Narrador, poeta y ensayista argentino. Se inició con los cuentos de Primer testamento (1946) y pronto alcanzó renombre como ensayista, en la línea de E. Martínez Estrada.
Publicó en la revista Verbum un artículo titulado Reflexiones sobre el pecado original de América (1948), cuyas ideas amplió en El pecado original de América (1954). El título remite a la tesis del autor, quien considera que la culpa cultural americana es fruto del desarraigo que resultó de la inmigración y de las condiciones geográficas.
Aun cuando Murena se vinculó a la revista Sur, mantuvo una actitud independiente respecto de los ambientes literarios y filosóficos; por otra parte, rechazó la sociedad de consumo y la masificación. En los ensayos de Homo atomicus (Premio Municipal, 1961) atacó el nihilismo, mientras que su búsqueda de una religiosidad que recuperase lo sagrado se pone de manifiesto en su último libro teórico, La metáfora y lo sagrado (1973). Siempre en este campo, tradujo al castellano a Walter Benjamin y Theodor Adorno.
La sobria y cuidadosa poesía de Murena se refleja en los volúmenes La vida nueva (1951), El círculo de los paraísos (1958), El escándalo y el fuego (1959), Relámpago de la duración (1962), El demonio de la armonía (1964) y El águila que desaparece (1975). En sus novelas La fatalidad de los cuerpos (1955), Las leyes de la noche (1958), Los herederos de la promesa (1965), Epitalámica (1969), Polipuercón (1970), Caína muere (1972) y Folisofía (póstuma, 1976) se retratan personajes que habitan un mundo desolado y hostil, centrado en la radical incomunicación humana.
Otros títulos del autor son Ensayos sobre la subversión (1962), El hombre secreto (1969) y los libros de relatos El centro del infierno (1956), El coronel de caballería y otros cuentos (1971). La obra de Murena ha sido traducida a varios idiomas
(Bilbao, 1827-Cádiz, 1876) Aventurero español. Tomó parte en la guerra de África. Posteriormente estuvo al servicio del sultán de Marruecos, recorriendo el país. Escribió Recuerdos marroquíes del moro vizcaíno José María de Murga (1866)