Rey de Esparta (491 a.J.C.-469 a.J.C.). Sucesor de Demarato, subió al trono apoyado por Cleómenes. Dirigió la flota de la alianza griega que venció a los persas en la batalla de Micala (479 a.J.C.). Acusado de haberse dejado sobornar, fue procesado en Esparta, por lo que huyó a Tesea en busca de refugio
Rey de los visigodos (?, ? - Toledo, 586). Fue asociado al Trono por su hermano Liuva I (elegido rey en el 567) en el año 568, como forma de evitar una guerra civil entre ambos después de la muerte de Atanagildo. Leovigildo reforzó su poder casándose con la influyente viuda de Atanagildo, Goswinta, y se encargó de gobernar los territorios visigodos en la península Ibérica, mientras su hermano dominaba la Septimania, última provincia que les quedaba a los visigodos en las Galias. La muerte de Liuva en el 571 permitió a Leovigildo erigirse en único monarca y gobernar la totalidad del reino.
Puede decirse que fue Leovigildo quien convirtió definitivamente el reino visigodo en un Estado hispánico: fijó la capital en Toledo; contuvo en sendas campañas militares a los otros dos poderes presentes en la Península, representados por los asentamientos bizantinos del sureste (571) y por el reino suevo del noroeste (573-76); venció definitivamente a este último, incorporando Galicia a sus dominios (585); aplastó la rebelión de la aristocracia bética en el sur (572); rechazó un intento de los burgundios por arrebatarle Septimania (585); sometió a los cántabros (574), a los vascones (fundando para controlarlos la ciudad de Vitoria) y a otros pueblos del norte
Pero la labor de Leovigildo no se limitó a la expansión territorial del reino visigodo por medio de campañas guerreras; también lo consolidó mediante reformas internas. Convirtió la monarquía electiva tradicional de este pueblo germánico, procedente de su época nómada, por una monarquía hereditaria en su propia familia; para ello asoció al Trono a sus hijos Recaredo y Hermenegildo en el 573; un posterior intento de rebelión de este último fue abortado sin contemplaciones, dejando a Recaredo como único heredero.
Inspirándose en el modelo del Imperio Bizantino, reforzó la majestad y el poder simbólico del monarca, enriqueciendo el ceremonial cortesano y acuñando monedas de oro. Y realizó múltiples reformas administrativas, judiciales, fiscales y militares, tendentes todas ellas a la centralización del poder y a la sumisión de la nobleza.
El principal fracaso de su reinado estuvo en la política religiosa, pues no consiguió imponer a la población hispanorromana la fe arriana de la casta dominante goda; la rebelión de Hermenegildo -convertido al catolicismo- en 579-84 mostró la virulencia del conflicto religioso latente, al sublevar de nuevo a las ciudades de la Bética. Leovigildo reforzó desde entonces la persecución de los católicos; pero la resistencia autóctona le aconsejó cambiar de actitud hacia el final de su vida, favoreciendo quizá la posterior conversión de su hijo y sucesor, Recaredo, a la fe católica