Escritor español. Perteneciente a una familia noble, estudió en la Universidad de Salamanca y posteriormente en Italia, donde adquirió un buen dominio del latín y descubrió a los autores del primer Renacimiento, a la vez que desempeñó el cargo de cronista y secretario de cartas latinas al servicio de Juan II, rey de Castilla.
Su obra principal es el Laberinto de Fortuna, también llamado Las trescientas, en referencia al número aproximado de sus estrofas; una de las muestras más logradas de la tendencia alegórico-dantesca surgida en la literatura española del siglo XV, la obra destaca por el empleo del arte mayor, su ritmo sonoro y el lenguaje elocuente y elaborado.
En verso escribió además Lo claro-oscuro, extraña combinación de estrofas dodecasílabas y octosílabas, y otras composiciones de carácter alegórico y moral, como el Razonamiento con la muerte o las Coplas contra los siete pecados capitales.
Como prosista experimentó con una adaptación de la Ilíada, que tituló Homero romanceado, comentó la Coronación en honor de su amigo el Marqués de Santillana y prologó el Libro de las claras y virtuosas mujeres, de Álvaro de Luna, su protector.
Su prosa es latinizante, tanto en el léxico como en la sintaxis, y acusa una tendencia cultista que se manifiesta también en su obra poética; su obra fue objeto de comentario durante el Renacimiento por parte de los humanistas Hernán Núñez y El Brocense. Enterrado en Torrelaguna, sus restos fueron trasladados a Madrid en el siglo XIX
(Villaseca de la Sagra, 1707-Madrid, 1784) Escultor español. Representante del academicismo neoclásico, su obra más célebre es la fuente de Neptuno del madrileño paseo del Prado. También fue un notable tallista de imágenes religiosas (Nuestra Señora del Patrocinio, 1746; Cristo de la buena muerte)