Ajedrecista argentino. Alumno de Tartakover, con tan sólo veinte años fue profesor de este deporte de mesa. Su temperamento y su inagotable entusiasmo por arrancarle a las sesenta y cuatro casillas sus secretos contagiaron a muchos ajedrecistas y aficionados. Como él mismo reveló, siempre transmitió el consejo aprendido: “el que abandona nunca gana una partida”. Pero también reconocía que había que aprender a perder, y eso también se lo enseñó el tablero.
En 1939 la Segunda Guerra Mundial le sorprendió en Buenos Aires. En esta contienda fallecieron sus padres y cuatro hermanos, asesinados por los nazis. Najdorf, entonces, decidió instalarse en esta ciudad. Casualmente en la capital de Argentina se celebraba por esas fechas la VIII Olimpiada de Ajedrez, en las que Najdorf repitió la participación que ya hiciera en 1935 (Varsovia) y Estocolmo (1937).
Miguel Najdorf (izquierda) en un
enfrentamiento con Fischer (1960)
En 1950 alcanzó la categoría de gran maestro internacional y quedó en quinto lugar en el Torneo de Candidatos disputado entre países. En 1961 venció en los torneos de Mar del Plata y La Habana. Najdorf no defraudó a sus seguidores y participó en varias olimpiadas ajedrecistas en las que consiguió excelentes resultados para el equipo argentino, como fue el caso del subcampeonato de Helsinki de 1952.
Fue nueve veces Campeón de Argentina, en el período que va desde 1949 a 1975. Fue, asimismo, miembro del equipo “Resto del Mundo” que se enfrentó a la URSS en 1970, y consiguió un meritorio empate con el ex campeón mundial Mikhail Tahl (una partida perdida, una ganada y dos tablas). Entre sus mejores victorias también se encuentran los torneos de Amsterdam, 1950; La Habana, 1962, donde superó, entre otros, a Spassky, futuro campeón mundial; y Mar del Plata, 1965.
Najdorf fue durante muchos años uno de los diez mejores ajedrecistas del mundo, además de estar considerado, junto a Reshevsky y Gligoric, como uno de los mejores jugadores de Occidente. Tenía gran habilidad para las partidas rápidas y a ciegas, tanto que en 1947 superó la plusmarca mundial de partidas simultáneas a ciegas, al jugar 45 en Brasil. Su estilo de juego era agresivo, amante de los sacrificios, y su nombre estará siempre unido a una de las más populares variantes de la defensa siciliana
Escultor activo en Castilla. Su obra de talla e imaginería le valió el título de «hombre sabio y experto», aunque hoy no se conozca suficientemente su personalidad artística, pues no nos ha llegado ninguna obra completamente suya. Las conocidas en las que consta que intervino son fruto de su colaboración con otros artistas. Así, la sillería alta del coro de la catedral de Burgos, que realizó con Bigarny, y la sillería de la catedral de Santo Domingo de la Calzada, en la que colaboró Guillén de Holanda