Archiduque de Austria, gran duque de Toscana (con el nombre de Leopoldo I, 1765-1791), emperador, rey de Bohemia y Hungría (1790-1792). Era hijo de Francisco I y de María Teresa. Ejemplo del déspota ilustrado, influido por las doctrinas jansenistas, promovió el desarrollo económico en Toscana. Abolió la Inquisición (1787) y apoyó al obispo de Pistoia, Scipione Ricci. Sucedió a su hermano José II en el trono de Austria (1790), intervino en Bélgica, ocupó Bruselas y en 1791 liquidó la insurrección de Lieja. Firmó la paz con Turquía (1791). Temeroso ante la Revolución francesa (su hermana María Antonieta estaba prisionera en Francia), no se decidió a intervenir hasta 1792. Ese año firmó una alianza militar con Prusia. Murió poco antes de que estallase la guerra
(Bruselas, 1901 - 1983) Rey de Bélgica, hijo del rey Alberto I y de Isabel de Baviera, y sobrino-nieto de Leopoldo II. Se declaró neutral nada más estallar la Segunda Guerra Mundial, aunque ante la invasión por parte de las tropas alemanas de su país, en 1940, en calidad de comandante en jefe de todos los ejércitos belgas, tuvo que aceptar la rendición incondicional. Hecho prisionero por los alemanes por negarse a colaborar con ellos, tras la liberación de su país fue acusado de traidor. A pesar de que fue exonerado por una comisión investigadora del Parlamento belga, no logró poner fin a la polémica suscitada en torno a su lealtad, por lo que abdicó en favor de su hijo Balduino, en 1951
Leopoldo cursó sus primeros estudios en la prestigiosa escuela inglesa de Eton. Durante la Primera Guerra Mundial sirvió a las órdenes del ejército francés como soldado privado. En el año 1926 contrajo matrimonio con la princesa sueca Astrid, a la que perdió en un trágico accidente de automóvil, en agosto de 1935. Fruto del matrimonio nacieron Josefina-Carlota, Balduino (futuro rey de Bélgica) y Alberto. Leopoldo subió al trono belga a la muerte de su padre Alberto I, el 17 de febrero de 1934, y reinó con el nombre de Leopoldo III
Partidario de practicar una política exterior rigurosamente neutral y no dependiente, abandonó la alianza defensiva que su padre había firmado con Francia, e hizo lo propio con el Tratado de Locarno, firmado el 16 de octubre de 1925 (acuerdo firmado entre Alemania y sus antiguos adversarios por el que se renunciaba al uso de la fuerza en las relaciones internacionales recíprocas).
No obstante, ante el avance anexionista alemán sobre los territorios del bajo Rin, Leopoldo III determinó preparar a su país ante una posible agresión por parte de la Alemania de Adolf Hitler, para lo cual pidió ayuda a Francia y Gran Bretaña, además de patrocinar con su propio dinero la construcción de una línea defensiva entre las ciudad de Autwerp y Namur
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Leopoldo III asumió el mando supremo del ejército belga y declaró a Bélgica país neutral, circunstancia que fue pasada por alto por las tropas germanas de Hitler, las cuales invadieron el país el 10 de mayo de 1940. Rodeado por todas partes por las tropas alemanas, Leopoldo III no tardó en capitular, el 28 de mayo, lo que provocó la aceleración de la evacuación de las tropas aliadas establecidas en Dunkerque.
Esta decisión, así como la de permanecer en el país en contra de la opinión del gobierno belga, que se había exiliado en Londres, creó un grave conflicto constitucional y abrió una brecha insalvable entre el rey y su propio pueblo que nunca pudo superarse. El gobierno en el exilio se negó a reconocerle como rey legítimo mientras que el resto del pueblo belga le tachó de traidor y colaboracionista con el ejército alemán
Leopoldo III se negó a colaborar con el régimen nazi de ocupación, por lo que fue encerrado en el castillo de Laeken, residencia veraniega de los reyes de Bélgica, hasta el 7 de junio de 1944, fecha en la que fue trasladado a Alemania; en este país permaneció hasta la finalización del conflicto, y fue liberado el 7 de mayo de 1945. Pese a su cautiverio y a los enormes esfuerzos que hizo por obtener la libertad de los prisioneros belgas, labor en la que consiguió la liberación de unos 500.000 belgas deportados por los nazis, Leopoldo III empeoró aún más las cosas al contraer nuevamente matrimonio, el 11 de septiembre de 1941, con Mary Lilian Baels, a la que impuso el título de princesa de Réthy, lo que provocó el aumento del rencor que su pueblo ya sentía hacia él.
Cuando Bélgica fue liberada, en 1944, la Asamblea Legislativa de su país nombró a su hermano Carlos rey regente en ausencia suya. A su regreso a Bélgica, los principales partidos belgas se opusieron a que entrase en el país, por lo que tuvo que instalarse en Suiza de forma provisional hasta que se solucionaran todas las cuestiones en torno a su comportamiento durante la guerra. En 1946, una comisión de investigación le exoneró de toda culpa de traición, aunque no fue suficiente para que pudiera regresar a su país con toda tranquilidad y recuperar el trono.
Así pues, el 12 de marzo de 1950, se celebró un plebiscito en el que se dirimió si podía regresar o no a Bélgica; el resultado le fue favorable gracias al gran apoyo que encontró en los partidos más conservadores y en los círculos católicos, lo que le valió un 57% de los votos. Leopoldo III regresó a Bélgica el 22 de julio de 1950, totalmente libre de cualquier culpa o acusación; no obstante, tras un campaña agresiva de acoso y derribo contra su persona, no tuvo más remedio que abdicar en favor de su hijo Balduino, el 11 de agosto de 1950, para evitar mayores problemas al país y acabar con la desestabilización política que originaba su persona
Leopoldo III y la princesa de Réthy continuaron viviendo en el castillo de Laeken hasta el año 1969, fecha en la que el rey Balduino contrajo matrimonio con la noble española Fabiola. Hasta su muerte, acaecida el 25 de septiembre de 1983, Leopoldo fijó su residencia en Bruselas, desde donde asesoró a su hijo Balduino en las labores de Gobierno