Prelado británico. Hijo de un banquero, fue párroco anglicano de Saint Mary´s de Oxford (1828). Intervino en el movimiento de Oxford, en reacción contra una Iglesia sometida a un Estado secularizado. Para sacudir la apatía del clero anglicano, escribió Oficio profético de la Iglesia (1837). De forma paulatina se fue acercando a la Iglesia romana, hasta pasarse a ella y ser ordenado sacerdote en Roma (1847). Fundador del Oratorio Británico y rector de la Universidad Católica de Dublín (1851-1858), llegó a ser redactor jefe de la revista católica Rambler, que, por su amplitud de miras, desató las iras del cardenal Manning, quien le mantuvo postergado. La elevación de Newman al cardenalato en 1879 fue una tardía reparación. Entre sus obras destaca la Gramática del asentimiento (1870)
(Shaker Heights, Ohio, 1925 - Westport, Connecticut, 2008) Actor estadounidense. De madre húngara y católica y de padre judío alemán, durante su juventud recibió una sólida formación, y no sólo en el área de la interpretación. La universidad fue algo que le atrajo desde muy temprano. Estudió Economía en el Kenyon College, de Ohio. Como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, sirvió como marino en la Armada y, finalizada la contienda, estudió Arte Dramático en Yale.
Paul Newman
Pasó también por el Actor´s Studio, donde fue uno de los estudiantes más brillantes de su generación, entre los que se encontraban algunos que luego alcanzarían un especial renombre, como James Dean o Marlon Brando, y de los que han trasladado el famoso método de la escuela a sus interpretaciones de una forma más destacada, lo que contribuyó a popularizarlo y a hacer que la gente y los periódicos se ocupasen de él, y que el centro rebasase el ámbito de lo exclusivamente profesional
Los inicios de Newman fueron teatrales, donde logró alcanzar un gran éxito y ponerse en situación de dar el paso al cine. Tras aparecer en algunos programas de televisión, intervino en El cáliz de plata (1954), de Victor Saville, debut poco afortunado, pues la película no consiguió ningún tipo de reconocimiento. Dos años después, sin embargo, se produjo el ascenso de Newman gracias a un trabajo que le situó en primera línea de los jóvenes actores de aquel momento. Robert Wise le dio el papel principal de Marcado por el odio (1956) -pensado en un primer momento para James Dean-, con el que se metió en la piel del boxeador Rocky Graziano, que llegó a ser un destacado campeón en Estados Unidos, a partir de una infancia dura y carcelaria.
A continuación se sucedieron una serie de excelentes actuaciones que lo confirmaron como un actor de muchísima valía. Pueden mencionarse, entre otros, su trabajo en El zurdo (1958), de Arthur Penn, en el que interpretaba a Billy el Niño, el legendario pistolero del Oeste. La versión de este personaje, muchas veces llevado al cine, hacía hincapié, en esta ocasión, en los aspectos psicológicos del bandido, y la crítica estimó que Newman estaba memorable en su trabajo.
Ese mismo año volvió a obtener otro gran éxito al encarnar al joven marido de La gata sobre el tejado de zinc (1958), de Richard Brooks, una adaptación de la obra de Tennesse Williams en la que las frustraciones y angustias del personaje y su relación matrimonial y familiar ofrecieron un excelente espacio para que Newman ofreciera un despliegue de toda su capacidad dramática a muy alto nivel. Volvió a acertar de nuevo con su interpretación en La ciudad frente a mí (1959), de Vincent Sherman, esta vez como joven estudiante que se abría paso en el mundo de la abogacía y que mantenía diferentes relaciones amorosas. Fue una de las cintas que comenzaron a darle mayor popularidad fuera de Estados Unidos
Paul Newman en La gata sobre el tejado de zinc (1958)
A comienzos de los sesenta colaboró en dos películas que, por diferentes causas, tuvieron una excelente acogida. Una fue Éxodo (1960), de Otto Preminger, versión cinematográfica de la voluminosa novela que el especialista en best-sellers Leon Uris escribió sobre la formación del estado de Israel. Concebida como una película de gran espectáculo, Preminger consiguió introducir algunos momentos de excelente cine. Newman encarnó a Ari Ben Canaan, el agente judío que transportaba a los emigrantes hasta Israel y participaba allí en la lucha contra ingleses y árabes.
La cinta, por la importante producción que le rodeaba, venía a indicar que Paul Newman había alcanzado el estatus de gran estrella, aunque nunca había estado muy de acuerdo con ello, dado que siempre mostraba reticencias con la consideración excesivamente comercial que los grandes estudios daban a sus productos (su militancia en posturas políticas de corte radical, dentro del concepto que en Estados Unidos se da a esta palabra, no ha impedido que Newman se haya integrado, cuando ha hecho falta, en las celebraciones y entregas de premios de la Academia sin ningún problema).
