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Biografía de Marin Marais

París, 1656- id., 1728

Compositor e intérprete de viola francés. Fue alumno de G.B. Lully. Es autor de cuatro óperas de temática mitológica y de numerosas composiciones para viola (unas 700), reunidas en su mayor parte en cinco libros de Piezas para una y dos violas (1686-1725)

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(Gregorio Marañón y Posadillo; Madrid, 1887 - 1960) Médico y ensayista español. Estudió en la Facultad de Medicina de Madrid, y obtuvo el grado de licenciado en 1909 y el de doctor en 1910. De los profesores que tuvo, los que, según él, más le influyeron fueron Federico Olóriz en anatomía, Santiago Ramón y Cajal en histología, Alejandro San Martín en patología quirúrgica, y Juan Madinaveitia y Manuel Alonso Sañudo en medicina interna. Cajal se convirtió, además, en una constante referencia intelectual y moral, particularmente desde la lectura de sus Reglas y consejos. La culminación de este proceso fue el discurso en honor de Cajal que pronunció en 1947 con ocasión de su ingreso en la Academia de Ciencias y que dos años más tarde amplió en forma de libro con el título Cajal, su tiempo y el nuestro.

Marañón fue iniciado en el estudio de la endocrinología, disciplina que en España estaba entonces en sus comienzos, por Madinaveitia y Sañudo, estudiando los síndromes tiroideos con el primero y los pluriglandulares con el último. En 1910 hizo investigaciones quimioterápicas en el laboratorio de Paul Ehrlich en Frankfurt. Vuelto a España, comenzó a trabajar en el Hospital General de Madrid en 1911. Pensó que la endocrinología había nacido como disciplina autónoma y consideró la obra de Artur Biedl, Innere Sekretion, publicada en 1910, como la exposición paradigmática del papel de las secreciones internas en fisiología.

Este conjunto de saberes, acumulado durante lo que denominó período de crecimiento explosivo de la endocrinología, lo presentó al público español en La doctrina de las secreciones internas, que fue, en principio, un curso dado en el Ateneo de Madrid en 1915. Marañón desarrolló su versión de la teoría endocrinológica en la siguiente década, fundamentalmente en su libro sobre el climaterio, La edad crítica, publicado en 1919, y en su discurso de recepción en la Academia de Medicina, pronunciado en el año 1922 y titulado Problemas actuales de la doctrina de las secreciones internas.

En este último trabajo, Marañón percibió la crisis que había en la disciplina, ocasionada por los ataques hipercríticos a la teoría de las secreciones internas por parte de investigadores como el francés E. Gley y el inglés Swale Vincent, quienes intentaron una definición más estricta de las hormonas, para excluir los estimulantes metabólicos generales. En España, como en todas partes, la adrenalina se convirtió en el primer campo de batalla, con Marañón y sus discípulos del Instituto de Patología Médica, que defendían un enfoque más amplio de la acción hormonal, y con fisiólogos como Juan Negrín y Augusto Pi Suñer, que estaban a favor de un concepto más restringido.

Típica del acercamiento de Marañón a la endocrinología fue su defensa entusiástica de la organoterapia en los años veinte y su participación en un buen número de aireados trasplantes de cápsulas suprarrenales y gonadas, en colaboración con León Cardenal. Al igual que Cardenal, se interesó en los métodos de rejuvenecimiento de Eugen Steinach y Serge Voronoff. En La edad crítica y en otros escritos posteriores, aseguró que el envejecimiento y el declive de las funciones sexuales estaban muy ligados, y que el primero podía ser descrito perfectamente con la terminología del último. Conservó su interés por el envejecimiento y puede ser considerado como uno de los fundadores de la gerontología en España.

Marañón fue un importante comentador español del psicoanálisis y de las teorías psicosexuales de Freud. Fue el único médico español importante que conoció personalmente a Freud y uno de los pocos biólogos que fue considerado seriamente por los primeros psicoanalistas. Por eso, Marie Bonaparte (en cuya casa Marañón había conocido a Freud) escribió en De la sexualité de la femme que Marañón era "un autor no alineado en las filas de los psicoanalistas, pero su trabajo llamó la atención de ellos". Bonaparte citó su trabajo de 1930, La evolución de la sexualidad y de los estados intersexuales, en el cual Marañón defendía que cada ser humano estaba dotado con características de ambos sexos y que éstos están más diferenciados a medida que se avanza en la escala filogenética.

Para Marañón, como para Freud, la libido (a la que Marañón llamaba "hambre sexual") era un impulso primario. Pero para el endocrinólogo esta energía específica era producida, originalmente, por un fenómeno químico: la irrupción en la sangre de las secreciones internas de las gónadas. (Freud lo admitió, pero puntualizó que los orígenes químicos de la libido eran irrelevantes para su psicología).

