las autoridades civiles, el seminario cerrado, y la vida parroquial perjudicada. León XIII se mostró firme a través de los católicos alemanes pero al mismo tiempo apaciguador. Sus secretarios de Estado hicieron una gran labor diplomática, y el canciller, necesitado del apoyo político que el Zentrum podría darle, terminó por derogar las leyes adversas a la Iglesia. Además, cuando en 1890 el emperador Guillermo II destituyó a Bismarck, se alcanzó total libertad
En Francia las dificultades para los católicos provenían del laicismo extremo del estado, que tendía a excluir a la Iglesia. Las leyes de Jules Ferry, ministro de Instrucción Pública y presidente del Consejo, de 1880-1882, prohibieron la enseñanza religiosa. Los católicos, deslizándose a posiciones antirrepublicanas, reaccionaron tratando de formar un partido católico y monárquico. Sin embargo, hacia 1890 la situación se suavizó, y de nuevo los modos conciliadores de León XIII reintegraron a los católicos (ralliemenent, "adhesión") en la III República. Les dio además criterios de acción política, parecidos a los que sugeriría a los italianos, en la encíclica Au milieu (16 de febrero de 1892). Como resultado se dejó de identificar a los católicos como monárquicos y los sindicatos católicos se aproximaron más a los trabajadores.
Las tensiones se reanudaron en 1898 tras el triunfo de los partidos de izquierda, que pusieron trabas a las órdenes religiosas. Algunas, como la Compañía de Jesús o la Orden Benedictina, debieron abandonar el país. En 1902 fue elegido presidente Émile Combes, que cerró miles de escuelas religiosas y expulsó a casi todos los religiosos. En 1904, ya siendo Papa San Pío X, rompería relaciones diplomáticas con la Santa Sede, suspendería el Concordato de 1801, y prohibiría cualquier tipo de enseñanza a las órdenes religiosas
Iniciado el mes de julio de 1903, León XIII enfermó gravemente a causa de una inflamación de los pulmones. Ya el día 5 recibió los últimos sacramentos, antes de que los reconocimientos médicos descubriesen nuevas complicaciones. Las curas que se le aplicaron no tuvieron efecto alguno y, tras haber perdido el conocimiento la noche anterior, murió consciente en la tarde del día 20. Tenía 93 años y había sido Papa durante casi veintiséis. Sus restos, enterrados en San Pedro de Roma, fueron trasladados en 1924 a San Juan de Letrán, a un sepulcro en el que una de las figuras de su monumento funerario es un trabajador.