Médico y botánico español que figura entre los más destacados iniciadores del conocimiento científico en el Nuevo Mundo
José Celestino Mutis estudió medicina y cirugía en el Colegio de Cirugía de su ciudad natal, que fue un centro de renovación médica a la vanguardia de la ciencia aplicada en España. Sin embargo, como dicha institución no estaba autorizada a otorgar el grado de bachiller en Artes y Filosofía, Mutis tuvo que terminar su carrera en la Universidad de Sevilla. Una vez concluidos sus estudios, se vinculó, durante cuatro años, al Hospital de Cádiz.
José Celestino Mutis
Se interesó entonces por la astronomía y la botánica, disciplinas en las que tuvo por maestros a Jorge Juan de Santacilia para la primera y a Domingo Castillejo y Miguel Barnades para la segunda. En realidad, en su período de formación, Mutis tuvo excelentes preceptores: Jorge Juan fue, junto con Antonio de Ulloa, el gran pionero del redescubrimiento científico de América, y Barnades fue el protagonista del renacimiento de la ciencia botánica en la Península. Cuando Mutis recibió el título de médico del Real Proto-Medicato de Madrid, contó con la tutela de Andrés Piquer, la mayor eminencia de la medicina española de la época.
Mutis se desempeñó como suplente de la cátedra de anatomía del Hospital General de Madrid y perfeccionó sus conocimientos botánicos en el Jardín del Soto de Migas Calientes. En 1760 rechazó una beca de especialización en París y partió para América como médico particular del recién nombrado virrey Pedro Messía de la Cerda, pues entendió que en el Nuevo Continente podría consagrarse como científico, dedicándose especialmente al conocimiento de las quinas. Deseaba desentrañar algunas de sus incógnitas, establecer sus reales propiedades curativas, sus limitaciones terapéuticas y sus potencialidades económicas. En los primeros años de su vida en Santafé, abrigaba la idea de viajar a Loja, en la provincia de Quito, para cumplir con tales investigaciones.
José Celestino Mutis partió de España rumbo a América el 7 de septiembre de 1760, y llegó a Santafé el 24 de febrero de 1761. El impacto del trópico fue grande, pues a cada paso se encontraba con una novedad botánica o zoológica. También le sorprendió el ambiente cultural y social: la educación superior era una copia de las instituciones educativas metropolitanas, especialmente de la contrarreformada Universidad de Salamanca, y se hallaba encomendada a las distintas órdenes religiosas ( Santo Tomás a los dominicos, Javeriana a los jesuitas, Agustiniana de San Nicolás de Bari a los agustinos) o al clero secular (Nuestra Señora del Rosario). La pedagogía que se infundía en las escuelas y seminarios era heredera del Concilio de Trento de 1530 y estaba centrada en el aristotelismo y la escolástica tardía, sin ninguna explicación científica de la realidad.
Desde que Mutis desembarcó en Cartagena se preocupó por adelantar observaciones astronómicas, recolectar plantas con las que fue formando un herbario, comprobar gran parte de lo consignado en obras escritas sobre América y estudiar la quina. Al año y 17 días de su llegada a Santafé, sentó las bases de la revolución científica e ideológica en el Virreinato de la Nueva Granada cuando, en el discurso inaugural de la cátedra de matemáticas del Colegio Mayor del Rosario, expuso los principios elementales del sistema de Copérnico: fue la presentación de una nueva metodología, la del eclecticismo, y de una novedosa actitud ante el mundo y la vida, que significaba el abandono del fanatismo y la credulidad, para entrar en los terrenos de la física de Newton.
En ese empeño por modernizar las estructuras mentales de los criollos neogranadinos, Mutis se enfrentó con los sectores tradicionales de aquella sociedad estamental, y en especial con los dominicos. Así, en 1773, se declaró copernicano ante el virrey Manuel Guirior, en 1774 se le siguió causa, que fue archivada, y en 1801, tuvo que volver a defenderse, todo un escándalo para la hipócrita y pacata sociedad de la época.
Una de las consecuencias de la exposición de la teoría heliocéntrica de Copérnico fue que, después de la expulsión de los jesuitas en 1767, la Corona tuvo que llenar de alguna manera el vacío cultural e ideológico que dejaron los padres de la Compañía de Jesús. En ese contexto el fiscal y doctor Francisco Antonio Moreno elaboró un Plan de Estudios en el que se creaba una universidad pública y unos estudios generales; la base ideológica para tales planteamientos fue el discurso inaugural de Mutis en la capilla de La Bordadita
En 1763, Mutis envió al rey de España una representación, escrita desde Cartagena, en la que planteó escribir la Historia Natural de América. No obtuvo respuesta y volvió a redactar, al año siguiente, otra carta, con el mismo resultado. Decidió entonces ir adelantando por su cuenta ese trabajo, para el cual necesitaba fondos. Aunque era el médico preferido de los habitantes de Santafé y percibía buenas entradas económicas, prefirió incursionar en arriesgadas empresas comerciales y mineras. Entre 1766 y 1770 permaneció en las minas de La Montuosa, en las cercanías de Pamplona, y entre 1778 y 1782 estuvo en las del Sapo, en las proximidades de Ibagué. En ambos intentos fracasó económicamente, aunque introdujo, junto con su socio Juan José D´Elhuyar, el método de amalgamación para la extracción de la plata.