Debido al apoyo biológico que había ofrecido a las teorías de Freud, los trabajos de Marañón sobre la sexualidad fueron muy populares en Italia, donde el movimiento católico de oposición a la psicología freudiana era muy grande. Aceptó el concepto freudiano de sexualidad infantil y creyó que ambos sexos pasaban por etapas de intersexualidad, los hombres en la adolescencia y las mujeres en la menopausia. A nivel filosófico, pensó que el psicoanálisis y la endocrinología eran tareas complementarias, ya que las dos perseguían establecer la idiosincrasia del individuo, y que la mayor contribución de Freud a la medicina había sido restaurar una perspectiva humanística.

El interés clínico de Marañón no se limitaba al campo de la sexualidad. Llevó a cabo investigaciones sobre la pituitaria, las suprarrenales (enfermedad de Addison), las paratiroides y, fundamentalmente, sobre el tiroides, glándula a la cual dedicó más de cuarenta trabajos. Fue el primero en demostrar las frecuente aparición de hipertrofia muscular en las piernas de los niños con mixedema e inyectó, experimentalmente, adrenalina para conseguir un estado hipermetabólico en casos de disfunción tiroidea.

En 1931, Marañón fundó el Instituto de Patología Médica y resultó elegido diputado para las Cortes Constituyentes republicanas. Un año después fue nombrado sin oposición catedrático de Endocrinología. En los últimos días de 1936, a causa de la guerra civil, hubo de abandonar España, instalándose en París hasta el año 1943, fecha en la que regresó a Madrid. A su vuelta, su reaparición pública tuvo lugar en el Paraninfo de la Universidad, donde pronunció una conferencia.

En 1945 se resolvió la cuestión de su reincorporación para ejercer la docencia de la Endocrinología. En 1946 fue nombrado vocal del Pleno del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, organismo creado por las autoridades del nuevo régimen instaurado tras finalizar la guerra, en representación del Patronato "Santiago Ramón y Cajal". En 1948 el Consejo creó, a petición suya, el Instituto de Endocrinología Experimental que, posteriormente, se integró en el Centro de Investigaciones Biológicas.

Se interesó a lo largo de su carrera por la historia y la estructura de la ciencia. En su discurso académico de 1922, señaló que todas las disciplinas científicas pasan por una serie de fases obligadas: precientífica, latencia, crecimiento explosivo, aceptación hiperbólica, movimiento de reacción y período "clásico" de madurez. En el mismo trabajo señaló otro importante factor que afectaba a la ciencia española: la falta de tradición científica y del número suficiente de investigadores para suministrar un mínimo de crítica, rigurosa y personal, al desarrollo de la teoría científica. Como historiador, su mejor estudio fue el dedicado a las ideas biológicas de Benito Feijóo (1933), en el cual, si bien sobrevaloró el papel de Feijóo y sus contemporáneos como renovadores científicos, consiguió, por contra, llamar la atención sobre la indudable vitalidad de la ciencia española de la Ilustración

Como escritor destacó en el campo del ensayo, la biografía y la historiografía. Laín Entralgo, su más señalado biógrafo, ha destacado de su figura tres facetas: la de médico, la de historiador y la de moralista. A la suma de varias de ellas se deben obras como Las ideas biológicas del padre Feijoo (1934), Vocación y ética (1935) o El médico y su ejercicio profesional en nuestro tiempo (1952), aunque lo principal de su obra literaria son las biografías en las que caracteriza a diversos personajes históricos, convirtiéndolos en emblemas de una época y en prototipos de un carácter, lo que no significa, como por desgracia se ha entendido a veces, que esos personajes "fueran" así, sino que Marañón deduce de su actuación determinadas características que convierte, como ya se ha señalado, en prototípicas del personaje o de la época.

Son obras como Enrique IV de Castilla y su tiempo (1930, reeditado en 1941 como Estudio biológico sobre Enrique IV de Castilla); Amiel. Un estudio sobre la timidez (1932); El Conde-duque de Olivares (la pasión de mandar) (1936); Tiberio. Historia de un resentimiento (1939); Luis Vives (Un español fuera de España) (1942); Antonio Pérez (El hombre, el drama, la época) (1947); Cajal: su tiempo y el nuestro (1950) y El Greco y Toledo (1956), a los que se sumó póstumamente Juan Maragall y su tiempo (1963). A estos ensayos se suele unir, a pesar de no tratarse de un personaje histórico sino mítico, Don Juan. Ensayos sobre el origen de su leyenda (1940), de gran interés por confluir en su valoración del mito con visiones como las de Pérez de Ayala o Unamuno. Marañón examinó a los personajes como si se tratase de casos clínicos, interpretó su vida desde un punto de vista médico y destacó su condición de individuos situados fuera de la normalidad. El ejemplo más polémico y difundido de su singular punto de vista son sus juicios sobre el mito de don Juan, al que consideró un personaje escasamente viril en contra de la idea popular, que lo hizo emblema de la masculinidad

Su estilo, base indudable de su éxito, se caracteriza por su capacidad expositiva, que se sitúa a medio camino entre la prosa científica y la expresión literaria. Por ello está considerado, no sólo como uno de los principales ensayistas de nuestro tiempo, sino también como el eslabón entre el ensayo literario y el específicamente científico

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