Médico y cirujano inglés, considerado el fundador de la medicina antiséptica y preventiva. Lister procedía de una familia de cuáqueros y era hijo de un comerciante de vinos, con gran habilidad para la microscopía. Ello propició que Lister diseñara su propio microscopio acromático en 1813, contribuyendo así al comienzo de la moderna microscopía. También estudió arte en Londres y comenzó a interesarse por la medicina; obtuvo el título de cirujano en 1852. Posteriormente trabajó en Edimburgo, Glasgow y Londres. En 1877 fue nombrado profesor del King´s College
Influido por los descubrimientos de Pasteur sobre el origen de la fermentación y putrefacción, se interesó por la prevención séptica de las heridas. En 1867 demostró que los métodos antisépticos eran fundamentales para evitar la infección de las heridas. Lister usó una solución de fenol sin purificar, su antiséptico preferido tanto para el instrumental como para la vestimenta de los profesionales de la medicina.
Asimismo, solía emplear la solución anterior para desinfectar el aire de las salas de operaciones. En 1887 abandonó el uso del pulverizador, utilizando el vapor como agente esterilizador. Gracias a sus investigaciones disminuyó enormemente el riesgo de las infecciones postquirúrgicas que, por lo general, resultaba mortales para los pacientes.
Los trabajos de Lister se relacionan, en su gran mayoría, con su sistema antiséptico, con las inflamaciones, la bacteriología y con las ligaduras quirúrgicas y su esterilización, sobre todo con catgut. Revolucionó la cirugía general al hacerla más segura. Su nombre quedó asociado al género bacteriano Listeria, del que solo se conoce la especie Listeria monocytogenes, que en los animales produce una enfermedad y que tamibién puede afectar al hombre, ocasionándole daños en las vías respiratorias e incluso algún tipo de encefalitis, que a veces acompaña de monocitosis
(Raiding, actual Hungría, 1811-Bayreuth, Alemania, 1886) Compositor y pianista húngaro. Su vida constituye una de las novelas más apasionantes de la historia de la música. Virtuoso sin par, durante toda su trayectoria vital, y sobre todo durante su juventud, se rodeó de una aureola de artista genial, violentamente escindido entre el arrebato místico y el éxtasis demoníaco.
Paradigma del artista romántico, fue un niño prodigio que llegó a provocar el entusiasmo del mismo Beethoven, músico poco dado por naturaleza al elogio. Alumno en Viena de Carl Czerny y Antonio Salieri, sus recitales causaron sensación y motivaron que se trasladara con su padre a París, donde en 1825 dio a conocer la única ópera de su catálogo, Don Sanche, ou Le Château d’amour, fríamente acogida por un público que veía en el pequeño más un prodigioso pianista que un compositor.
En la capital gala conoció a dos de los músicos que habían de ejercer mayor influencia en su formación: el compositor Hector Berlioz con su Sinfonía fantástica y, en mayor medida aún, el violinista Niccolò Paganini. La audición de un recital de este último en 1831 constituyó una revelación que incidió de modo decisivo en la forma de tocar del joven virtuoso: desde aquel momento, el objetivo de Liszt fue lograr al piano los asombrosos efectos que Paganini conseguía extraer de su violín. Y lo consiguió, en especial en sus Estudios de ejecución trascendente.
Ídolo de los salones parisinos, del año 1834 data su relación con Marie d’Agoult, condesa de Flavigny, de la cual nació su hija Cosima, futura esposa del director de orquesta Hans von Bülow primero, y de Richard Wagner después. Su carrera musical, mientras tanto, proseguía imparable, y en 1848 obtuvo el puesto de maestro de capilla de Weimar, ciudad que convirtió en un foco de difusión de la música más avanzada de su tiempo, en especial la de Wagner, de quien estrenó Lohengrin, y la de Berlioz, del que representó Benvenuto Cellini.
Si hasta entonces su producción se había circunscrito casi exclusivamente al terreno pianístico, los años que vivió en Weimar marcaron el inicio de su dedicación a la composición de grandes obras para orquesta, entre las que sobresalen las sinfonías Fausto y Dante, sus más célebres poemas sinfónicos (Tasso, Los preludios, Mazeppa, Orfeo) y las versiones definitivas de sus dos conciertos para piano y orquesta. Fue la época más prolífica en cuanto a nuevas obras, favorecida por el hecho de que el músico decidió abandonar su carrera como virtuoso para centrarse en la creación y la dirección.
Sin embargo, diversos conflictos e intrigas con las autoridades de la corte y el público lo indujeron a dimitir de su cargo en 1858. Se iniciaba así la última etapa de su vida, dominada por un profundo sentimiento religioso que le llevó a recibir en 1865 las órdenes menores y a escribir una serie de composiciones sacras entre las que brillan con luz propia los oratorios La leyenda de Santa Isabel de Hungría y Christus, aunque no por ello el abate Liszt –como empezó a ser conocido desde aquel momento– perdió su afición a los placeres terrenales.
Su aportación a la historia de la música puede resumirse en dos aspectos fundamentales: por un lado amplió los recursos técnicos de la escritura y la interpretación pianísticas, y por otro dio un impulso concluyente a la música de programa, aquella que nace inspirada por un motivo extramusical, sea éste literario o pictórico. Padre del poema sinfónico, su influencia en este campo fue decisiva en la obra de músicos posteriores como Smetana, Saint-Saëns, Franck o Richard Strauss. No menos interés tiene la novedad de su lenguaje armónico, en cuyo cromatismo audaz se anticipan algunas de las características de la música de su amigo y más adelante yerno Richard Wagner e, incluso, de los integrantes de la Segunda Escuela de Viena. Todas estas características hacen de Liszt un músico revolucionario