Su otro importante trabajo de inicios de la década fue El buscavidas (1961), de Robert Rossen, un film duro, sin concesiones, sobre la vida de un jugador profesional de billar que luchaba por abrirse paso en un mundo lleno de trampas, en medio de organizaciones mafiosas y violentas. Cuando el actor estuvo plenamente situado, sus siguientes trabajos estuvieron por debajo de lo que se podía esperar de él. Algunos de sus fracasos no sólo le competían como actor, sino también como productor. Tal vez por ello comenzó una actividad como director, que empezó a finales de los sesenta y llegó hasta 1987.
Paul Newman en El buscavidas (1961) y en su remake
de 1986, El color del dinero, junto a Tom Cruise
En esta faceta realizó cinco películas, algunas de las cuales mostraban el deseo de hacer un cine “diferente”, donde las ideas y la tipología de los personajes dominaban sobre la acción y la anécdota. En alguna de ellas el protagonismo femenino correspondía a su esposa Joanne Woodward. En este sentido se deben mencionar Rachel, Rachel (1968) y El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas (1972). Aunque sus trabajos como director solían ser acogidos respetuosamente, distaban de la imagen que transmitía en la pantalla y de la idea -a veces incorrecta- que el público se había formado de él. Por lo tanto no podía hablarse de que fueran un éxito, lo que no le impidió seguir como director en nuevas ocasiones
A lo largo de los sesenta y en su faceta de actor, trabajó con directores como Alfred Hitchcock (Cortina rasgada, 1966), y obtuvo un importante éxito con Dos hombres y un destino (1969), de George Roy Hill, en la que participó como compañero de reparto Robert Redford, cuyo trabajo obtuvo una gran acogida. En los años ochenta su actividad se redujo, entre otras causas, porque dejó de lado los papeles de hombre joven y buscó interpretaciones más acordes con los años que tenía. Eran obras en las que se mostraba como alguien más reflexivo, escéptico de la vida y con un comportamiento irónico, que no ocultaba unas buenas dosis de cinismo en el mejor sentido de esta palabra.
Con Robert Redford en Dos hombres y un destino (1969)
Fueron los años en que aparecía en títulos desiguales, pero a veces importantes, como Ausencia de malicia (1981), de Sidney Pollack, Veredicto final (1982), de Sidney Lumet o El color del dinero (1986), con Martin Scorsese en la dirección, película que se concibe como una segunda parte de El buscavidas, en la que Newman interpreta a un veterano jugador de billar que va guiando los pasos de una promesa, papel que interpretó Tom Cruise. Este trabajo fue especialmente importante, pues con él consiguió el Oscar de la Academia, para el que había sido propuesto hasta seis veces -en 1994 recibiría uno honorífico por el conjunto de su carrera y por ser uno de los actores con más títulos a sus espaldas-
Sus últimos trabajos lo mostraban como una vieja gloria para la que el tiempo no había pasado en balde, pero seguía conservando la prestancia y la consideración de uno de los actores más importantes de la segunda mitad del siglo XX. De gran atractivo, Newman supo ir más allá de ser una simple “cara bonita” para demostrar profesionalidad, interés y preocupación por la forma de interpretar y analizar los entresijos de sus personajes; siempre estimó que el cine es más que puro entretenimiento.
Sus actuaciones casi siempre tuvieron el tinte del compromiso, y aunque la diversidad fuese algo lógico en alguien de actividad tan extensa como él, siempre brilló en tipos conflictivos, incómodos en una sociedad que no les gusta aunque no tengan más remedio que vivir en ella y adaptarse a un entorno que consideran muy discutible. Fue, sin duda, uno de los precursores del concepto de anti-estrella y así lo demostró en 2002 cuando, a punto de cumplir los 78 años, regresó a los escenarios de Broadway, después de casi cuatro décadas de ausencia, con una nueva adaptación del clásico de Thornton Wilder, Our Town
Gran aficionado a los automóviles, participó en carreras profesionales. Creó diversos tipos de negocios en los que, con la cobertura de su popularidad, procuraba en ocasiones que parte de las ganancias revirtiesen sobre colectivos necesitados; también desempeñó cargos en las Naciones Unidas, aunque por poco tiempo. Su vida sentimental fue discreta para lo que es habitual en Hollywood: su matrimonio con la actriz Joanne Woodward constituía un ejemplo de estabilidad
Con medio siglo de carrera a sus espaldas y 57 películas en su filmografía, Newman anunció en 2003 su retirada. Sin duda, su dilatada trayectoria lo ha convertido en una de las leyendas del cine de Estados Unidos, en el mismo estilo que los actores más famosos de épocas anteriores. Inteligente y de un excepcional atractivo físico, durante muchos años su sólo nombre bastó para llevar gente al cine. Algunos de sus trabajos se encuentran entre los más importantes del medio realizados a partir de los años cincuenta.