En lo que no fracasó, aunque tuvo que afrontar serias disputas, fue en el descubrimiento de la quina en el territorio de la actual Colombia. El interés de Mutis lo llevó a recorrer constantemente los alrededores de Santafé y la búsqueda dio resultados cuando en 1772 encontró el vermífugo en compañía de don Pedro Ugarte, en el monte de Tena. En 1774 el médico panameño Sebastián López Ruiz obtuvo una comisión real para hacer indagaciones sobre la existencia de la quina en Tena, Guayabal y La Mesa, con lo que entró en polémica con el sabio.
Al cabo de dos años, López Ruiz demostró que efectivamente había quina en los alrededores de Santafé. Luego de algunos análisis en España, fue confirmado como director de los acopios de quina en el virreinato y en 1778 el rey le otorgó un sueldo anual de dos mil pesos. Comenzó entonces un largo pleito entre ambos personajes, al final del cual Mutis salió victorioso, pero muy desgastado, y de todas maneras los resultados no fueron lo que la Corona esperaba
Mientras llevaba a cabo sus aventuras comerciales y sus disputas con López Ruiz, el sabio Mutis continuó con sus trabajos de investigación en botánica, especialmente en el campo de las plantas útiles, que era aquello que más interesaba a la Corona. Además, mantuvo una nutrida comunicación con científicos europeos, como Carlos Linneo, Carlos Alstroemer y Antonio José Cavanilles. Fue designado académico de Upsala y algunas de sus reseñas científicas fueron publicadas en revistas suecas.
En 1777 envió una colección de plantas disecadas al Jardín Botánico de Madrid y otra a Linneo. Formó una voluminosa biblioteca, entre seis y ocho mil volúmenes, especialmente de botánica (unos tres mil ejemplares), que el sabio alemán Alexander von Humboldt juzgó comparable a la de míster Banks, presidente de la Real Sociedad de Londres.
La Real Expedición Botánica
(Meiji Tenno) Emperador del Japón (Kyoto, 1852 - Tokyo, 1912). Accedió al Trono a la muerte de su padre, el emperador Komei, en 1867. En cuanto fue coronado (1868) abolió el shogunado, cargo político-militar ocupado por la familia Tokugawa desde el siglo XVII y que ejercía el poder de hecho en Japón, relegando al emperador a un papel simbólico. La incapacidad de los Tokugawa para impedir la apertura del país a los occidentales (impuesta por el almirante americano Perry en 1853) provocó una reacción nacionalista en la corte imperial, que dio lugar al enfrentamiento armado entre partidarios y enemigos del shogun en los últimos años del reinado de Komei.
Mutsuhito encarnó personalmente ese espíritu y, una vez derrotados los Tokugawa, emprendió la modernización del Japón según modelos occidentales, con cambios de tal importancia y rapidez en todos los órdenes, que su reinado se conoce como «revolución Meiji». En realidad, se limitó a favorecer las aspiraciones reformistas presentes en la sociedad japonesa, poniendo el gobierno en manos de un equipo liberal y permitiendo que éste utilizara su nombre como personificación del nuevo espíritu de apertura y modernización.
Para ello instauró un sistema de gobierno por gabinete en 1885, completado con la creación de un Parlamento por la Constitución de 1889, que relegaba al emperador a un papel ceremonial y simbólico. La revuelta antirreformista de 1877 fue derrotada y sirvió para liquidar la casta feudal de los samurai.
Luego, el gobierno abolió las estructuras feudales tradicionales, decretó la igualdad jurídica de todos los ciudadanos, reformó el ejército siguiendo los modelos de Francia y Alemania, fomentó la adquisición de tecnología occidental (contratando técnicos europeos y americanos y otorgando becas para estudiar en el extranjero), construyó los primeros ferrocarriles e impulsó la industrialización en un marco capitalista; la administración, la hacienda pública, la banca, la moneda, la educación, el correo, la sanidad…, todo fue reformado copiando las instituciones más avanzadas de Europa y Estados Unidos.
Con todo ello, Mutsuhito deseaba que Japón alcanzara a las grandes potencias occidentales, compartiendo con ellas el poderío militar, político, económico y tecnológico. En esa línea, fomentó también la imitación de las tendencias imperialistas que mostraban las grandes potencias europeas a finales del siglo XIX, canalizando hacia la expansión en el continente asiático las presiones demográficas y los intereses de los grandes trusts industriales: sus ambiciones sobre Corea llevaron a Japón a mantener dos guerras sucesivas contra China (1894-95) y contra Rusia (1904-05).
Ambas concluyeron con victoria japonesa, mostrando el éxito de la modernización industrial y militar del país y poniendo las bases para el imperialismo japonés que seguiría desarrollándose hasta la Segunda Guerra Mundial (1939-45). Cuando murió, dejando el Trono a su hijo Yoshihito, había puesto las bases del Japón contemporáneo, transformándolo en una monarquía constitucional y en una potencia económica y militar de primer orden