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Biografía de Montaigne

Michel Eyquem, señor de Montaigne; Périgueux, Francia, 1533-Burdeos, id., 1592

Escritor y ensayista francés. Nacido en el seno de una familia de comerciantes bordeleses que accedió a la nobleza al comprar la tierra de Montaigne en 1477, fue educado en latín, siguiendo el método pedagógico de su padre. Más tarde, ingresó en una escuela de Guyena (hoy Aquitania), donde estudió poesía latina y griega, y en 1549 empezó a estudiar derecho en la Universidad de Tolosa.

A partir de 1554 fue consejero en La Cour des Aides de Périgueux, sustituyendo a su padre, y cuando ésta se disolvió, pasó a formar parte del Parlamento de Burdeos. Allí conoció al poeta y humanista Étienne de la Boétie, con quien trabó amistad. Poco interesado por sus funciones parlamentarias, frecuentó un tiempo la vida de la corte. En 1565 se casó con Françoise de La Chassagne, y tres años después murió su padre, heredando la propiedad y el título de señor de Montaigne, lo que le permitió vender su cargo en 1570.

Para cumplir la última voluntad de su padre, acabó y publicó en 1569 la traducción de la Teología natural, de Ramón Sibiuda, libro al que volvería años más tarde en los Ensayos (Essais) con la intención de rebatirlo. Un año más tarde viajó a París para publicar en un volumen las poesías latinas y las traducciones de su amigo La Boétie, cuya muerte, en 1563, le había afectado profundamente.

Por fin, el 28 de febrero de 1571 pudo cumplir su deseo de retirarse a sus propiedades para dedicarse al estudio y la meditación, y emprendió, al cabo de un año, la redacción de los Ensayos, combinándola con la lectura de Plutarco y Séneca. No obstante, su retiro duró poco, ya que tuvo que hacerse cargo de nuevos compromisos sociales y políticos a causa de las guerras de religión que asolaban su país y en las que tuvo que prestar su ayuda de diplomático (hecho que se refleja en el libro primero de los Ensayos, dedicado básicamente a cuestiones militares y políticas). La primera edición de los Ensayos, en diez volúmenes, apareció en 1580.

A finales de ese mismo año, aquejado ya problemas de salud, emprendió un largo viaje a Italia que se vio obligado a interrumpir en 1581, cuando recibió la noticia de su elección como alcalde de la ciudad de Burdeos. Durante su primer mandato publicó la segunda edición de los Ensayos (1582). Reelegido para un segundo mandato (1583-1585), tuvo que alternar sus funciones municipales con la tarea de intermediario político entre la ciudad y el rey, y actuó como mediador en las intrigas de la Liga, lo que le valió el favor de Enrique de Navarra.

Fue ésta su última misión política antes de consagrarse únicamente a su obra, que reanudó a partir de 1586, tras abandonar la ciudad a causa de la peste que se había declarado inmediatamente después de concluir su segundo mandato. En 1588 apareció una nueva edición de los Ensayos, con el añadido de un tercer libro. Con motivo de esta nueva publicación, conoció en París a Mademoiselle de Gournay, una gran admiradora suya, con quien mantuvo una especial relación que duraría hasta el final de su vida. Retirado ya definitivamente, tras este último viaje a París y algunos altercados que lo llevaron a prisión, preparó la última edición de los Ensayos, de la que se encargaría M. de Gournay en 1595, mientras él se dedicaba al estudio de los clásicos latinos y griegos.

La progresiva evolución de Montaigne hacia una mayor introspección convierte la versión definitiva de los Ensayos en un libro de confesiones en que el autor, profesando un escepticismo moderado, se revela a sí mismo y muestra su curiosidad por todos los aspectos del alma humana, desde el detalle más ínfimo hasta elevadas cuestiones de religión, filosofía o política. Su perspectiva racional y relativista le permite enfrentarse a toda clase de dogmatismos y superarlos, y abre la puerta a una nueva concepción secularizada y crítica de la historia y la cultura, capaz de integrar los nuevos descubrimientos de su tiempo, como los pueblos del Nuevo Mundo

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(Génova, 1896 - Milán, 1981) Poeta italiano que aportó una visión absolutamente personal de la problemática y las inquietudes del hombre contemporáneo, partiendo de los hallazgos formales del simbolismo y del decadentismo, a los que enriqueció con una voz inconfundible. Considerado con frecuencia uno de los fundadores del hermetismo italiano de entreguerras, la singularidad de su poética desborda no obstante los presupuestos teóricos de este movimiento. En 1975 se le concedió el premio Nobel de Literatura

Inició sus estudios de letras en su ciudad natal, dedicándose sobre todo a la frecuentación de los clásicos italianos, de la novela francesa y de filósofos como Schopenhauer o Croce, pero los interrumpió por motivos de salud y para aprender canto lírico. Intervino como oficial de infantería en la Primera Guerra Mundial, al terminó de la cual empezó a relacionarse con los círculos literarios de Génova y Turín, llegando a participar en la fundación de la revista Primo tempo, muy influyente pese a que sólo se publicaron ocho números.

En 1927 se trasladó a Florencia para trabajar en la editorial Bemporad durante un breve período, ya que muy pronto fue nombrado director del gabinete científico literario G. P. Vieusseux, cargo del que fue destituido diez años después por haberse negado a inscribirse en el partido fascista. Se dedicó entonces a la traducción y a la crítica literaria, sobre todo después del segundo gran conflicto bélico, cuando se trasladó a Milán para ocuparse de la sección literaria del Corriere della Sera.

Tradujo obras de H. Melville, W. Shakespeare, J. Steinbeck o J. Guillén, mientras que como crítico escribió sobre E. Pound, W. H. Auden o E. Dickinson, además de contribuir, junto con J. Joyce (de quien fue muy amigo), al descubrimiento de I. Svevo. La mayoría de sus escritos críticos fueron recogidos en La farfalla di Dinard (1956), Auto da fé (1966) y Fuera de casa (1969). En 1967 fue nombrado senador vitalicio.

En su primera colección de poemas, Huesos de sepia (1925), casi todos ambientados en los paisajes y escenarios en los que pasó su infancia, expuso ya los temas más característicos de su poética: un sentimiento de cansancio y de soledad, una angustiosa desconfianza en la vida y la conciencia de la inutilidad de cualquier lucha, que, sin embargo, no le empujaban a la autocompasión, a una actitud resignada o al abandono de la esperanza. A través de endecasílabos fragmentados, en un casi sinfónico empleo del verso libre, expresó allí el "mal de vivir": la irremediable derrota del hombre, que se halla prisionero en el mundo.

Su siguiente libro fue La casa dei doganieri (1932), y ya en el tercero, Le occasioni (1939), sin abandonar la introspección pesimista, parecía abrirse un resquicio a la presencia de "ocasiones" o casualidades, esos hechos fortuitos que modifican las certidumbres o la vida cotidiana, y que se convertirían en elementos centrales de su poética de madurez.

Tras Finisterre (1943) publicó La bufera e altro (1956), uno de sus más celebrados libros, y acaso el punto en el que su poesía "directa pero difícil, familiar pero esencial, prosaica pero con frecuencia sublime", al decir de su traductor Manuel Durán, concilia el escepticismo con la vitalidad, un difícil equilibrio que lo diferenciará de todos sus contemporáneos.

Ya en la vejez, Montale entregará todavía las crónicas de Cuaderno de cuatro años (1977), la sabiduría teórica de Sobre la poesía (1976), y fundamentalmente los memorables poemas de amor que integran las dos partes de Xenia (1964-1969) y el testamento de su estética y su concepción del mundo que significó Satura (1971)

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